Página Siete • De ser ayudante de cocina a vender pañuelos en la calle, el saldo del virus

Luego de ser despedidos, muchos ciudadanos optaron por vender en las calles. Los microempresarios advierten que este año se cerraron o pasaron a la informalidad 120 mil unidades productivas.

Por: Luis Escobar / Página Siete

Angélica trabajaba como ayudante de cocina en un restaurante de la avenida 6 de Agosto de la ciudad de La Paz. Su vida cambió en marzo, cuando fue despedida por las restricciones debido a la pandemia de la Covid-19. Ya no pudo recuperar su empleo y hoy -junto con sus dos niños- vende pañuelos desechables en la pasarela de la Pérez Velasco.

“Tenía mi trabajo en Sopocachi, pero cerraron el restaurante por la Covid-19. Tenía la esperanza de regresar luego de las flexibilizaciones, pero la empresa no pudo levantarse. Ahora, salgo a vender con mis hijos”, dijo la mujer acompañada de sus retoños, un varón de siete y una niña de cuatro años.

Angélica es el sustento económico de su familia. Por eso, la mujer teme que se produzca un rebrote. “Dicen que la gente no se cuida, que los casos están subiendo y que podría venir una segunda ola. Si declaran nuevamente una cuarentena, no sabría qué hacer porque mi único ingreso es la venta de los klínex y dulces”, aseguró.

No es la única. En diferentes sitios de la ciudad, centenares de personas -que se quedaron sin empleo por la pandemia de la Covid-19- comenzaron a vender productos “al paso”. No tienen autorización de la Alcaldía para obtener un puesto de venta y deben estar alertas para que no se acerquen los guardias municipales con sus uniformes azules. “Cuando llegan -agregó Angélica- levanto mis pañuelos y me retiro para evitar problemas. Alguna vez me pescaron y me indicaron que debo ‘ambular’”, dijo.

Además, los propios comerciantes agrupados en sindicatos impiden que “los nuevos vendedores” se queden en un determinado sitio, no permiten competencia alguna.

En la avenida Montes, Patricia, una joven de 20 años y que carga en la espalda a su bebé, vende gelatinas, cada una vale un boliviano. “Mi esposo trabajaba en una constructora, pero fue retirado en noviembre del año pasado, cuando ocurrieron las revueltas (que exigían la salida de Evo Morales). Pasamos esas semanas con muchas dificultades. En enero volvió a su empleo, pero nuevamente fue retirado”. Contó que esta vez fue la Covid.

Hoy, su esposo trabaja como voceador en un minibús que cubre la ruta a El Alto. No fue suficiente. Así que la joven salió a vender gelatinas. “Hasta noviembre terminaba 80 en un día (a veces hasta 10 horas seguidas desde las 8:00), pero este mes ya no conseguí ni la mitad. Por eso traigo, además, jugos en bolsita y mi recorrido comienza en la Garita de Lima”, comentó.

Microempresarios

El presidente de la Confederación Nacional de la Micro y Pequeña Empresa (Conamype), Néstor Conde, advirtió que la pandemia fue “cruel” con su sector. “El impacto fue tan grande que muchos cerraron sus unidades productivas. Muchas empresas que eran formales dejaron de serlo y ahora la situación es preocupante”, explicó.

Según datos de la entidad, en el país existían 600 mil unidades productivas antes de la pandemia. Ocho meses después de la llegada del virus, 120 mil de ellas se cerraron por causa de las cuarentenas y otras medidas de restricción de circulación que se adoptaron para evitar el contagio. Ahora, Conde indicó que otras 200 mil están en peligro de cerrar sus puertas.

“Los más afectados son los del rubro de la manufactura. Por ejemplo: madera, cueros, orfebrería y turismo. No hay materia prima, la poca que queda subió de precio (por las restricciones en las fronteras). Además, la gente ya no se preocupa de la ropa, sino de otro tipo de insumos para el hogar”, explicó.

Contó que otras empresas -que antes eran formales y que pagaban sus impuestos- decidieron cerrar su NIT e ingresaron a la informalidad. “De esa forma se evitan de la carga social, de pagar a las AFP, seguros de salud y otros para obtener algo más de ingresos”, aseguró.

Efectos de la pandemia

Bruno Rojas, investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), advirtió al menos cuatro efectos que dejó la pandemia, aunque reconoció que no hay datos estadísticos oficiales.

“El primer efecto fue la destrucción de fuentes de trabajo que estuvo relacionada con despidos masivos en varios sectores, rubros y empresas, en especial en el privado, (esta situación) incrementó la tasa de desempleo”, dijo. La cifra más alta se registró en julio pasado cuando casi llega al 12%.

El segundo efecto fue el alto subempleo. “Es decir, la gente al perder una fuente de trabajo que le garantiza una fuente de ingreso, optó por actividades con menor cantidad de horas y días de trabajo. Ellos no están ocupados plenamente, se insertaron en el sector informal ya sea por cuenta propia, un negocio o alguna actividad”, dijo.

El tercero se refiere a que la pandemia ahondó la precariedad laboral. “Ahora, por tener una fuente de ingresos, la gente acepta cualquier condición. Los delivery son la expresión más dramática de esta aceptación; pero también son los empleos temporales o estacionales que expresan la alta precariedad laboral en el país”, dijo.

El cuarto efecto se produce por la reducción de ofertas de empleos. “Las empresas ya no precisan trabajadores y se redujo la demanda laboral. Las empresas plantearon, antes de la pandemia, reducir la carga laboral porque les parece caro pagar beneficios sociales y aguinaldo. Siempre plantearon que el costo laboral era altísimo, sobre todo los trabajadores de planta que son los más caros”, concluyó.

Pobreza extrema

Bruno Rojas consideró que el Estado debe hacer un diagnóstico de los efectos de la pobreza extrema que fueron agravados por la pandemia. Indicó que también debe evaluar los que forman parte de la crisis multidimensional: la económica, laboral, social, sanitaria y otras “que arrastrábamos como la del medioambiente”, dijo.

Los efectos de la pandemia agravaron la situación de muchas personas que viven en las calles. Tal es el caso de María, una mujer de la tercera edad que por nueve años se queda a dormir en los jardines que están detrás de la Terminal de Buses de La Paz.

“Recogíamos botellas de plástico para venderlas a 1,5 bolivianos el kilo. Pero con la pandemia la gente ya no salía, no teníamos qué recoger”, contó la mujer que estaba al lado de cartones viejos que le sirven de colchón; además, usa mantas sucias cubiertas con plásticos para cubrirse de la lluvia. Al extremo estaban centenares de botellas esperando ser “pisadas” para la venta.

“Vendemos como 10 kilos cada vez que podemos”, contó María. No es la única. A su lado vive “otra familia”. En ese segundo sitio sale un hombre con una niña de seis años de una de las improvisadas carpas. “A partir del 20 de diciembre todo se llenará (señalando los jardines) porque los potosinos llegarán para Navidad”, afirmó.

Hasta 2019, la Alcaldía abría los primeros días de diciembre un albergue para estas personas en la Terminal de Buses. En este espacio, los funcionarios dan alimentación y atención médica a adultos y niños, incluso entretenimiento con las cebras. Pero, la secretaria de Desarrollo Social, Rosmery Acarapi, dijo que este lugar aún no está funcionando y están reconsiderando la idea. Y es que este sitio es el único sitio para que muchas familias se protejan del frío.

En julio, la tasa de desempleo llegó a 11,56%, la más alta

La tasa de desempleo urbano llegó a 11,56% de la población, la cifra más alta en los últimos cinco años, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Mientras que la del subempleo alcanzó un 17%.

La tasa de desocupación urbana del INE (ver infografía) da cuenta que el mayor porcentaje de desempleo se registró en julio, uno de los meses más críticos de la pandemia causada por la Covid-19 en el país. Después de esa cifra, la segunda más alta se produjo en enero de 2019 al alcanzar un 7,1%. En los anteriores cuatro años, los máximos porcentajes se producían a principios de año con un promedio del 6%.

Bruno Rojas, investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), dijo que si bien en agosto, septiembre y octubre disminuyó el porcentaje, “la tasa de desempleo es una radiografía incompleta (…) porque ya existían algunas características de incremento de desempleo desde 2019”.

Advirtió que no existe información más detallada de los grupos a los cuales más afectan estas cifras. Por ejemplo, en años anteriores los jóvenes, mujeres y personas con mayor nivel educativo como profesionales, técnicos y otros con grado universitario fueron los que tuvieron mayores problemas para encontrar un trabajo.

Fuente: https://www.paginasiete.bo/sociedad/2020/12/13/de-ser-ayudante-de-cocina-vender-panuelos-en-la-calle-el-saldo-del-virus-277889.html