Los Tiempos • Las izquierdas
Los Tiempos, 21 de septiembre de 2011.- El Tipnis muestra más. No hay duda que recordar día por medio que la oposición política anda perdida, aunque cierto, termina por ser una cortina de humo que vierte el Gobierno para encubrir sus propias miserias. Pues, en verdad, el problema no es tanto la ineptitud de una oposición de derecha como la falta de crítica constructiva desde el seno de la misma izquierda. Mi tesis es que si bien la desaparición de una derecha pensante es un asunto clave, no lo es menos la desnutrición intelectual de una izquierda que adquiere diversos matices (o diversas izquierdas) que conviene comentar, bajo la tesis de fondo de que la extinción de todo diálogo en torno al Tipnis obedece a la ruptura de una suerte de “democracia pactada” al interior de la izquierda –pacto que duró seis años–, restando toda identidad política al MAS. Veamos las izquierdas en juego.
Primero, la izquierda radical. Es aquella izquierda ultrista que ve en todo lado a la derecha neoliberal, a los cipayos del imperialismo y a los corruptos de corbata. Antes estaba enquistada sólo en el Gobierno, pero hoy tiene a muchos de sus miembros convertidos en ecologistas de pura cepa defendiendo el Tipnis con similar radicalidad fundamentalista que cuando como funcionarios de Gobierno, perseguían opositores, satanizaban a productores del oriente, creían en conspiraciones azuzadas por “la embajada” y un largo etcétera. Cambia el lugar pero no la falta de objetividad.
Segundo, la izquierda levantamanos o dócil. Son los que, al no tener mucho que hacer, más que plegarse acríticamente a los mandatos del Ejecutivo, se dedican a tareas más lúdicas. Por supuesto que no es generalizable al resto de sus colegas pero la presencia de un Fidel Surco, dos veces ebrio conduciendo, es una muestra de que aprender, estudiar, deliberar y demás, no son las prioridades. ¿Para qué? La cosa es movilizar gente cuando se lo requiera y decir “si” al jefe.
Tercero, la izquierda indigenista. O son pachamámicos o son “descolonizadores”. En ambos casos, poco se puede esperar de esta izquierda. Ya hemos visto que el mentor del pachamamismo no pasa de recitar delirantes odas a la madre tierra pero llegado el momento no es capaz de arribar a acuerdos con sus hermanos. Los “descolonizadores” a su vez no se dan cuenta que una auténtica descolonización, como la pintan, inhibiría al Presidente hasta de jugar el colonial fútbol inglés. A lo sumo se llenan de consignas racistas (sólo que a la inversa) con escasa capacidad de diálogo con aquellos que no formen parte de sus cuadros. De aquí es poco lo que se puede esperar, más aun teniendo en cuenta que muchos de sus componentes han sucumbido al poder de la prebenda. Lo programático cedió frente a la prisa por ascender en los peldaños de la pirámide social.
Cuarto, la izquierda regional. No sirve pues funciona como región antes que como izquierda. Véase los casos de Valverde en Santa Cruz o Barrón en Sucre.
Quinto, la izquierda de la izquierda. Es muy inteligente. Sacan libros de lo más entretenidos (así ocurre con el Cedla, por ejemplo), pero para ellos el Gobierno es sólo la continuación del modelo neoliberal en cuerpo moreno. Su fuerza reside en su capacidad crítica, que no es poca. Sin embargo, su crítica no apunta a lograr pactos y diálogos deseados sino a radicalizar las políticas: más nacionalizaciones sin indemnización; más reversión de tierras sin tomar en cuenta la pujanza de algunos productores (medianos y grandes); las autonomías indígenas son una traición pues fragmentan al movimiento indígena, etcétera.
Aportan en el diagnóstico pero empantanan los acuerdos.
Sexto, la derecha izquierdizada. Ésta si cuenta y puede tener mucho peso. En ella se albergan fracciones del mismo MSM o viejas partículas oligárquicas de la Media Luna que se han vuelto masistas (lo sucedido con la Unión Juvenil Cruceñista es el ejemplo más radical de esta tendencia). Es verdad que poco se puede esperar de esta cáfila de oportunistas. No hay diálogo.
Séptimo, la izquierda derechizada. Es la del Gobierno. Se olvidaron de su democracia directa/comunitaria y hoy desconocen el derecho vinculante de los pueblos indígenas en su consulta sobre los recursos naturales, abogan por una economía de mercado con la presencia hegemónica de petroleras en el Tipnis (o empresas constructoras brasileñas) y olvidan su defensa de la plurinacional, apuntando, más bien, al huayqueo colonizador de los pueblos indígenas. Es una izquierda promotora del cese de derechos, realce del modelo extractivista y repetición de la democracia del rodillo (sólo que ahora contra los propios hermanos).
Octavo, la izquierda tecnocrática. Es muy capa para hacerse la que se dedica a temas especializados para evitar criticar al Gobierno. Se ocupan de las autonomías, el tema tierra o asuntos sobre los “Desafíos del Milenio”, pero sin dar una cara integral a su crítica. Son aquellos que vienen de la izquierda tradicional y repetían el primer año de Gobierno: “hay que darles su lugar… es momento de retirarnos”. Esta posición filantrópica constituía un preanuncio de un silencio premeditado en nombre de atender “sólo” asuntos particulares.
Noveno, la izquierda antiglobalización. Es aquella que habla sobre el cambio climático, participa de los foros internacionales sobre pueblos indígenas; está en la cresta de la ola de los tópicos de género, comenta sobre las “energías renovables”, etcétera.
Es la izquierda globalizada que sabe más del mundo que de Bolivia. Evo es más un ícono que un presidente con el que deben lidiar. Es una izquierda antiglobalización, más intelectual que gestora. Más aprovechadora de becas y de viajes que de proponer cosas prácticas y realistas que rebasen el “no se toca el Tipnis”, con un aire místico de ambientalismo religioso.
Décimo, la izquierda que debe surgir. Me quedo acá. Eso es motivo de otro artículo. Sólo quiero enfatizar que entre los llunkus, radicales, globalizados y demás, no hay lugar a proponer alternativas creíbles al Gobierno de turno. La izquierda y no la derecha (casi extinta) tiene la culpa de los atisbos autoritarios que empiezan a vivirse en el país. El Tipnis lo dice.
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