Los Tiempos • ¿Economía comunitaria?: utopía contradictoria

Erika Brockman

Al cerrar el año, sorprende la cantidad de eventos que propician la presentación de libros y nuevas publicaciones cuyo contenido plural y variopinto está marcado por la influencia del “proceso de cambio” cada vez más contradictorio e impredecible. Frente al análisis de las posibilidades del Estado plurinacional con su generoso menú de pluralismos, son cada vez más los escépticos y menos los optimistas. No faltan los que intentan darle forma y consistencia al socialismo comunitario con entusiasmo casi religioso.

De esta avalancha de paginas reflexivas e informativas, destaco el dato proporcionado por el último estudio sobre Soberanía Alimentaria presentado por el Centro de Estudios para el desarrollo Laboral y Agrario (Cedla). De acuerdo al mismo “el occidente de país estaría perdiendo de manera sostenida su importancia y peso en la producción agrícola del país” habiéndose duplicado la importación de alimentos. Si el año 2005, “la producción del altiplano y los valles represento el 25 por ciento de la nacional” durante los años 2008 y 2009 bajó al 19,6 por ciento.

¿Cómo explicar esta pérdida de importancia de la producción agrícola de occidente en un momento de ruralización de la política y empoderamiento de los movimientos indígenas originarios campesinos portadores del paradigma comunitario del vivir bien?

La información resulta aún más contradictoria, cuando el informe destaca el crecimiento de un 5% de la producción agrícola de Santa Cruz, pronosticando un mejor futuro a los campesinos y productores de oriente cada vez más articulados al mercado y a lógicas de intercambio capitalistas.

Estas evidencias desmoronan entusiastas discursos; el de soberanía alimentaria y del potenciamiento de una economía comunitaria fundada en saberes y tradiciones fundamentalmente andinos. Hasta ahora, todo indica que no existe referencia concreta de emprendimientos comunitarios, urbanos o rurales, que hayan superado el rigor de la autoexplotación de la mano de obra de la economía de subsistencia tan salvajes como el capitalismo de similar característica del siglo XIX.

Y es que resulta patético el divorcio entre el discurso oficial y la realidad. Mientras se fomenta el estatismo productivo de modo indiscriminado, en municipios y gobernaciones, se profundiza la incertidumbre y perspectivas de crecimiento de las Organizaciones Económicas Campesinas (Oecas) que nacieron cuando el neoliberalismo las subestimó por inviables y que ahora enfrentan la condena ideológica de un gobierno que sospecha de sus rasgos individualistas y capitalistas. En este caso son miles los campesinos victimas del péndulo de posicionamiento ideológicos sectarios y dogmaticos de uno y otro extremo.

En medio de esta esquizofrenia y el amor discursivo a la madre tierra, nos resignamos a llenar las bolsas de productos peruanos en los mercados locales y a no aceptar la expansión nada comunitaria del cultivo de la coca excedentaria. Por otra parte, con la devaluación del dólar, desincentivamos a los pocos productores de occidente vinculados a las cadenas de la quinua y otros productos de exportación. El presupuesto general confirma esta tendencia, paradójicamente condena al olvido a la economía campesina, posterga a los sujetos centrales de la revolución democrática y cultural alimentando la promesa de un comunitarismo que solo parece existir en la cabeza de quienes utópica y románticamente intentan gobernar una Bolivia que ya no existe.

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