EL ECONOMISTA DIARIO • “El crecimiento económico está sostenido con alambres” • 17/01/2018

El Economista dialogó con Matías Kulfas (Director de Idear Desarrollo)

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Entrevista a Matías Kulfas Director de Idear Desarrollo Por Juan Manuel Antonietta
En diálogo con El Economista, Matías Kulfas, director de Idear Desarrollo y ex Gerente General del BCRA (2012-2013), analiza los cambios en las metas de inflación, el frente externo, el dólar y el devenir económico de Argentina para 2018.
¿Qué significa el cambio de metas: es el reconocimiento de un error de cálculo o se está cambiando el fondo de la política monetaria?
Los ejes centrales son los mismos. Lo que se está haciendo es un reconocimiento de la ineficacia del esquema de metas muy duras y muy difíciles de cumplir que se había propuesto el BCRA. El Gobierno tiene que empezar a plantearse que la desinflación desde estos niveles moderados y altos es un proceso que lleva tiempo. No hay experiencia internacional donde en un lapso de 2, 3 o 4 años se logre reducir una inflación a un dígito de manera no traumática como este Gobierno está pretendiendo. En Chile y Colombia los procesos de desinflación tardaron entre 7 y 11 años en llegar a inflaciones de un dígito. Por otro lado, los esquemas de metas de inflación siempre se utilizaron para controlar inflaciones y no hay ejemplos de países que las hayan reducido con estos niveles superiores a 20% por año. El BCRA tuvo una política monetaria muy dura y el modelo tiene problemas teóricos conceptuales. Pensar que el manejo de la tasa de interés y que con solo esa botonera se puede bajar la inflación en poco tiempo ha mostrado inefectividad, y más aún cuando el Gobierno tiene una política más gradualista. Reducir rápidamente un déficit fiscal primario de arriba de 4 puntos del PIB sin consecuencias es algo imposible de lograr en términos políticos y sociales. Suena razonable que el Gobierno haga una revisión de una meta que no se cumplió y no era creíble. Los interrogantes surgen por el viraje sorpresivo de (Federico) Sturzenneger.  El siempre se mostró en la idea de un banco central independiente y de repente anuncia que las metas vienen desde Presidencia. La gran duda es si efectivamente el BCRA va a cambiar los objetivos o fue más bien una puesta en escena para evitar un embate interno. Desde mi punto de vista, la coordinación entre los distintos organismos del Estado, y más en un país en desarrollo como el nuestro, es fundamental y supera ampliamente los costos de pérdida de autonomía del BCRA. Hasta la propia Carta Orgánica dice que tiene que haber coordinación.
¿Es alcanzable la nueva meta del 15%?
Es difícil, pero está bien que el Gobierno se ponga metas más razonables. Para el 2016 el Gobierno se puso una meta del 25% y la inflación fue del 41%. En 2017 la meta era de entre 12-17% y terminamos en 25%. El Gobierno está poniendo objetivos muy duros y está apostando a pocos instrumentos, pero una desinflación lleva tiempo. Subir la meta le puede dar mucha credibilidad al Gobierno si las logra cumplir. Alcanzar una inflación menor al 20% en 2018 será una marca de un sendero de desinflación. Es un logro no menor con este problema tan complejo en un contexto en el que el Gobierno pretende desinflar sin generar una fuerte crisis.
¿En el frente externo vislumbra alguna solución?
El panorama es complejo. Brasil está repuntando y, aunque no es un repunte espectacular, claramente parece una señal distinta. Esto le puede poner cierta velocidad a las exportaciones argentinas, pero no veo un gran salto exportador. Argentina es un país caro y no tiene condiciones especiales fuera del complejo agroexportador como para salir agresivamente a colocar productos. Tenemos un tipo de cambio real fuertemente apreciado y esto no creo que se modifique en el corto plazo. Para que se produzca un “salto exportador” es necesaria una combinación de mejores condiciones internacionales con respecto a la demanda de nuestros productos que tienen nuestros socios comerciales y, en segundo lugar, una mejora de la competitividad. Ninguno de estos factores se ve muy positivo. La cuenta corriente deficitaria en 4,4 puntos del PIB es sumamente preocupante y en otro contexto estaríamos en la antesala de un ajuste cambiario muy fuerte. No va a ocurrir por que la deuda externa da oxígeno, pero estamos ante un interrogante muy grande. No están dadas las condiciones como para que el crecimiento económico sea tan fuerte para que licúe la deuda. El frente externo se va a ir agravando y todos sabemos que es insostenible en el mediano plazo.
¿Es muy desacertado pedir más asistencia del BCRA al Tesoro para frenar el nivel de endeudamiento externo?
Es necesario mucho pragmatismo. Un plan financiero que recurra un poco menos a la deuda externa y un poco más a la deuda interna puede tener beneficios. Con una tasa de interés tan elevada y fuerte demanda de deuda externa para financiar al Tesoro, que todavía tiene erogaciones en moneda nacional, el endeudamiento genera aún más apreciación al tipo de cambio real. Recurrir un poco menos a la deuda en moneda extranjera podría ayudar a un tipo de cambio más competitivo. Desde el punto de vista monetario, es lo mismo que el Tesoro emita pesos para monetizar deuda externa o sea por la asistencia al Tesoro, sobre todo si el BCRA esteriliza la emisión de pesos. El Gobierno podría evitar la apreciación cambiaria producto, en parte, por el fuerte endeudamiento de estos años. Sin embargo, la decisión de Cambiemos es seguir reduciendo aún más la asistencia del BCRA al tesoro. Creo que es un anuncio ideológico. La asistencia en dosis moderadas, en un sendero bien trazado, quitaría presiones sobre el tipo de cambio.
¿Qué se puede esperar del dólar en 2018?
El tipo de cambio real está apreciado. El corrimiento de fin de año fue un pequeño alivio, pero no ha sido un cambio muy significativo. Lo que aquí preocupa es la tendencia. El Gobierno no se preocupa ni porque el tipo de cambio mínimamente acompañe el nivel de precios. El futuro es incierto porque hay que ver como acompaña el BCRA y hay que esperar las señales que vaya dando el organismo, pero no es de esperar grandes movimientos del tipo de cambio.
¿Cuál es el carácter de este crecimiento que esperan los economistas para 2018?
Va a ser un año de crecimiento moderado: entre 1,8% o 2,2%. A diferencia de otros años pares, como 2012, 2014 o 2016, en 2018 no tendremos un proceso de ajuste interno vinculado a un salto cambiario. El Gobierno tiene a través del canal externo la posibilidad de financiar con dólares las necesidades de divisas de varias industrias como, por ejemplo, la automotriz, que ha sufrido mucho la restricción de importaciones. En el 2018 vamos a ver actividades que van a continuar creciendo: construcción, obra pública, actividades primarias e industrias vinculadas a la construcción. Un crecimiento muy focalizado en pocos sectores donde el resto acompañará como puede. Por otro lado, hay sectores como el textil que continuarán cayendo y nadie sabe cuál será su piso. Va a ser un crecimiento minimalista con pocas actividades y con escasas concatenaciones con otros sectores productivos.
¿Es sostenible ese crecimiento?
El crecimiento está sostenido con alambres. El elemento central es sostener un fuerte desequilibrio externo con deuda en el exterior, que hoy es posible por el nivel muy bajo de endeudamiento heredado. Hay margen para seguir 2 o 3 años más. El año pasado, la inversión se recuperó y sobre fin de año los niveles de inversión estuvieron por arriba de 2015. Sin embargo, si se observa el carácter de la inversión, se explica mayoritariamente por maquinaria importada mientras que la local cae fuertemente como en el caso de transporte. Eso agrava el problema de la cuenta corriente y genera fuerte dudas sobre la sostenibilidad a largo plazo.

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