Los Tiempos/ Bolivia: un tour por los elefantes blancos

  • En mayor o menor medida, el fenómeno se repite en todo el país. Las pérdidas para el Estado se multiplican en diferentes dimensiones. Por ejemplo, Julio Linares, analista del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), estableció que entre 2007 y 2016, 11 empresas del Estado tuvieron una pérdida total de 1.966.000.000 de bolivianos, más de 284 millones de dólares. En la lista figuran las fábricas de papel, cartón, lácteos, computadoras y celulares así como el teleférico paceño y la Agencia Boliviana Espacial. Probablemente, a esa lista en tiempos recientes se habría añadido la fabrica de amoniaco y urea de Bulo Bulo,
  • ¿Despilfarro? El Ministro de Obras Públicas ha señalado que se trata de un mito opositor, sin embargo proliferaron las obras fallidas o inconclusas en el país | ABI
  • SAN BUENA- VENTURA El ingenio azucarero de San Buenaventura, ubicado en los límites entre La Paz y Beni. Costó más de 265 millones de dólares. | ABI
  • KARACHIPAMPA El complejo metalúrgico está paralizado por una falla en el turbo expansor de la planta de oxígeno.

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Publicado el 07/01/2019 a las 0h00

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A tono con los tiempos, en el mundo surgen tours cada vez más
extravagantes. En Colombia, por ejemplo, resulta célebre el circuito que
recorre tres ciudades para describir la vida del narcotraficante Pablo
Escobar. En Los Ángeles, California, hay el paseo por los sitios de
asesinatos más sanguinarios y en la holandesa Ámsterdam el tour por la
permisiva zona roja. En México, entre Mazatlán y Culiacán, son muy
populares los circuitos que se brindan a turistas interesados en conocer
a fondo la “narcocultura”. Quién sabe si en Bolivia, tarde o temprano,
surja otro extravagante recorrido de aires delictivos: el tour de los
elefantes blancos.

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¿Qué se entiende por elefante blanco? “Un ‘elefante blanco’ es una obra
pública de construcción, mantenimiento o instalación de un bien
inmueble, con un impacto negativo para la comunidad por haber quedado
abandonada o inconclusa. Además, sus costos superan los beneficios de su
funcionamiento, no es utilizada o su uso es diferente a aquel para el
que fue creada”. Esa la definición que realizan diversos organismos
anticorrupción. La metáfora responde a la extravagancia del rey
tailandés Bhumibol Adulyadej. El monarca criaba decenas de estos
paquidermos a un costo elevado pese a que no prestaban ningún servicio.

Desde hace décadas, este tipo de obras estafa se multiplicaron en el
país en una cantidad inversamente proporcional al número de políticos
procesados. De los años 50 – 60, por ejemplo, en medio de los Yungas,
quedan todavía los restos del frustrado tren La Paz-Beni. De tiempos de
dictaduras, quedan cimientos y techos derruidos de las fábricas de
papel, automóviles o vidrios, en Tarija, Cochabamba o El Alto,
respectivamente. Nada resulta tan emblemático de aquellas épocas como la
planta de fundición de plomo y plata de Karachipampa, en Potosí.

EL ÍCONO DE OTROS TIEMPOS

Se “invirtieron” cerca de 160 millones de dólares de aquel tiempo
(entre 1977 y 1984) en ese complejo metalúrgico que nunca funcionó.
Debido a la devaluación, hoy se calcula que aquella suma equivale a
cerca de 800 millones de la divisa estadounidense. En el libro, “Los
militares y su legado en Bolivia” (G. Cabrera), se establece que con
aquella suma entonces podría haberse vertebrado el eje central del país.

La planta se halla a escasos 7 kilómetros de la ciudad de Potosí y, por
sus dimensiones y excesos, sería una importante etapa del circuito.
Pero habría más etapas. Por si le faltasen atractivos al tour de los
elefantes blancos, en los últimos años se han multiplicado esta clase de
obras, tanto en número como en variedad y ubicación. Constituyen una de
las contadas extensiones del Estado que abarcan prácticamente todo el
territorio boliviano. Es posible hallar elefantes blancos hasta en las
provincias más recónditas y las fronteras más inhóspitas.

Un ejemplo: también en Potosí, en el límite con Chile, a 4.551 metros
sobre el nivel del mar, en los manantiales del Silala, existen seis
piscinas vacías. “Esta región es Bolivia y tenemos la obligación de
sentar soberanía sobre nuestros recursos naturales”, había dicho al
inaugurarlas el presidente Evo Morales en marzo de 2013. Las piscinas
constituían la base de un criadero de truchas que iba a aprovechar las
aguas del lugar. Costaron casi medio millón de bolivianos y debían
producir 21 mil pescados anualmente, pero por lo menos desde hace cinco
años están secas. Nadie sabe quién hizo mal los cálculos.

Y si de recónditos municipios de tierra adentro se trata, según
múltiples denuncias, en plena selva amazónica hay un elefante blanco de
notables proporciones. Constituye el ingenio azucarero de San
Buenaventura, ubicado en los límites entre La Paz y Beni. Costó más de
265 millones de dólares, se construyó pese a diversas advertencias sobre
su inviabilidad y fue inaugurado hace tres años y medio. Pero la región
no produce ni la tercera parte de la caña necesaria para que la planta
trabaje a plena capacidad y sea rentable.

AEROPUERTOS SUPERECOLÓGICOS

Es más, para intentar que se logre esa producción, se deberá deforestar
cerca de 14 mil hectáreas de un bosque célebre mundialmente por su
biodiversidad. Para visitar el complejo, quienes hiciesen el tour de los
elefantes blancos tendrían que tomar un vuelo hacia el aeropuerto de
Rurrenabaque. El problema es que, pese a que se trata de uno de los
destinos turísticos más importantes del país, esa terminal aérea no ha
merecido mayor atención de las autoridades. Paradójicamente, una de las
especialidades de este tiempo han sido los elefantes blancos
aeroportuarios.

“Por ahora no tenemos vuelos a Chimoré y no sabemos cuándo se
restablecerán —responde la operadora de BoA—. La aeronave que vuela a
ese destino está en reparación”. Se trata de la única aerolínea que
presta servicios al aeropuerto de aquella población del trópico
cochabambino. Para colmo, los dos únicos vuelos comerciales de cada
semana se suspendieron precisamente en estos días, los de mayor
actividad turística en el país.

Sin embargo, Soberanía —el aeropuerto internacional Chimoré— tiene una
terminal de pasajeros emplazada sobre 5.100 metros cuadrados. No sólo
eso, ostenta una pista de 4.000 metros lineales, una de las dos más
grandes de Bolivia junto a la del aeropuerto de El Alto. Soberanía fue
inaugurada el 17 de octubre de 2015 y costó 34,5 millones de dólares.
Pero hay cuatro denuncias más sobre aeropuertos de escaso o nulo uso
construidos en años recientes.

Quizá, en un futuro aún imprecisable, quienes tomen el tour de los
elefantes blancos describan la sensación de llegar a terminales aéreas
vacías, fantasmales. Los aeropuertos de Ixiamas, Apolo, Monteagudo,
Oruro y Copacabana costaron en conjunto 320 millones de bolivianos, 46,4
millones de dólares. De entre ellos, la condición de elefante blanco
sólo agita debate en el caso de Oruro. Si bien durante gran parte del
año tiene un funcionamiento similar al de Chimoré, en las semanas del
Carnaval se incrementan los vuelos en un 20 por ciento.

Mientras tanto, los aeropuertos de Ixiamas, Monteagudo, Apolo y
Copacabana bien podrían ser definidos como los más ecológicos del mundo.
Normalmente los sobrevuelan y ocasionalmente aterrizan en ellos
bandadas de aves. Sin embargo, el caso de Copacabana cobra un particular
matiz: los 7 millones de dólares que costó podrían haber servido para
paliar la contaminación que aquella urbe, carente de saneamiento básico,
causa al lago sagrado. Ixiamas fue inaugurado hace 43 meses, Monteagudo
hace 33 meses, Apolo hace cinco meses y Copacabana hace casi seis
meses.

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COCHABAMBA
El aeropuerto de Chimoré y la sede de Unasur, en Chapare y San Benito,
respectivamente, son dos ejemplos paradigmáticos de obras construidas y
que no tienen ninguna utilidad. LOS TIEMPOS

EL NUEVO ÍCONO

Pese a la magnitud del gasto en estos cinco poco o casi nada utilizados
aeropuertos, hoy es posible hallar elefantes blancos mucho mayores. El
precio de estas cinco terminales aéreas juntas casi iguala al que ha
sido denominado por el analista Andrés Gómez como “el elefante blanco de
2018”: La sede de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). “El
edificio fue inaugurado el 12 de septiembre del presente año (2018) por
el presidente Evo Morales — recuerda Gómez en su blog Rimay Pampa—.
Costó 72 millones de dólares y hasta ahora no cumple su función. Es
probable que nunca lo sea en vista de que esta organización
prácticamente se disolvió”.

Seis países de los 12 que integran el organismo, Argentina, Brasil,
Chile, Colombia, Paraguay y Perú comunicaron en abril su decisión de no
participar en este foro. En agosto, el nuevo presidente Iván Duque
informó la salida definitiva de Colombia del bloque. Frente a esta
crisis, Morales ofreció la millonaria sede de Unasur para realizar
matrimonios, promociones y todo tipo de eventos sociales. Para elegir al
elefante blanco del año, en vista del escenario de posibilidades, Gómez
hizo una singular encuesta en las redes sociales.

En esa encuesta, una de las edificaciones más mocionadas resultó el
nuevo palacio presidencial denominado “la Casa del Pueblo”. El complejo
costó 36 millones de dólares y fue sumado a otras obras que se centran
en la figura del presidente Evo Morales. Un museo laudatorio a Morales
en Orinoca, valuado en 7 millones de dólares, y una unidad aérea con
seis aeronaves presidenciales completan la lista.

ELEFANTES EN TARIJA

El tema elefantes blancos se ha vuelto uno de los más frecuentes en las
columnas de opinión de los diversos diarios bolivianos. También ha
inspirado varios libros y producciones audiovisuales. Por ejemplo, el
abogado tarijeño Waldemar Peralta este 12 de diciembre presentó el texto
“Elefantes en Tarija”. “Tarija, durante los años de la bonanza, recibió
cerca de 5.500 millones de dólares por regalías que en gran medida se
destinaron a este tipo de obras —explicó a OH! Peralta—. Se han abierto
más de 160 causas contra autoridades por estos casos y no hay procesados
ni sentenciados, sino un gran manto de impunidad”.

Peralta asegura que cuando inició la investigación le llegaron decenas
de denuncias. En su libro figuran casos considerados de antología. Vale
decir que, en el hipotético tour de los elefantes blancos, Tarija bien
podría convertirse en uno de los atractivos centrales. No por nada fue
el departamento que mayores ingresos registró durante la bonanza del
gas.

Vayan algunos ejemplos del libro de Peralta. Inicialmente, el estadio
El Tonel en Uriondo, cuyo costo superó los 33.900 millones de
bolivianos. Al ritmo que crece la población de la zona, pasarán 75 años
para que todos los pobladores llenen esas graderías. Sin embargo, el 30
por ciento de los actuales 2.000 habitantes carece de agua potable y un
33 no tiene energía eléctrica. Otro estadio fue construido en Yunchará,
costó 10 millones de bolivianos. Es el municipio más pobre de Tarija (68
por ciento de la población), sólo tres de sus 1.096 familias tienen
alcantarillado.

La fábrica de jugos cítricos en la población de Bermejo implicó una
inversión de 70,9 millones de bolivianos. Nunca funcionó y si un día lo
hiciese, consumiría toda la materia prima de la zona en 82 días. “El
hipódromo de Entre Ríos costó 45,5 millones de bolivianos y sólo se lo
usa una vez al año —cita Peralta—. El Rodeo de Yacuiba costó 47 millones
de bolivianos y se los usa dos veces al año. Hay fuentes de aguas
danzantes en Villamontes que funcionaron una vez, carreteras abandonadas
a medio hacer, canalizaciones de desagües secos, etc”.

En mayor o menor medida, el fenómeno se repite en todo el país. Las
pérdidas para el Estado se multiplican en diferentes dimensiones. Por
ejemplo, Julio Linares, analista del Centro de Estudios para el
Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), estableció que entre 2007 y 2016,
11 empresas del Estado tuvieron una pérdida total de 1.966.000.000 de
bolivianos, más de 284 millones de dólares. En la lista figuran las
fábricas de papel, cartón, lácteos, computadoras y celulares así como el
teleférico paceño y la Agencia Boliviana Espacial. Probablemente, a esa
lista en tiempos recientes se habría añadido la fabrica de amoniaco y
urea de Bulo Bulo, afectada por múltiples problemas de funcionamiento
desde su inauguración a fines de 2017. Costó 953 millones de dólares.

Pese a la magnitud de las denuncias, al parecer las actuales
autoridades no ven factible un tour de los elefantes blancos en el país.
En noviembre, el ministro de Obras Públicas, Milton Claros, aseguró que
este tipo de obras constituyen un mito de la oposición. Claros afirmó
además que las obras denominadas “elefantes blancos” no existen en el
actual Gobierno.

 “Ese tema de los elefantes blancos es un mito que tiene la oposición
porque obviamente antes tenían y estilaban hacer eso —manifestó la
autoridad, al consultársele sobre los aeropuertos sin uso—. Pero ahora
no, son proyectos que se han ejecutado, que tienen un objetivo que es la
conexión”.

Quién sabe si la empresa estatal de turismo, Boltur, sí asuma la idea,
máxime porque figura en la lista de las deficitarias, citadas por
Linares. Bien podría iniciar el tour de los elefantes blancos en
Karachipampa. Por esas cosas de la vida, en este Gobierno se invirtieron
cerca de 10 millones de dólares para que deje de ser un elefante
blanco. Pero aún da dolores de cabeza a los técnicos y no termina de
funcionar.

Es más, más de una voz asegura que Bolivia se halla muy cerca de lanzar
un elefante blanco de proporciones colosales. Se trata del proyecto
represas hidroeléctricas Chepete-Bala, a construirse en la cabecera
amazónica paceña. Tiene un presupuesto de más de 7 mil millones de
dólares, pese a que no están garantizadas su viabilidad económica, su
funcionalidad técnica ni su grado de impacto ambiental. Sin duda,
resultaría el final impactante de este tour.

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