Yo emito • En Bolivia persiste empleo precario e insuficiente

La encuesta realizada por el CEDLA en cinco ciudades de Bolivia evidencia un deterioro generalizado en la calidad del empleo. Una prueba clara de ello es que en el año 2008 solamente el 17,1% del total de trabajadores contaba con una ocupación plena y adecuada, el 24% tenía un trabajo precario moderado; mientras que el 58% tenía un trabajo precario extremo.

El desempleo, los bajos salarios y la precariedad laboral se mantienen entre los problemas más acuciantes de la sociedad boliviana. Las más de dos décadas de vigencia de políticas neoliberales, que impactaron negativamente en el desempeño del mercado de trabajo y los derechos de los trabajadores/as, hicieron que la reciente recuperación económica no haya frenado la precariedad laboral que se ha adueñado de las calles.

¿Qué caracteriza a la precariedad laboral en Bolivia? Este concepto agrupa a las formas de trabajo (algunas antiguas y otras nuevas) que presentan todas o algunas de las siguientes características: i) discontinuidad del trabajo: duración corta, riesgo elevado de pérdida, incertidumbre como norma; ii)iii)iv) bajas remuneraciones: salarios o ingresos mínimos, variables, sin promoción ni incentivos, entre otros. incapacidad de control sobre el trabajo: disponibilidad permanente, jornadas extensas, subordinación a las decisiones de los empleadores, elevado índice de rotación funcional; desprotección social del trabajador: ausencia de prestaciones sociales, alta discriminación y segregación.

Es evidente que la precariedad laboral se ha instalado en todos los sectores del mercado de trabajo y las actividades económicas, tanto entre los asalariados como entre los trabajadores independientes, y sus causas se vinculan con los cambios en la estructura ocupacional y las prácticas empresariales de flexibilidad laboral que han consolidado una tendencia, en la que la generación de empleo se da a expensas de su calidad.

DETERIORO DE LA CALIDAD DEL EMPLEO

Para el año 2008, analizando la estructura ocupacional consolidada en las principales ciudades del país (La Paz, Cochabamba, Santa Cruz, El Alto y Potosí, que concentran al 82% de la fuerza laboral de las ciudades capitales y al 62% de la fuerza laboral urbana), se encuentra que destacan cinco rasgos característicos:

1)  Baja calificación laboral. Existe una fuerte concentración en las ocupaciones que demandan menores calificaciones para su desempeño, lo que a su vez refleja el atraso tecnológico de la base productiva y el predominio de los servicios tradicionales en la economía de todas las ciudades. De hecho, el 63% de los ocupados se concentra en el estrato de trabajadores no calificados2; en El Alto llega al 75% y en Cochabamba al 66%. En el conjunto de las ciudades, la mitad del empleo asalariado y el 80% del trabajo independiente se ubica en puestos de trabajo no calificados. El bajo peso relativo del empleo calificado en el empleo total (17,9%) y en el empleo asalariado en particular (22,8%), es muy ilustrativo.

2)  El porcentaje de empleo asalariado, o grado de asalariamiento, se mantiene debajo del 50% y sube apenas al 51,6% cuando se incluye el empleo en actividades del servicio doméstico. En Santa Cruz y La Paz es algo mayor al 50%, mientras que en El Alto y Cochabamba llega al 44%.

3)  La urbanización sin industrialización sigue siendo una característica de los procesos de expansión de las principales ciudades del país. Así, dos tercios del empleo (61%) se concentran en actividades terciarias (servicios sociales, comunales y comercio). La industria manufacturera ocupa al 20% de la fuerza de trabajo, mientras que el peso del transporte y la construcción son relativamente reducidos. Esta estructura del empleo es similar en todas las ciudades excepto en El Alto, donde la menor presencia de servicios vinculados con la administración pública reduce la participación de este rubro en el empleo, en tanto que las actividades manufactureras (33%) superan al de las otras ciudades.

4)  El empleo se concentra en el sector familiar (40%) y semiempresarial (19,9%); considerando ambos sectores (59,9%) del empleo está concentrado en el llamado sector informal urbano. El sector empresarial participa con 27,5% y el estatal con menos de 10%. Los hogares, con un peso que ha disminuido en el tiempo, participan con 2,7%, principalmente en actividades de servicio doméstico.

5)  En El Alto tiene más peso el sector informal urbano (70,7%), en tanto que en Potosí lo tiene el sector estatal (46%), con una marcada inclinación al empleo formal. En Santa Cruz destaca el sector empresarial (33,9%).

6)  El aparato productivo urbano está conformado predominantemente por unidades económicas de pequeña escala, que operan con bajas dotaciones de capital y baja productividad.  Un estudio del BID de 2006 establece que el 83% del empleo se concentra en unidades económicas con menos de 10 trabajadores, mientras que las empresas de mayor tamaño (50 y más trabajadores) apenas ocupan al 8,7%. En términos del valor agregado esta relación se invierte, ya que los establecimientos de mayor tamaño participan con 80%, en tanto que la miríada de pequeñas unidades económicas apenas contribuye con el 3,3% del total. Las características de esta estructura del empleo y la baja productividad  laboral que la caracteriza,  permiten una mejor comprensión de las causas por las que existe una escasa demanda de mano de obra calificada (menos de un tercio del total: 31,7%) y  predominan los  empleos de baja calidad.

Esta estructura, observada ya en 1992, se ha consolidado en el contexto de las políticas neoliberales. Es decir, que después de 23 años de aplicación de políticas de libre mercado, que privilegiaron la orientación exportadora de la economía, no se ha logrado cambiar la estructura ocupacional en favor de la generación de empleos de calidad; más aún, la mayor dinámica de la producción de bienes transables en nichos del mercado externo,  antes que promover mejoras en la composición orgánica de capital, resultó en la punta de lanza para la difusión de estrategias y prácticas de flexibilidad laboral en el conjunto del mercado de trabajo.

LA MARCA DE LA FLEXIBILIZACIÓN LABORAL

Veamos ahora cómo el proceso de flexibilidad laboral, iniciado con la aplicación del régimen neoliberal, ha marcado huellas profundas en el funcionamiento del mercado de trabajo, en las formas de utilización y explotación de la fuerza laboral y en la desprotección social de los trabajadores.

En el escenario de un aparato productivo tecnológicamente atrasado y escasamente competitivo, el funcionamiento del mercado de trabajo estuvo marcado por las estrategias empresariales de abaratamiento de los costos laborales a través del ajuste en el número de trabajadores o mediante la contratación eventual o por obra, en función de las variaciones de la demanda, a través del aumento de las jornadas laborales sin una remuneración equivalente, o manteniendo bajos niveles de salarios.

Esto ha hecho que la desprotección social de los trabajadores aumente, a pesar de los intentos por restaurar la vigencia de la regulación estatal con la eliminación de las medidas de libre contratación y la implementación de políticas salariales de cumplimiento obligatorio por parte del sector privado (salario mínimo e indexación por inflación), lo que pone de manifiesto que la flexibilidad laboral todavía goza de buena salud en el país.

Ni siquiera el sector estatal, que tiene un peso limitado en el empleo total de las ciudades (10%), ha creado las condiciones para garantizar un empleo pleno a todos sus dependientes.

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