Página Siete • Campesinado y crisis: ¿economía de autosubsistencia?

– 24/02/2011

En el encuentro entre el presidente Evo Morales y una fracción del Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyo (Conamaq) hace algunos días atrás, uno de sus dirigentes, a modo de justificar la elevación del precio del azúcar, señalaba “que en los pueblos originarios no se consume azúcar”, dando a entender que el incremento de precios de este producto industrial no tendría ningún efecto entre unos comunarios que, supuestamente, seguirían viviendo en una suerte de economía natural o de autosubsistencia.

Este tipo de discurso, con algunos matices, es el que predomina entre las tendencias campesinistas e indigenistas que propugnan el hasta ahora inexplicado “concepto” del “vivir bien”. Sin embargo, la subida general de precios de los alimentos y la escasez de algunos de ellos han puesto en evidencia a estas tendencias y al propio oficialismo, que se esmeraron en los últimos años en idealizar a la comunidad campesina, hasta el extremo de sostener que sus habitantes prácticamente sólo tienen intercambio con la naturaleza y, por tanto, ninguna relación con el mercado capitalista.

La paulatina destrucción de la industria doméstica campesina de autoconsumo a cargo de la industria capitalista crea en el campesinado nuevas necesidades de productos industriales, tanto para el consumo personal como para el productivo, lo que implica mayores exigencias de dinero; asimismo, la instauración de la propiedad privada o usufructo privado de la tierra en las comunidades campesinas y la progresiva articulación de la producción agrícola al mercado han ido incorporando en las comunidades campesinas un régimen de relaciones económicas y sociales que muestra todas las contradicciones propias de cualquier economía mercantil y de cualquier capitalismo. Es decir, la compra y venta de productos agrícolas y manufactureros, de fuerza de trabajo, de parcelas y el arriendo de las mismas, la adquisición de préstamos bancarios o usurarios, etc., que traen consigo los inevitables procesos de diferenciación social o de “diferenciación campesina”, destruyen la antigua cohesión que caracterizaba a la comunidad “tradicional” o al comunalismo agrario.

Los datos relativos a la estructura de gastos de consumo de los hogares provenientes de la Encuesta Continua de Hogares 2003/2004 del INE, demuestran los importantes niveles de mercantilización de los hogares rurales en el país. Si bien es posible admitir que una parte de los alimentos consumidos por estos hogares –que representan el 47 % del total de sus gastos – puede ser de autoconsumo, el restante 53% de los gastos está destinado al consumo de distintos servicios (agua, electricidad, salud, transporte, recreación y educación) y a la adquisición de prendas de vestir, muebles y artículos domésticos para el hogar, entre los más importantes.

Asimismo, los datos relativos a la estructura de gastos de consumo en alimentos de los hogares rurales, muestran la importancia que vienen adquiriendo el consumo de productos manufacturados tales como el pan, arroz, pastas, mantequilla, margarina y aceites vegetales (28,9%). El rubro azúcar, mermeladas, chocolates y dulces representa, por ejemplo, el 3,9% del total del gasto en alimentos de los hogares rurales, porcentaje que es incluso superior al de los hogares urbanos que es del 2,6%.

Por ello, no es casual que campesinos de los ayllus del norte de Potosí hayan participado en la localidad de Llallagua en una marcha de protesta contra el agio, la especulación y el alza de los precios de los alimentos que derivó en saqueos de tiendas de abarrotes. Tampoco debe llamarnos la atención los pedidos de dirigentes de la Federación de Mujeres Campesinas Bartolina Sisa de La Paz, que demandan soluciones a la escasez de azúcar y arroz y que denuncian un incremento de los alimentos de la canasta familiar en las provincias paceñas. Los dirigentes de la Coordinadora de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC) también reclaman por la elevación de los precios del azúcar, el arroz y el aceite en sus comunidades.

Pero la mercantilización de los comunarios parcelarios no sólo se da por la vía del consumo personal o productivo de mercancías agrícolas o industriales, sino también por el destino de su propia producción. En este plano es importante recordar que hace ya más de veinte años atrás se constataba el carácter predominantemente mercantil de la producción campesina del país, pues los campesinos ricos destinaban al mercado el 75% de su producción, los campesinos medios el 65% y los campesinos pobres el 60% (Paz Danilo, 1988).

Y la presencia de campesinos ricos y pobres implica, además, el desarrollo de relaciones mercantil-capitalistas en las comunidades campesinas, donde los campesinos ricos producen con el concurso de peones o jornaleros asalariados reclutados entre los campesinos pobres.

Enrique Ormachea Saavedra es investigador del CEDLA.

http://www.paginasiete.bo/2011-02-25/Opinion/Destacados/18Opi00225-02-11-P720110225VIE.aspx

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