Página Siete • A propósito del reciente aumento de salarios • 03/05/2017
El 27 de abril el Presidente del Estado cedió a las presiones de la Central Obrera Boliviana al decidir aumentar el salario mínimo a 2.000 bolivianos y 7% al haber básico de quienes ganen más, retroactivamente a enero de este año. Mantiene así la política adoptada desde su primera gestión, de decidir aumentos de salarios sin consultar a los empleadores, no obstante que, por convenio internacional suscrito con la Organización Internacional del Trabajo, tiene la obligación de hacerlo.
Como resultado de esta política, en los últimos diez años el salario real de los obreros no especializados aumentó en 53% y el de los especializados, en 57%, (CEDLA, Página Siete 29.04.17) pero no debido a su mayor productividad sino en desmedro de gerentes y profesionales, cuyos salarios reales disminuyeron. Al aumentar de esta manera los salarios de los obreros se reduce la creación de empleo formal, y al disminuir los de los profesionales se induce a éstos a buscar empleo fuera del país, resultados ambos negativos para el desarrollo.
Por otro lado, ya que a unos se les aumenta y a otros se les disminuye, en promedio el salario real no ha aumentado sino disminuido levemente (1%). Ello implica que ha habido una redistribución entre asalariados formales pero no entre éstos y los empresarios. ¿Invierten éstos últimos sus mayores ingresos? – No en la medida en que debieran: aumentos inconsultos de salarios, bajísimos niveles de educación, extremas dificultades para abrir y cerrar empresas, asedio tributario a las empresas formales, y un boliviano sobrevaluado y pocos acuerdos de libre comercio, se orientan claramente a desincentivar el emprendedurismo, las exportaciones y la creación de empleo formal.
El boliviano sobrevaluado es sin duda el mayor freno para las exportaciones del sector privado: entre 2006 y 2016, mientras los precios de la canasta básica crecieron a un ritmo anual promedio de 7,4% (datos del INE), el precio del dólar tendió ¡a disminuir! a una tasa de -1,5% (datos del Banco Central). Como resultado, en 2016 los precios de la canasta básica habían aumentado en 74% mientras el del dólar había disminuido en 14,7%. Al tender abaratar lo importado respecto a lo producido nacionalmente Bolivia está subsidiando a las economías china, coreana, argentina, etcétera, de donde provienen las importaciones, al mismo tiempo que se desestimula al productor nacional.
Pero, al mismo tiempo, ha habido un aumento acelerado de la participación del Estado en actividades productivas, lo que refleja claramente una estrategia económica que se funda en la industrialización de los recursos naturales por obra del Estado, no en el desarrollo del conocimiento y el sector privado. ¿Es ésa la mejor estrategia? – Para empezar, agregar valor a los recursos naturales puede ser conveniente en algunos casos pero no siempre: todo depende de buscar escrupulosamente maximizar la respectiva rentabilidad social, lo que no se estaría haciendo.
Pero, además, ¿es el Estado el mejor inversionista? ¿Cómo se garantiza que en las empresas públicas se escoja sistemáticamente las combinaciones más económicas de conocimiento, maquinaria y tecnología? – Para empezar los profesionales a cargo de estas empresas deberían estar entre los más calificados, lo que ciertamente no se da. Para continuar ¿qué incentivos tienen para maximizar los beneficios de la inversión? – Tan sólo sus escasos sueldos y si acaso su patriotismo, pero también actúa en ellos su homo economicus, y lo decisivo en algunas asignaciones puede ser –ocurría con frecuencia- qué proveedor ofrece mayores aportes a su partido político y a la billetera de éstos.
La estrategia de concentrar el poder económico en políticos y debilitar el emprendedurismo está sostenida en una ideología muy simplista: que sólo generan valor los trabajadores mientras los empresarios privados se aprovechan de ello, y que el camino del desarrollo es la eliminación de la empresa privada o, al menos, la preponderancia del Estado. Ello justificaría mantenerse en el gobierno por cualquier medio, incluso mediante aumentos salariales que nada tienen que ver con el respectivo aporte de los beneficiados a la productividad. Pero -la historia lo ha demostrado- con este enfoque se concentra el poder pero no se supera el atraso.
Iván Finot, MSc en economía, experto internacional.
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