Opinión • Enatex nació de una empresa en quiebra y sin mercados • 24/05/2016
En 1996, en La Paz, se crea la empresa América Textil (Ametex), la textilera más moderna y más grande de Bolivia, con tecnología de punta en toda la cadena productiva -consistía en cinco fábricas- y un atractivo mercado de exportación asentado en Estados Unidos.
Ametex funcionaba bajo la modalidad de maquila y producía prendas para marcas de renombre como Polo, Lacoste, Tomy Hilfiger, Nautica y Lee, entre otras. Este emporio generó más de 4.000 fuentes de empleo directo y estaba a la cabeza de su principal accionista: el empresario Marcos Iberkleid.
Cinco años después inicia su debacle, el ataque terrorista a Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, comenzó a restringir el mercado en Estados Unidos para los textiles, de acuerdo a un informe de la Fundación Milenio.
El cierre de la Ley de Promoción de Preferencias Arancelarias Andinas y Erradicación de Drogas (ATPDEA), en 2008, significó el batacazo final para Ametex que, en 2012, pasa a manos del Estado.
El ATPDEA permitía a Bolivia exportar textiles a EEUU con arancel cero.
Para el año 2012, Iberkleid informa públicamente la quiebra de Ametex y el Gobierno decide asumir el control de la textilera, pese a la deuda de 15 millones de dólares que arrastraba la empresa, además de una alta carga laboral.
En junio de ese mismo año, la ministra de Desarrollo Productivo y Economía Plural, Teresa Morales, anuncia el nacimiento de la Empresa Nacional de Textiles, Enatex, creada a través del decreto 1253.
Primero, el Estado pagó un alquiler de 145 mil dólares mensuales y luego realizó la compra de todo el complejo por un precio de 17 millones de dólares. Sin embargo, el detalle de la transacción nunca se supo. No hubo un avalúo técnico para definir el precio de mercado de la industria, sostiene Bruno Rojas, investigador del CEDLA y uno de los autores del libro “País sin industrias, país con empleos precarios”, que incluye el estudio de Enatex.
Ya en 2005, Ametex registraba una deuda de 30 millones de dólares, aunque al momento de la transferencia al Estado sus acreencias llegaban a 15 millones.
El Estado asumió el control de la textilera con el fin de precautelar la estabilidad laboral y promover la producción textil en el país, es decir, fortalecer la producción y venta en el mercado nacional.
“El Estado fracasó en la creación de la empresa estatal, fracasó en la posibilidad de precautelar la estabilidad laboral de los trabajadores y en promover la industria nacional”, sostiene Rojas.
CIFRAS ROJAS Las cifras son claras: en 2012, el patrimonio de Enatex era de 61.1 millones de bolivianos y los pasivos sumaban 11.2 millones de bolivianos. Un año después, el patrimonio baja a 56 millones de bolivianos y los pasivos se suben a 52.6 millones de bolivianos.
Por tanto, según el análisis de Rojas, “el 94 por ciento del estado patrimonial de la textilera estaba comprometido a la enormidad de la deuda”.
En 2013, en el primer año de gestión de Enatex, la empresa registra una pérdida de 61 millones de bolivianos.
¿Las razones? Cuando arranca Enatex, solo operaba al 20 por ciento de su capacidad de producción, aunque luego subió a un 30 por ciento y no había logrado expandir su mercado.
MERCADOS La posibilidad de una apertura de nuevos nichos como Venezuela, Brasil y Cuba, “solo fueron ensayos”, no se concretaron. Además difícilmente se podría generar un mercado dentro del país, pues los productos de Ametex, de marcas de renombre, eran caros, frente a la competencia de los textiles chinos.
“El Gobierno ensaya la creación de una empresa sin tener conocimiento ni estudio de factibilidad, sin visión de que sea sostenible”, dice Rojas.
La perspectiva era salvar a una empresa con una deuda enorme, añade el investigador, sin considerar las debilidades que tenía con el mercado y la producción.
Esta posición es ratificada por los trabajadores de Enatex, quienes consideran que la principal causa para el cierre de la empresa fue la mala administración que derivó en la incapacidad para conseguir mercados para la producción.
“Han venido varios gerentes que no conocían del rubro y sus colaboradores o administrativos solo han hecho política, no se han preocupado de buscar mercados”, afirma Gerónimo Cori, secretario general del Sindicato Central Enatex.
La producción textil, detalla Cori, se exportaba solo al mercado argentino. “¿Dónde queda eso?, lo fuerte para nosotros era el mercado externo y siempre hemos exigido la apertura de más mercados”.
A nivel interno, los trabajadores plantearon al Ministerio de Desarrollo Productivo que Enatex se haga cargo de confeccionar los uniformes de las Fuerzas Armadas, Policía y de funcionarios de entidades púbicas como alcaldías y subgobernaciones. “Han hecho caso omiso”, dice Jhonny Huanca, dirigente de los trabajadores.
OPINIÓN buscó conocer la versión de Milton Verástegui, gerente hasta hace dos semanas de Enatex, pero dijo no estar autorizado para emitir declaraciones. También se solicitó una entrevista con la Ministra de Desarrollo Productivo sin respuesta alguna.
“Ha habido una mala administración pese a que el Gobierno ha inyectado recursos”, dice Huanca. El personal operativo de la empresa aceptó que su cuota de producción, de la que dependía su salario, sea reducida de 4.500 bolivianos a 1.500. Pero mientras los sueldos de los obreros iban de 1.500 a 2.500 bolivianos, el personal administrativo de Enatex cobraba de 3.500 a 12.000 bolivianos.
Centro de Servicios, inviable
El cierre de Enatex y su cambio a un Centro de Servicios Tecnológicos apunta a otro fracaso.
El 15 de mayo, la ministra de Desarrollo Productivo y Economía Plural, Verónica Ramos, anunció el cierre de Enatex y su transformación en un Centro de Servicios Tecnológicos para la industria textil, el cual comenzará a operar en 60 días.
El investigador del Centro de Estudios Laborales y Agrarios (CEDLA), Bruno Rojas, sostiene que este proyecto no cuenta con un estudio de prefactibilidad que demuestre la sostenibilidad del mismo y dé una perspectiva de continuidad. “No tiene forma, ni cuerpo, ni utilidad, no hay plan de administración”.
Según el CEDLA, en Bolivia existen alrededor de 29 mil empresas textileras que podrían ser beneficiadas por el Centro de Servicios de Enatex, sin embargo, si se mira en detalle, la mayor parte de las textileras son micro y pequeñas empresas que se caracterizan por el rezago tecnológico y no requerirán los servicios del centro estatal.
“Hay un rezago de procesos productivos, no hay ninguna búsqueda de mercados, son grupos que se conforman con el entorno familiar, empresas familiares que buscan maximizar sus ingresos”.
El investigador recordó que Bolivia tiene un bajo nivel de industrialización y solo el 10 por ciento del conjunto de las textileras corresponde a empresas grandes que ya tienen sus propios procesos tecnológicos, por tanto, no requerirán de los servicios del Centro de Servicios de Enatex.
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