De un momento a otro aparecieron y fueron multitudes. Tomaron las calles llevando la bandera de Bolivia en la espalda. No faltó el que iba disfrazado de su héroe favorito, tal vez porque no terminó de dejar la infancia. Todas sus frases fueron y son contra Evo Morales. Ellas y ellos son los jóvenes.

Ni en su peor pesadilla, Evo Morales les vio venir. Y ahora no sabe qué hacer con ellos. Como siempre, su primera reacción ante los adversarios ha sido criticarlos y luego insultarlos. A los jóvenes les dijo que fueron a marchar por “notita” y “platita”. Pero no les pudo llamar imperialistas, porque la palabra no calza con quienes crecieron mientras él estaba en el poder. ¿Cómo podría explicar que desde su Ministerio de Educación se formaron vendepatrias, imperialistas o neoliberales?

No sabe qué hacer con ellos porque, además, no sabe cómo funcionan ni qué les gusta ni a qué temen ni con qué sueñan. Fueron durante todo su Gobierno invisibles. Seres pensados sólo desde el deporte y las canchas. Seres sin trabajo digno, sin una buena oportunidad. Según datos que maneja el Cedla, el 65 por ciento de las y los jóvenes entre los 15 y 24 años de las ciudades capitales está en el sector informal, con empleos precarios y desprotegidos.

A quien no tiene un trabajo digno, qué puede decirles Evo Morales que estuvo en el poder durante más de 13 años con la promesa del cambio. El 60 por ciento de esos jóvenes gana alrededor de 2.331 bolivianos.

Ni Evo Morales ni los demás candidatos conocen a los jóvenes. Estos últimos prometieron incorporarlos para las elecciones generales de este año; pero a la hora de la verdad, únicamente el 13 por ciento de las listas de candidatos y candidatas fue ocupado por ellas y ellos. Les mintieron, eso sucedió.

Y los jóvenes saben que los políticos mienten. Lo supieron desde niños y, por eso, los aborrecen. Más de uno aclaró en los últimos días durante las marchas que ellos no luchan por Carlos Mesa, lo hacen por su voto, por la democracia.

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