La Razón • Capacidad productiva del obrero, a la zaga de la región

La productividad de los trabajadores, un factor que contribuye a la generación de riqueza de un país y de sus empresas, avanza a paso lento en Bolivia y aún se mantiene muy distante de los rendimientos obtenidos por obreros de otros países de la región.

Cifras del Instituto Nacional de Estadística y la Organización Internacional del Trabajo procesadas por la Cámara Nacional de Comercio (CNC) dan cuenta de que entre 2006 y 2017 el rendimiento anual promedio por trabajador en Bolivia se incrementó de $us 10.896 a 15.081 (+38,4%), mientras que la media del indicador en Latinoamérica aumentó de $us 51.907 a 69.544 (+33,9%).

El año pasado, “un trabajador en Bolivia produjo solo el 21,6% de lo que se obtiene por obrero en el resto de los países de la región”, subraya Gustavo Jáuregui, gerente general de la institución privada.

“En el país, la productividad no ha crecido al ritmo de los incrementos salariales (un acumulado de 163% al mínimo nacional entre 2006 y 2017 y de 97,5% al básico)”, lamenta el presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), Ronald Nostas.

De acuerdo con datos de la CEPAL, “la productividad en Bolivia está entre las más bajas de América Latina y el Caribe, y es la peor de Sudamérica, brecha que se ha acentuado en la última década a partir de las mejoras logradas en países como Perú, Honduras y Guatemala, que han conseguido mejores índices de adopción de tecnología, junto con una reconversión de sus aparatos productivos, que se han enfocado sobre todo en los servicios de mayor valor agregado”, explica Jáuregui.

Metas. “En la medida en que los países sean más productivos, tendrán mayores niveles de crecimiento, generación de empleo e inversión. La productividad es el secreto del crecimiento de las empresas y de las naciones”, considera el economista y asesor de la Cámara Nacional de Industrias (CNI) Hugo Siles acerca del indicador, entendido en general como la generación de bienes y servicios con un factor utilizado (trabajador, máquina, capital, tiempo, costes, etc.) durante un periodo determinado.

Jáuregui recuerda que los factores que ahogaron el crecimiento de la productividad entre 1980 y 2000 estuvieron relacionados con un “muy bajo” recambio tecnológico, una tendencia que se pudo haber revertido en los últimos 15 años con el “favorable contexto” económico por el que atravesó el país. Sin embargo, agrega, esas inversiones no llegaron a hacerse realidad debido a los “excesivos incrementos en los costos laborales”.

Políticas. Horacio Villegas, presidente de la CNI, coincide en que un factor que no ayuda a las empresas a ser más productivas es “tener una política salarial con incrementos ciegos”.

La mejora en el indicador, según Nostas, no solo va de la mano de inversiones empresariales en tecnología, sino también en capacitación, fuentes de trabajo y adquisición de maquinaria, además del interés de los trabajadores en ser más competitivos y adquirir más educación.

Este actual bajo nivel de productividad, de acuerdo con información de la CEPB, significa que en términos reales una parte creciente del valor de la producción se ha consumido en retribuciones al personal, mermando posibilidades de inversión y expansión de la propia producción.

“Al final, la política salarial sin mejoras en la capacitación para nuestros trabajadores ha neutralizado el efecto del avance tecnológico en la producción”, afirma el Gerente General de la CNC.

Los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) o del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) —indica— confirman que el rendimiento laboral en el país no avanza a un mayor ritmo debido a “la falta de: innovación, un clima adecuado de inversiones y recambio tecnológico, junto con falta de incentivos hacia la fuerza laboral para especializarse y vincular el salario con mayor productividad”.

Pero éstos no son los únicos factores que mantienen la productividad rezagada, según Vitaliano Mamani, secretario de Organización de la Central Obrera Boliviana (COB).

“Nosotros siempre hemos estado peleando por cuidar el mercado interno, porque lamentablemente —de un tiempo a esta parte— se ha matado la industria nacional con la prendería usada, con el contrabando y con la mercadería china que ingresa de manera legal. Eso es lo que ha bajado la productividad de las empresas, la falta de mercado”, señala.

“El trabajador tiene todo y hay empresas que tienen maquinaria, pero de qué sirve que como fabriles produzcamos 1.000 toneladas de algo, si no hay dónde vender esos productos. El Estado, las gobernaciones y los municipios deben consumir lo nuestro, así aumentaremos la capacidad productiva y crearemos nuevas fuentes de trabajo”, sostiene.

El ABC del desarrollo en Bolivia, elaborado por investigadores e invitados del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (Inesad) y publicado en 2016, da cuenta de que “los países que han experimentado incrementos remarcables en su productividad a nivel mundial en las últimas décadas —como China, India y otros del Este Asiático y el Pacífico— se han preocupado también por generar estructuras socioeconómicas e institucionales adecuadas para el desarrollo productivo; lo que, en conjunto, se ha reflejado en altas tasas de crecimiento económico y menores niveles de pobreza”.

“En este contexto”, indica, “los desafíos para dinamizar la productividad laboral en Bolivia apuntan justamente a mejorar estas estructuras socioeconómicas e institucionales que limitan el desarrollo productivo, las cuales se relacionan con el acceso a financiamiento, buena cobertura y calidad en educación y salud, provisión adecuada de servicios básicos y de infraestructura para el transporte, estable entorno macroeconómico, normas claras y estables y baja burocracia estatal, entre otros”.

La calidad  del empleo se deteriora cada vez más

Las condiciones del empleo en Bolivia se han deteriorado en los últimos años, lo que causa una mayor informalidad en el mercado laboral, migración y la reestructuración del aporte familiar a la economía, según expertos.

“Desde hace varios años, estamos viviendo en el país un deterioro creciente de la calidad del empleo, lo que se traduce en una mayor precarización de las condiciones de trabajo, menor estabilidad laboral y salarios bajos”, alerta Bruno Rojas, del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA). “En Bolivia, estamos viviendo una crisis estructural del empleo”, subraya.

Datos a 2015 del Ministerio de Trabajo Empleo y Previsión Social dan cuenta de que en el país el 59,7% de los trabajadores se encuentra en el mercado laboral informal y el 40,3% en el formal.

Esa proporción, no obstante, es cuantificada por la CNC en 78,2% informal y 21,8% formal.

“La estabilidad laboral beneficia en este momento solo a cuatro de cada 10 personas ocupadas, una precariedad que hace que el 65% de los ocupados gane por debajo del costo de la canasta básica (calculada para 2016 en Bs 2.443)”, y que el 80% de los empleos no ofrezcan seguridad social, en especial en salud y jubilaciones, sostiene el investigador del CEDLA.

“Nos preocupa la calidad del empleo, porque estamos informalizando cada vez más sectores de la economía y eso significa trabajos precarios”, dice Juan Carlos Núñez, director de la Fundación Jubileo.

El experto advierte que si no se generan en el país las condiciones para que haya empleos dignos, la calidad de vida de las familias se reducirá. “La informalidad se basa en el comercio y los servicios, que no son productivos y no son sostenibles en el tiempo. Entonces, tenemos que fijar estrategias que impulsen la productividad en el país. De lo contrario, sobrevendrán situaciones más complejas que pueden traducirse en un retorno a la pobreza”, afirma.

Bases. Un estudio del CEDLA revela que entre junio de 2016 y junio de 2017 el salario real aumentó “solo en 0,1%”. “En 2006 un trabajador podía comprar hasta cinco panes con Bs 1, hoy solo puede comprar dos panes con ese monto”, ejemplificó Rojas.

“La pérdida creciente del salario real pone en emergencia a las familias”, cuyos jefes de hogar deben buscar ocupaciones secundarias para compensar la menor cantidad de ingresos recibidos. Además, la mujer y los hijos deben trabajar, lo que incrementa el trabajo infantil y aumenta la migración interna a Santa Cruz en busca de mejores ingresos y fuentes de empleo, pero también la salida de ciudadanos a Chile, Argentina y Brasil, detalla el especialista.

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