Correo del Sur • Cedla: Precariedad laboral afecta a todos en las ciudades • 27/09/2016
Una alta precariedad laboral afecta a todos los grupos sociales de las ciudades en el actual escenario nacional, según el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA). Esta realidad, que toca más a las clases medias independientes, a la clase obrera de la industria, la construcción y los servicios, así como a las clases medias bajas de los sectores público y privado, tiende a profundizarse porque se prevé que la desaceleración económica seguirá debilitando la generación de empleo asalariado.
Información proporcionada a CAPITALES por Bruno Rojas, investigador del Cedla, da cuenta de que solo el 8.6% de los trabajadores contaba en 2014 con un empleo pleno o no precario. Solo el 10% de los hombres y el 8% de las mujeres lograron esta condición en su trabajo para ese año.
Se entiende por ‘precariedad laboral’ a aquellas formas de trabajo que presentan ciertas características: temporalidad, discontinuidad y riesgo elevado de pérdida, jornadas extensas, disponibilidad permanente, elevado índice de rotación, ausencia de prestaciones sociales, bajas remuneraciones, salarios o ingresos y otros. En ese sentido, en los indicadores y análisis del Cedla compartidos con este suplemento se priorizaron las variables de estabilidad laboral, ingresos y acceso a la seguridad social.
Población ocupada
Con estos elementos, la población ocupada puede clasificarse en tres grandes grupos: con inserción laboral plena o no precaria; precaria moderada; y precariedad extrema.
En el primer grupo, los trabajadores cuentan con un empleo estable, remunerado en un monto igual o superior al 50% del costo de una canasta básica familiar (62.95%) y sujeto a las prestaciones de seguridad social; en el segundo, al menos una de estas condiciones no se cumple, mientras que en el tercero los trabajadores no acceden a ninguna de estas condiciones.
En este contexto, en 2014 solo el 15.5% de los trabajadores asalariados logró acceder a un empleo adecuado, es decir estable, bien remunerado y socialmente protegido. Sin embargo, la peor situación se registró entre los trabajadores independientes, pues la proporción que tenía una ocupación plena o no precaria se mantuvo en torno al 2.3%.
Deterioro de la calidad
“Durante el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), el empleo, los ingresos y otras condiciones laborales continuaron siendo las principales variables de ajuste para mantener una inserción subordinada en la economía mundial y para paliar los efectos de las crisis capitalistas sobre la economía nacional, en medio de un discurso de inclusión social y de reducción de la pobreza que actualmente se amplifica para aplacar las tensiones sociales emergentes”, según una investigación próxima a ser publicada por el Cedla, uno de cuyos autores es el propio Rojas.
Añade que una variante de este indicador, incluyendo todos los beneficios complementarios al salario neto (remuneración), eleva apenas a 18% la proporción de asalariados con empleos adecuados y refleja que los incrementos salariales se negocian por fuera de las disposiciones legales correspondientes.
Todo muestra que se profundizó el deterioro de la calidad del empleo y del trabajo independiente: más de la mitad de todos los ocupados, uno de cada tres asalariados y dos de cada tres independientes trabajaban en 2014 en condiciones de precariedad extrema. Es decir que enfrentan mayores dificultades para asegurar la reproducción cotidiana de su fuerza de trabajo, lo que, según dicha investigación, se proyectará hacia el futuro a causa de su acceso limitado al sistema de pensiones o la discontinuidad de sus cotizaciones, ya sea por la temporalidad en sus empleos o por sus ingresos bajos y fluctuantes.
Funcionamiento del mercado
Según el estudio del Cedla, dado que las características estructurales del aparato productivo asentado en las pequeñas y micro unidades económicas que operan con muy baja productividad no se modificaron en los últimos 30 años, la precariedad laboral imperante puede atribuirse al funcionamiento general del mercado de trabajo, donde las relaciones contractuales al margen de la legislación laboral se fueron generalizando, abonando las condiciones para la mayor explotación del trabajo.
Añade que no hay evidencias que permitan asociar empleos de calidad con los sectores estatal o empresarial (sector formal) y empleos precarios con los sectores semiempresarial y familiar (sector informal); y que el capital empresarial terminó por imponerse sobre el trabajo, individualizando cada vez más las relaciones laborales para seguir con la eliminación de los derechos conquistados por los trabajadores, con el consiguiente deterioro de las condiciones laborales.
Privados y públicos
Es así que, de acuerdo con el estudio investigativo del Cedla, el sector empresarial apenas genera empleos de calidad para el 17% de sus trabajadores, un porcentaje muy cercano al promedio general, en tanto que el sector estatal, con un marcado descenso, ofrece esta condición al 27% de sus empleados.
Si así ocurre en el “sector formal”, no resulta extraño que los buenos empleos sean realmente escasos en el sector semiempresarial (2.6%), en las actividades mercantiles simples o familiares (1.5%) o que sean inexistentes en el servicio doméstico.
Sin embargo, una vez marcada la tendencia general, los investigadores consideran importante detenerse en las diferencias: En el sector estatal, el empleo precario extremo tiene poca incidencia, más bien predomina el empleo precario moderado, con un porcentaje que duplica al empleo de calidad.
En el sector empresarial se encuentra una situación intermedia, donde la mitad de los empleos son precarios moderados, en tanto que el resto se polariza con un peso asentado en el empleo precario extremo, casi el doble en comparación con el empleo de calidad.
Peores condiciones
El servicio doméstico —conformado en su mayoría por mujeres— ofrece las peores condiciones de trabajo, a juzgar por el aumento de la proporción de empleos con extrema precariedad.
Entre los más afectados por la precariedad laboral están los jóvenes, pero también los adultos que tienen bajas calificaciones formales, y los trabajadores mayores de 40 años despedidos o que salen de la inactividad para retornar al mercado laboral y se dedican a cualquier actividad que les genere un ingreso por muy temporal o reducido que sea.
CIFRAS
17 por ciento de los trabajadores de empresas privadas estaba en algún empleo considerado de calidad en 2014.
27 por ciento de los trabajadores de oficinas públicas gozaba en 2014 de un empleo considerado de calidad.
“Frente a la situación de precariedad laboral, salarial y social que tiende a profundizarse en el contexto de un modelo económico donde ‘lo social, comunitario y productivo’ se quedó solo en el discurso, la cuestión es si los trabajadores serán capaces de articular y movilizar a la mayoría social en torno a objetivos estratégicos que permitan abrir el camino hacia un nuevo escenario de transformaciones económicas y sociales, avanzando hacia relaciones de producción basadas en la cooperación y la solidaridad, con una perspectiva centrada en la satisfacción de las necesidades esenciales de la población, más allá de la lógica mercantil capitalista”, reflexionan los autores de la investigación.
Más desempleo e informalidad
De acuerdo con las previsiones del Cedla, al igual que ocurrió en otros momentos de contracción económica, la desaceleración de la economía podría llevar a un aumento de la ocupación en actividades organizadas bajo formas familiares y semiempresariales, que cobrarían impulso tanto por la creciente tercerización y subcontratación en el sector empresarial público y privado como por las estrategias de subsistencia de la fuerza de trabajo menos calificada.
En esas condiciones, el desempleo y la precariedad laboral entre los asalariados crecerían y sus efectos se trasladarían de manera progresiva a la esfera del trabajo independiente por el aumento de nuevos trabajadores y la caída de sus ingresos medios.
Según la investigación del Cedla, resurgirá el fenómeno del “trabajador adicional”, o la simple salida de mujeres y jóvenes al mercado laboral para compensar, al menos en parte, el deterioro de los ingresos familiares ocasionado por el desempleo o las bajas remuneraciones de los hombres y mujeres jefes/as de hogar.
En este escenario, junto con la degradación en las condiciones de reproducción de la fuerza laboral, podría aumentar el desempleo, sobre todo entre los más escolarizados, las mujeres, los jóvenes y los hombres adultos mayores de 45 años.
Recomendaciones
Los autores del estudio del Cedla señalan que, coincidiendo con el planteamiento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) 2016, en el mediano y más largo plazo, resulta impostergable diseñar y ejecutar políticas de desarrollo productivo para diversificar las estructuras de producción y promover aumento de productividad y crecimiento de empresas.
Pero esto, agregan ellos, solo se puede lograr creando más y mejores empleos que permitan un desarrollo inclusivo, tanto económica como socialmente y menos vulnerable frente a los ciclos de los precios internacionales. Y sentencias que en Bolivia, esta fue una de las principales apuestas del plan de gobierno de Evo Morales en 2006. Diez años después, todavía es el desafío pendiente.
El Cedla y sus datos
El Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), como asociación civil privada sin fines de lucro, con sede en La Paz, es un centro de investigación que genera y difunde conocimiento crítico sobre la problemática laboral con incidencia en el debate público y en la acción de los trabajadores y sus organizaciones.
La información aquí contenida se basa en datos oficiales del INE del año 2014 (no existen más actuales) y se encuentra en un libro aún inédito, titulado “Jóvenes asalariados y precariedad laboral. Situación de los derechos laborales en Bolivia 2012 – 2015”, de los autores Bruno Rojas, Silvia Escobar y Giovanna Hurtado, con análisis y gráficos sobre la situación del empleo y el desempleo en el país.
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