Clarín • Bolivia: realidades sociales que desmienten las utopías • 12/05/2012

Bolivia: realidades sociales que desmienten las utopías
Por Marcelo Cantelmi

Desbordado por la ola de conflictos y protestas, el gobierno de Evo Morales apela al conocido expediente de denunciar conspiraciones y negar los datos económicos adversos.

Nadie se va de donde no cree haber llegado. Es una confusión que hasta puede revelar cierta dudosa honestidad original entre los que se pretende y lo que acaba ocurriendo. En cualquier caso, es la realidad la que acaba por desmontar mitos y mostrar las cosas tal como son . Sucede eso hoy en Bolivia. El país del altiplano ha sido uno de los escenarios más notables de la oleada en la región de regímenes reformistas o progresistas, como se autodenominan, que se consolidaron tras la década ultraliberal. Las fisuras que esos experimentos están mostrando parecen denunciar menos un desgaste lógico, el costo por sus enormes debilidades ideológicas que los llevan inevitablemente a donde no pretenden estar. El presidente Evo Morales que buscó representar a las capas oprimidas de su país, soportó el año pasado un récord de 1.300 conflictos sociales planteados por esas mismas masas desencantadas . Y suman ya 300 los que se han producido en lo va de este 2012 según la Fundación UnirBolivia.

Ese aluvión de protestas cuestiona de modo fatal una propuesta a la que esos trabajadores le dieron dos contundentes victorias, 54% en 2006 cuando Evo llegó al poder y 64% en la reelección de 2010. El gobierno que se autodefine socialista, prefiere ver en ese sinfín de huelgas una conjura destituyente, y llegó a enlistar como esbirros de la CIA a los líderes de maestros, médicos, campesinos o mineros, en algunos casos en paro desde hace cinco semanas.

Las cosas, en verdad, son mucho menos conspirativas . Evo logró, es cierto, un cambio notable en el país que incluyó la duplicación del PBI per cápita desde mil a dos mil dólares y una baja vibrante del desempleo. Pero algo ha sucedido con esos flujos porque la distribución del ingreso se ha mantenido en los mismos niveles explosivos que conoció Bolivia en parte de sus épocas de mayor saqueo y maltrato social, según datos del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario.

Esa ONG denuncia la existencia de una extendida precariedad en los niveles laborales, además de una persistente presión impositiva de carácter regresivo basada esencialmente en el IVA al consumo.

Apenas 20% de los asalariados tiene un trabajo regular. La enorme mayoría restante va en negro y su remuneración sin beneficios ignora el complejo panorama inflacionario. El sueldo mínimo en ese país llega con los últimos aumentos gubernamentales a 141 dólares. Si se analiza su poder adquisitivo, es la remuneración más baja de la región pero, además, equivalente a valores similares de hace diez años. Los sindicatos reclaman una base diez veces superior, 1.200 dólares, pero les han ofrecido apenas el 7% anual.

En estas horas, el país ha visto multitud de marchas y huelgas que han paralizado La Paz y el Alto en demanda de aumentos y mejoras laborales, cuya virulencia cuestiona la identidad profunda del gobierno de Morales . El pasado jueves los mineros encabezaron una masiva protesta a la que se sumaron médicos y universitarios y en la que el líder de la legendaria Confederación Obrera Boliviana, Juan Carlos Trujillo, un minero del poderoso sindicato de Huanuni, demandó a Evo que defina si va a dialogar. Estos mineros fueron determinantes en la caída del presidente liberal Gonzalo Sánchez de Lozada en 2003, derrocado después de masacrar a más de 70 personas que repudiaban su decisión de reducir el déficit fiscal con un recorte masivo de los salarios de los empleados estatales, incluyendo las fuerzas de seguridad que se sumaron a la protesta.

Sanchez de Lozada “Goñi”, fue el primer presidente boliviano que las bases, y no los poderes tradicionales como en otros países, tiraron por la ventana en una acción sin precedentes en la región que se repitió luego con Carlos Mesa. Esa tensión cesó cuando se instauró por el voto la excepcionalidad de la presidencia de Morales, un dirigente indígena campesino cocalero del Chapare quien surgió con una retórica que reproducía el guión antiajuste que se repetía como un credo en la región. Pero la limitada capacidad de cambio del régimen se advierte en esos números de la crisis distributiva. Hay datos aún más elocuentes. Si bien el índice de inflación creció el año pasado hasta casi 7%, los precios de algunos alimentos básicos saltaron hasta 18%, con el azúcar por momentos en más de 100% o el transporte, 52,7% . Es un panorama asfixiante en la base de la pirámide de un país que, pese a sus riquezas energéticas y minerales, convive con 60% de su población bajo la línea de la pobreza.

Además de la tumultuosa y crónica escena de demandas, Morales está desafiado por un déficit fiscal de US$ 800 millones que se alimenta, como en nuestro país, en los subsidios a los combustibles que no puede eliminar por el impacto que tendría en el costo de vida . El presidente ya debió desactivar en diciembre último, por la resistencia popular, un tarifazo de 80% en el precio de las naftas con el que intentó escapar de esas subvenciones. También tuvo que suspender, pero momentáneamente, la construcción de una polémica ruta que favorece a los cocaleros y que arrasaría una reserva natural habitada por una comunidad autóctona que denuncia, nada menos, que el gobierno de Evo ignora una de sus mayores banderas y no respeta a los pueblos indígenas.

Atrapado en ese cerrojo de realismo, Morales cometió este 1° de mayo otro fuerte derrape contra las huelgas al demandar que la gente trabaje “desde el amanecer hasta que se va el sol”, un mensaje que ni un derechista de nota se hubiera atrevido a formular. Eso enfureció aún más a los sindicatos que sienten que como nunca antes les han malversado sus consignas . “Todo puede ocurrir en este país. Si el gobierno cae no será culpa de los mineros, sino de su soberbia por no escuchar a los sindicatos”, lo cruzó el dirigente minero de la COB Jaime Solares. La nacionalización, con virtual acuerdo de Madrid, de una firma de electricidad española, fue una máscara a caballo del caso YPF en Argentina para vitaminizar aquella identidad libertaria herida.

Es que hay otro aspecto en este juego y es la confusión entre los halcones del régimen que carecen de capacidad para aceptar un relato que contradiga el propio. Como en otros países que danzan al ritmo de estos dogmas , claramente el chavismo venezolano, sucede que en Bolivia la noción suele ser que el electorado no está para elegir sino sólo convalidar lo que el líder ha decidido.

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