PIEB • La veta del trabajo minero en disputa

Martha Otazú* Frente a coyunturas de bajos precios, el sistema cooperativo fue una salida para incrementar la producción y para comercializar mayores volúmenes de mineral, contribuyendo así a la generación de empleo, según el investigador Hans Möeller S, autor de Dinamitas y contaminantes. Cooperativas mineras y su incidencia en la problemática ambiental (PIEB, 2002). Sin embargo, se trata de una fuente de trabajo temporal y precario. Hay diferencia entre los mineros asalariados que reciben un ingreso mensual y cuentan con los beneficios sociales que manda la ley; por su parte, los cooperativistas deben producir una determinada cantidad de mineral, procesarlo y comercializarlo. “Si un cooperativista no trabaja un día, no tiene ingresos”, afirma Möeller. Esa visión dispar de ambos sectores sobre el trabajo minero genera distintas reacciones a determinadas situaciones, según el investigador. El precio del estaño alcanzó en los últimos meses el precio récord de 10 dólares. A pesar de esa bonanza, los mineros asalariados ingresaron en una huelga muy larga sin aprovechar la coyuntura para generar más recursos. En contrapartida, observa Möeller, los cooperativista estuvieron abocados a utilizar favorablemente los precios pues ellos requieren el ingreso continuo y, a pesar de las dificultades que tienen a nivel productivo, siguen incrementando sus niveles de producción. La Empresa Minera Huanuni (EMH) ha incrementado en 500 por ciento el número de sus trabajadores –de 800 a cerca de cinco mil– sin embargo, afirma el investigador, la producción no ha subido en proporción significativa: sólo 20 ó 30 por ciento. El Gobierno, sin embargo, tiene otra percepción. Según la página la agencia de noticias APG, el sector de los cooperativistas mineros se ha beneficiado desde el primer gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada hasta esta gestión con más de 130 millones de dólares a fondo perdido en diferentes programas de apoyo, dice. De acuerdo al Gobierno, añade, las cooperativas ubicadas en la zona tradicional de la minería boliviana (Oruro y Potosí) mantienen relaciones directas con Comibol mediante contratos de arrendamiento para la explotación de estaño, plomo, plata, wólfram, cobre, cadmio, bismuto y otros minerales. Por otra parte, el proceso de explotación se realizaría mediante sistemas intensivos en mano de obra, en yacimientos de propiedad estatal, con una estructura de costos bajos, sin inversiones propias debido al equipamiento otorgado por la estatal minera. “Las cooperativas pagan solamente el Impuesto Complementario de la Minería (ICM) y el canon de arrendamiento. No pagan IVA, Impuesto a las Utilidades, a las transacciones, entre otros”. Durante el periodo 2001-2003 se registró una severa crisis de precios en el mercado internacional de metales, observándose la histórica caída de precios de los minerales que en septiembre de dicho año descendió de 1,60 dólares la libra fina de estaño y de 0,33 dólares la libra fina del zinc. Para evitar el colapso de la producción minera y particularmente del empleo nacional mediante decreto supremo se otorgaron a las cooperativas varios programas de apoyo y fomento de fondo perdido. Sin coincidencias Con todo, dice Möeller, la situación de las cooperativas es de desventaja. Y aún así, la permanencia de los cooperativistas en las minas se debe a varios factores. Uno de ellos es que muchos son también agricultores y, en tiempos de crisis, tuvieron actividades alternativas a la minería con las cuales sostenerse, dando incluso trabajo a personas desocupadas. Este trabajo casi paralelo en las minas y en la tierra es uno de los factores que les ha permitido enfrentar las crisis internacionales y nacionales con poco capital, dice Möeller, dando incluso trabajo a personas desocupadas. Se estima que luego de la relocalización existieron 60 mil coopertativistas trabajando en las minas “no rentables”, creando 120 mil empleos indirectos, según el artículo de Moëller “Mineros cooperativistas y mineros asalariados, una veta conflictiva”, en T’inkazos 22 (PIEB, 2007). Los mineros asalariados no sólo tienen un sueldo fijo, sino servicios sociales, bonos, atención médica y reconocimiento a años de trabajo. Las características del trabajo de los cooperativistas es el bajo nivel de seguridad ocupacional, escaso bienestar social, limitado grado de formación técnica de los socios. En el caso del trabajo de los cooperativistas, todos ellos deben trabajar dentro la mina y hay una distribución más equitativa de los recursos y mayor participación en al producción. Los trabajos burocráticos o de administración son prácticamente inexistentes. A nivel económico lo que interesa es que al final de la jornada haya productividad. Otra de las características de los cooperativistas es que no tienen capacidad de endeudamiento. Una parte de lo que ganan lo destinan a mejorar su equipamiento, y el resto lo invierten en vivienda, educación o comprar automóviles. Ahora bien, los cooperativistas de todas manera tienen una relación fluida con el Estado, pues venden su producción a fundiciones estatales, mientras que los asalariados, especialmente los de empresas privadas, prefieren vender a empresas de fundición de estaño de Perú, cuyos precios son altos, perjudicando a la producción en Bolivia. Mineros en conflicto Los conflictos suscitados en el cerro de Posokoni en octubre de 2006 evidenciaron la situación de la minería en Bolivia. El Decreto Supremo 21060, dictado por Víctor Paz Estensoro, provocó la relocalización de más de 27 mil trabajadores de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL). Se creyó que era el fin de la minería, pero no. Las operaciones de grandes y medianas empresas, como la estatal EMH, se entregaron entonces, en calidad de arrendamiento, a las cooperativas mineras organizadas por los mismos trabajadores despedidos. Muchos mineros pequeños optaron por no tener empleados y así dejar de pagar salarios fijos y beneficios. Hicieron socios a quienes les vendían en mineral, se lee en el artículo “La confrontación de los trabajadores de la minería en torno a Huanuni”, de Osvaldo Guachalla H, investigador del Observatorio Boliviano de Industrias Extractivas (OBIE) del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA). La reestructuración de la COMIBOL ocasionó un rápido descenso de la participación del sector minero en el empleo nacional, parcialmente compensado por el crecimiento de las cooperativas, aunque las condiciones que ofrecen no sean nada equivalentes. El crecimiento de la economía asiática, especialmente la China, ocasión la subida creciente del precio de los minerales en el mercado internacional a partir de 2002. Esta coyuntura ha repercutido directamente en el sector minero del país, planteándose la necesidad de su reactivación. Las altas cotizaciones incentivaron una mayor producción de concentrados, particularmente de estaño, entre los cooperativistas de Huanuni. La Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), por su parte, demandó al Gobierno la refundación de la Comibol sobre la base de los yacimientos de Posokoni y otros de su propiedad. En los últimos años, los cooperativistas mineros, agrupados en la Federación Nacional de Cooperativistas Mineros de Bolivia (Fencomin), calificada como “brazo social de los gobiernos de turno”(La Razón, mayo 2006), iniciaron una arremetida no sólo económica sino política. Apuntaron su expansión a vetas que no requieren inversión en su exploración (La Razón, mayo 2006). Esta situación los llevó a perseguir la propiedad y control total de los yacimientos de Posokoni e instalaciones de la EMH. Actualmente, la explotación en los niveles más profundos del subsuelo está a cargo de Comibol, mientras que en los tres primeros niveles y la superficie lo hacen los cooperativistas minero, sostiene Guachalla. Para Möeller este tipo de problemas los genera una visión muy capitalista de la extracción. El alza en el precio ocasionó que muchos empresarios regresen a las minas que durante años estuvieron en manos de los cooperativistas. El sector cooperativo tiene alrededor de 60 mil trabajadores y ha utilizado instrumentos como la presión y los bloqueos para exigir que las minas abandonas que tenían algunas herramientas, maquinarias, sean traspasadas a sus manos, pagando poco a poco. Los cooperativistas generan más de 150 millones de dólares, no es un sector pequeño y sin significación. Se habla de que existen personas que ganan mucho y otras poco, pero, explica, son pocas. A futuro Los precios sumamente altos del estaño son circunstanciales, explica Möeller. Una recesión mundial podría bajarlos, sin embargo, dice Möeller, los cooperativistas mineros serían los únicos que podrían sobrellevar esa situación. Sucedió antes y lo previsible es que suceda otra vez. La minería asalariada tiene otro comportamiento. Los mineros, una vez cerradas las empresas, salen de las zonas y se dedican a otra actividad. El incentivo es el salario y no la producción. Möeller, quien realiza una investigación sobre la sostenibilidad de este tipo de trabajo y de las zonas mineras en sí, estima que se pueden generar otras actividades productivas alternativas que provean ingresos, entre ellas trabajos agrícolas, procesos de semi industrialización, reutilización de reservas que han quedado abandonadas y actividades de transporte y de servicio. *Martha Otazú es colaboradora del SI-PIEB. Para mayor información haga click aquí

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