Nueva Economía • El empleo precario prevalece • 2014/04/08
El empleo precario prevalece
El desempleo bajó en el país en los últimos años. Las micro, pequeñas y medianas empresas contrataron personal, mientras otro grupo creó empresas familiares. Datos oficiales señalan que el desempleo habría descendido a menos del 5 por ciento en la pasada gestión, reflejo de la buena coyuntura económica nacional, aunque la calidad del empleo también habría disminuido.
La calidad del empleo bajó, hasta una precariedad extrema. Y en cuanto a salarios la brecha se habría ampliado en todos los sectores; y las empresas implementaron la subcontratación o la terciarización del trabajo para reducir sus costos sociales.
Un estudio realizado por el Centro de Estudios Laborales y Agrarios (CEDLA) muestra que entre 2011 y 2012 se aprobaron 48 normas laborales y que la aplicación no fue uniforme, ya que las condiciones de trabajo no mejoraron ni mucho menos el salario. Las autoridades nacionales, en especial el ministerio del sector, son los responsables de hacer cumplir la ley.
A eso hay sumar que el mayor número de empleos generados no requiere de mano de obra calificada, cuyo hecho pone en desventaja a las personas con formación superior. Las condiciones laborales para los profesionales no son de las mejores. Este panorama también se refleja en las empresas familiares.
Mientras tanto, el empleo informal aumenta cada año, aunque carece de condiciones laborales y de un seguro social de largo plazo, además se complica la jubilación debido al salario que perciben. “Hay más empleos en el sector informal (familiar y semiempresarial) a los cuales se asocia la reproducción de empleos precarios y sin derechos”, señala Bruno Rojas, investigador del CEDLA.
Datos
La población total en las ciudades capitales hasta 2010 alcanzó a 5.011.476 de personas; de esta cifra la población en edad de trabajar (PET) es de 4.005.720, la población económicamente activa (PEA) 2.282.192, la población ocupada (PO) 2.145.453 y la población económicamente inactiva (PEI) 1.723.528. Se estima que al 2013 los datos se hayan incrementado, aunque parece que no hay cambios significativos.
Un dato del CEDLA señala que entre 2008 y 2011 el empleo informal creció significativamente, de 60 por ciento en 2008 a 63,4 por ciento en 2010 y a 65 por ciento en 2011. Estos indicadores muestran que las mujeres son las que más se insertaron en este sector. El empleo informal se creó más en el sector familiar (pequeños propietarios y familiares no remunerados) y las mujeres son más, un 49,5 por ciento con relación a los hombres, que ascienden a un 39,3 por ciento.
El Alto se presenta como la ciudad más informal, con 72,2 por ciento, y con más mujeres que trabajan en ese campo, con 80,5 por ciento. Mientras, la ciudad de La Paz tiene menos informalidad; llega a un porcentaje de 57,6 por ciento. También se señala que hay más empleo en el sector terciario no productivo. En 2010 el porcentaje fue de 62,5 por ciento y en 2011 de 59 por ciento. La Paz generó mayor empleo en el sector terciario, 67,5 por ciento.
Los indicadores muestran que hay mayor ocupación en empleos no calificados, a pesar de haber mayor grado de educación entre la población. En 2010 el porcentaje llegó a 64,6 por ciento y El Alto presentó mayor porcentaje, un 73,3%. En lo que se refiere a empleo para profesionales y técnicos, el porcentaje no es nada alentador,
16,3 por ciento. Para operarios calificados, la cifra llega a 8,2 por ciento.
Calidad del empleo
Bruno Rojas señala que se ha profundizado la pérdida de la calidad del empleo en el territorio nacional, con base en estadísticas del Instituto Nacional de Estadística (INE) de encuestas y hogares y del CEDLA.
En 2001, 21 de cada 100 personas ocupadas en las ciudades del eje central urbano, Cochabamba, La Paz, Santa Cruz y El Alto, tenían empleos precarios, inestables con bajos salarios y sin acceso a la seguridad social y a pensiones. En 2011 el número se ha incrementado a 51 de cada 100.
“Los empleos que se han ido generando en los últimos 10 años son aquellos que ratifican la inestabilidad laboral, temporalidad, precariedad y bajos salarios, por debajo de la canasta normativa alimentaria”, sostiene el entrevistado y agrega que tampoco tienen posibilidades de aportar al sistema de pensiones.
Según la encuesta del CEDLA de 2011, 86 de cada 100 personas ocupadas contaban con empleos precarios y, de este número, 57 tenían empleos precarios extremos, es decir alta inestabilidad, bajos ingresos y reducido acceso a la seguridad social de largo plazo. Rojas afirma que la creación del autoempleo no siempre era garantía de contar con un empleo de calidad. La situación es peor entre las trabajadoras del hogar.
Desde 2001 a 2011 el empleo fue perdiendo calidad y la precarización del trabajo se ha ido generalizando en el país, tanto en el ámbito privado como en el público. A pesar del buen momento por el que pasan las empresas nacionales, no se refleja en la generación de empleos de calidad.
Normas
En el tema de las normas aprobadas por la actual administración del Estado para mejorar las condiciones y el trato a los empleados y trabajadores, la situación es complicada debido a que hay un número importante de normativas, pero no se cumplen. “La legislación boliviana (referida al trabajo) debe ser la más profusa, [debe haber] mayor cantidad de normas. El grado de aplicación y de respeto a las normas es muy bajo”, dice Rojas.
Uno se pregunta en cuánto esas normas han contribuido a mejorar la calidad del empleo, de los salarios o de garantizar la permanencia del empleo o aumentar el número de trabajadores. La respuesta sería poco o casi nada. “No tienen suficiente impacto para cambiar o reducir la precariedad laboral”, señala Rojas.
El entrevistado hace una observación al indicar que más allá de la can- tidad de normas aprobadas a favor del trabajador, existen otras leyes que se imponen a las normas laborales.
Profesionales
Por otra parte, el requerimiento de personal no calificado por micro o pequeñas empresas abre una serie de cuestionamientos a la educación boliviana. En algún momento se tocó el tema y la pregunta es qué tipo de profesionales requiere el país.
Rojas dice que no es cierto que el país requiera técnicos, porque una micro no requerirá de este tipo de personal, tal vez una PyME pueda absorberlo, pero la responsabilidad recae en el Estado. Además, los emprendimientos económicos requieren de mayor mano de obra no calificada, cuyo sector más representativo está en el comercio y servicio, mientras los profesionales mantienen una tasa de desempleo alta.
El Estado debería elaborar una política laboral en la que fomente la creación de industrias, empresas manufactureras que elaboren productos con valor agregado. Paralelamente, las universidades deberían orientarse a la formación de profesionales que requiera el país, con el objetivo de absorber a los profesionales y evitar la fuga de cerebros.
Recientemente un informe de la OMPI (Organización Mundial de Propiedad Intelectual) elaboró un informe en el que se presenta a todos los países que solicitaron registro de patentes de invenciones y Bolivia, en 2013, sólo solicitó uno a comparación de Corea, que alcanzó más de 50.000.
Ese dato muestra la poca innovación y la investigación que se hace en el país. Esta situación requiere la atención de las autoridades nacionales y de las universidades, así como de las instituciones privadas.
Desocupados
Por otra parte, la desocupación se concentra en ciertas poblaciones, como en la mujer, que tuvo una tasa de des- empleo en 2011 de 10,25 por ciento, superior a la tasa de desempleo abierto urbano de 7 por ciento. Pero las cifras señalan que el desempleo se concentra más en los jóvenes. El desempleo urbano entre 20 y 24 años, llega a 16 por ciento, alta con relación al promedio general; entre 15 y 24 años el porcentaje es de 14,5; en la población pobre la cifra llegó al 12 por ciento.
Sin embargo, según Rojas “el desempleo golpea a la población con mayor nivel de educación, profesionales en general”. En 2001, la tasa de desempleo ilustrado (personas con mayor nivel educativo) fue de 7,5 por ciento y para 2011 subió a 10,5 por ciento, porcentajes superiores a los datos generales en este periodo de análisis.
Esos indicadores muestran un panorama incierto sobre los profesionales, ya que tener un mayor nivel educativo o formación técnica no es garantía de un empleo seguro de calidad, con mejores ingresos y una mejor calidad de vida.
Para el entrevistado el problema está primero en las universidades, ya que forman profesionales en diferentes áreas, pero sin analizar el mercado de trabajo; el mercado de trabajo boliviano tiene otro comportamiento. “Bolivia requiere más trabajadores poco o nada calificados, es decir aprendices para el comercio o servicios”, enfatiza. El profesional titulado no encuentra un espacio en el mercado laboral por las características de la economía boliviana, ya que no genera empleos para la población con mayor nivel educativo.
Industrias y salario
Bolivia tiene que cambiar su modo de producción, apostar a la diversificación; las exportaciones de materias primas casi representan el 70 por ciento, cuya actividad económica no genera fuentes de trabajo. Ante la falta de industrias, el empleo se concentra en comercio y servicios. La falta de industrias provoca la creación de empleos informales.
Asimismo, la pérdida de la calidad del empleo también se refleja en los bajos salarios. Un estudio del CEDLA de 2011 muestra que en promedio un obrero ganaba en este año 1.732 bolivianos, es decir, en cifras generales, 77 de cada 100 ganaban igual o por debajo del promedio de una canasta alimentaria, que en ese año alcanzaba a 1.900 bolivianos. Las mujeres eran las más afectadas, ya que percibían un salario inferior al de los hombres.
Ese panorama no ayuda a reducir la pobreza y la precariedad de las fuentes de trabajo. La pérdida del valor del salario no se compensa con los aumentos salariales, ya que los productos de la canasta familiar se incrementan dos o tres veces más que en los datos oficiales.
De acuerdo a datos del INE, en 2012 el salario medio nominal en el sector privado era de 3.256 bolivianos, que incluye a profesionales, técnicos, sectores del gas y minería, en donde el ingre- so es alto. Pero la situación se agrava en obreros temporales y en los trabajadores de las empresas terciarias o subcontratadas, quienes perciben salarios bajos en comparación con los empleados de planta, en especial de las empresas petroleras.
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