La Razón/editorial • El desafío de la industrialización
Las perspectivas nacionales son la siderurgia, el litio y el potasio; las termoeléctricas de gas natural, y la exportación. En forma adicional, los mayores esfuerzos públicos y privados tendrían que dirigirse al sector manufacturero: textiles, madereros y artesanales, pues crean puestos de trabajo.
El Gobierno anunció que este año emprenderá un proceso dinámico de industrialización. Como no podía ser de otro modo, el propósito fue muy bien acogido en los sectores del área, pero, al mismo tiempo, debe considerarse que la tarea plantea enormes desafíos.
Hubo antes similares intenciones, pero los logros fueron reducidos. Bolivia se halla muy rezagada en este orden. Por experiencias anteriores se sabe que el Estado puede ser un buen impulsor de la industrialización, pero tiene sus limitaciones. Otro tanto sucede con el sector privado. Podrá deducirse, entonces, que sería muy atinado unificar aportes o, por lo menos, precisar en los sectores que desplegará sus esfuerzos el Estado y los que quedarían sujetos a la iniciativa privada, la que, en todo caso, necesitará recibir los estímulos oficiales necesarios.
En los años 40, la Misión Bohan realizó estudios en este orden y planteó un Programa de Desarrollo. Su ejecución, aunque muy parcial, dio paso, entre algunos otros, a la industrialización del azúcar, de productos lácteos, de los hidrocarburos y la creación de la Empresa Nacional de Electricidad (Ende). El sector privado contribuyó con el desarrollo de la producción de soya y castaña, principalmente. Las peores experiencias públicas fueron la fundición de Karachipampa y la Fábrica de Aceites de Villamontes.
Más o menos tal fue el comienzo industrial del país. La actualización de datos permite establecer que entre junio del 2008 y similar mes del año pasado, la industria manufacturera ofreció el mayor aporte al PIB (Producto Interno Bruto), al llegar al 14,44 por ciento, según el INE (Instituto Nacional de Estadística). Abarca la producción de alimentos, bebidas, tabacos y las manufacturas, entre las que sobresalen los textiles, la metalmecánica y los muebles.
Al situarse la industria manufacturera a la cabeza del PIB, por encima de los hidrocarburos y minerales, puede estimarse que tuvo avances apreciables, pero no los suficientes para que Bolivia sea un país industrializado. Tal es, pues, el desafío que se tiene por delante.
Es necesario, en este punto, detenerse en la posición que ocupó La Paz, hasta el 2009. Estimaciones del INE indican que el departamento cubre el 30% de la población económicamente activa del país. Es el mayor mercado interno y, por tanto, el centro de consumo más importante. La Cámara Departamental de Industrias refirió que la industria manufacturera es la segunda actividad económica que mayor empleo produce: el 16,4% de la población ocupada del país.
Las perspectivas nacionales son la siderurgia, con la explotación del Mutún; el litio y el potasio, del salar de Uyuni, y las termoeléctricas de gas natural, para cubrir el consumo interno, que está al filo de una crisis, y la exportación.
En forma adicional, los mayores esfuerzos públicos y privados tendrían que dirigirse al sector manufacturero: textiles, madereros y artesanales, porque crean puestos de trabajo. Al presente, el problema social mayúsculo es el desempleo, acerca del cual hay dos versiones: la oficial, de que sería del 7% y la del CEDLA (Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario), que lo ubica por encima del 10%. A la vez, debe tenerse en cuenta que cada año crece la fuerza laboral, por razones demográficas, en 140.000 personas.
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