Sputnik•Corporaciones agroindustriales tras la quema de la Amazonía

 
 

Los incendios forestales en Brasil y Bolivia, que empezaron hace más de dos meses, demuestran que en este mundo moderno el hombre se ha convertido en el depredador implacable de la naturaleza y pone en peligro la más extensa región de bosque tropical del planeta.

 

© AP Photo / Andre Penner
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«La Amazonía carbonizada entierra a sus hijos quemados, múltiples plantas y muchedumbres de animales incinerados, en aras del progreso, inscribiendo heridas profundas».  

(Raul Prada Alcoreza, escritor boliviano)

La Amazonía, conocida como uno de los más importantes pulmones del mundo, arde y las llamas que están devorando el bosque tropical húmedo en la cuenca de Amazonas son, en realidad, producto de la codicia del hombre en afán de apoderarse de los recursos naturales y expandir la frontera agrícola matando la foresta para imponer el modelo agroindustrial basado en la producción de soja y del ganado vacuno.

En las últimas cuatro semanas se han reportado más de 80.000 incendios en Brasil que abarcan 1,8 millones de kilómetros cuadrados, lo que significa la destrucción del 24,3% de 7,4 millones de kilómetros cuadrados de este pulmón del planeta que absorbe 1.000 millones de toneladas de dióxido de carbono. También en Bolivia ya son 2,1 millones de hectáreas de bosques y pastizales quemados, especialmente en Chiquitanía, Chaco y la Amazonía boliviana.

La causa principal de los incendios en ambos países ha sido el avance de la frontera agropecuaria, autorizada por sus gobiernos, afectando al bosque tropical, que siempre ha sido un obstáculo para el desarrollo agroindustrial.

En Brasil, el Gobierno de Jair Bolsonaro al instalarse en el poder hizo debilitar el sistema de controles sobre la deforestación y animó a los intereses agroindustriales a expandir en áreas protegidas de la selva amazónica.

 

​Se sabe que el 40% de la Amazonía brasileña es propiedad privada o ‘territorio no designado’. El 60% restante representa tierras protegidas por el Estado de las cuales el 14% está asignado a las reservaciones donde vive más de un millón de los indígenas agrupados en 305 tribus.

De acuerdo a la constitución, este 60% de la Amazonía no puede ser vendido y en estas extensiones solo está permitida la agricultura de subsistencia.

Parece que para el presidente de Brasil la Constitución no significa nada, pues los intereses de las transnacionales de soya, como Bunge, Cargill, Dreyfus y Archer Daniel Midland, de los hacendados y mineros prevalecen porque son los que aportan dinero al país.

Todo este conglomerado de corporaciones agroindustriales junto con hacendados, empresarios y ‘grileiros’ (traficantes de tierra) ‘pusieron su ojo’ en la tierra de los indígenas, poseedora de grandes recursos naturales. Esto explica por qué el pasado 30 de agosto Jair Bolsonaro declaró a la publicación Bloomberg que «hay demasiada tierra para tan pocos indios», que siempre traen problemas.

Al final de la entrevista afirmó que «alguna vez en el pasado, la caballería norteamericana había sido competente porque logró diezmar la población indígena, por eso los norteamericanos no tienen este problema en su país».

Para Bolsonaro los indígenas representan un obstáculo para el ‘desarrollo integral’ del país, lo que requiere hacerlos integrar el país reduciendo las extensión de reservaciones.

Los traficantes de tierra percibieron inmediatamente el mensaje del presidente y en el estado de Rondonia deforestaron 4.200 hectáreas en la reservación de Karipuna. En otra parte de la Amazonía, en la reservación de Valle de Javari donde viven indígenas que evitan el contacto con la ‘civilización’ fue asesinado de dos balazos la semana pasada frente a su familia el jefe local del servicio de protección de medioambiente de la agencia gubernamental, Fundación Nacional Indígena (FUNAI), Maxciel Pereira dos Santos.

Según el informe anual de la ONG internacional Global Witness, en los últimos nueve meses fueron asesinados en Brasil 20 activistas defensores del medioambiente y también tuvieron lugar cuatro atentados contra grupos de vigilancia gubernamental cuya misión consistía en desalentar la deforestación de la selva amazónica.

Los agresores nunca fueron encontrados pero se sabe que son sicarios de madereros, mineros, rancheros, cazadores y traficantes de tierra.

 

​Aparentemente cumplen con la consigna de Bolsonaro de ‘ofrecer’ a los indígenas lo que ellos quieren. De acuerdo al presidente, los habitantes nativos ya no quieren vivir siguiendo la tradición ancestral, sino que desean tener acceso a la electricidad, el sueldo mínimo y fast food. Sin embargo, Bolsonaro evita explicar cómo él se enteró de las aspiraciones de los indígenas de la Amazonía.

El expresidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva reveló a los periodistas Mino Carta y Sergio Lirio que «quienes están prendiendo fuego en la Amazonía brasileña son los paramilitares de Bolsonaro. Esa gente que destruye, autoriza porte de armas y favorece a los bandidos». Al final de la entrevista el expresidente recalcó que «hay que informar a la población sobre lo que está pasando en el país».

Para el Gobierno brasileño todos los informes del Instituto Nacional de Investigación Espacial y los del Servicio Forestal Nacional son exageraciones y todos los incendios están bajo control. El presidente Bolsonaro acusó también a Alemania y Francia por tratar de «comprar la soberanía de Brasil» y rechazó la oferta del G7 de 20 millones de euros en la lucha contra los incendios forestales.

 

​No obstante, la situación en la Amazonía de Brasil es seria y los especialistas predicen que los incendios seguirán afectando la foresta también en octubre próximo pues el Gobierno no hace nada para prevenir incendios provocados como pasó hace poco en la ciudad de Novo Progresso del estado de Para donde los hacendados declararon el Día de Fuego provocando incendios en la selva y quemando pastizales.

También, de acuerdo al último informe de Human Rights Watch (HRW), los asesinatos de los líderes populares y de los defensores del medioambiente están en aumento. En total hubo más de 300 ejecuciones en Brasil durante la última década.

En el país vecino, Bolivia, el aumento de los focos de calor (incendios) especialmente en los departamentos de Beni y Santa Cruz coincide también con la autorización del Gobierno de Evo Morales del desmonte para la ampliación de la frontera agropecuaria.

Por eso, no es de extrañar que los incendios se produjeran principalmente en las áreas proyectadas para el complejo de ganadería intensiva Chiquitanía-Pantanal donde se perdió gran extensión de bosque, el complejo de ganadería Beni y el complejo de agricultura intensiva en el corredor Santa Cruz-Beni. Según la agencia gubernamental Bolpress, existe una relación de los presentes incendios con el vigente modelo extractivista que persigue la expansión de complejos productivos agropecuarios a costa de la depredación de bosques en la Chiquitanía, Chaco y Amazonía.

Los investigadores del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) advirtieron que la política gubernamental acordada con los agroindustriales destinada a producir caña de azúcar y soya no podría lograr su meta de alcanzar 13 millones de hectáreas para producir 45 millones de toneladas métricas de estos cultivos hacia 2025 porque las tierras disponibles con potencial agrícola en Santa Cruz, Beni y Pando alcanzan solo dos millones de hectáreas. Para cumplir con este plan de Gobierno habría que deforestar 11 millones de hectáreas de bosque, con graves consecuencias para la biodiversidad.

Debido a los incendios, tanto el presidente Evo Morales que busca una tercera reelección como sus principales rivales Carlos Mesa y Óscar Ortiz hicieron pausas en sus campañas electorales para los comicios generales del próximo 20 de octubre. Por supuesto, los opositores denunciaron al unísono a Evo Morales como el principal culpable del fuego que está devorando la floresta. A la vez, los indígenas guaraní del Gran Refugio Ñembi Guasu están denunciando la decisión del Gobierno de emitir resoluciones permitiendo la instalación de comunidades campesinas en su territorio que con afán productivo están atentando contra la flora y la fauna del lugar provocando incendios que devastaron ya 240.927 hectáreas de bosque perteneciente a Ñembi Guasu.

Es cierto que el Gobierno de Bolivia movilizó todos los recursos para combatir el fuego. Las autoridades contrataron al Supertanquer que tiene capacidad para rociar más de 74.000 litros de agua, Rusia mandó su avión Ilyushin con capacidad de 50.000 litros de agua, de Estados Unidos llegaron tres helicópteros CH-47 Chinook con capacidad de descarga de 12.000 litros y otros dos aparatos de 4.000 litros cada uno. También están participando en la lucha contra el fuego 42 carros cisterna y más de 200 camiones para el transporte de brigadistas, voluntarios, colaboradores internacionales que junto con el ejército están mitigando los incendios.

El avión contraincendios ruso Il-76
El avión contraincendios ruso Il-76

Por supuesto, el fuego finalmente va a estar apagado pero el daño, debido a la ambición y mal cálculo del Gobierno boliviano y la política extremadamente neoliberal extractivista del Gobierno brasileño, ya ha hecho serio daño a uno de los más importantes ‘pulmones del planeta’: la Amazonía.

Aproximadamente alrededor de 1870, el jefe de la tribu sioux, Toro Sentado advirtió al mundo ‘civilizado’ lo siguiente: «Cuando corten el último árbol, envenenen el último río y pesquen el último pez, solo entonces, las personas se darán cuenta de que el dinero no se puede comer».

Pasaron ya más de 150 años desde aquella advertencia pero el mundo no aprendió nada y sigue quemando su propia existencia.

https://mundo.sputniknews.com/firmas/201909191088727783-corporaciones-agroindustriales-tras-la-quema-de-la-amazonia/