LaRazón•Medir la pobreza, otro nudo del debate político

Apunta en el horizonte la discusión de saber cuántos y cómo somos pobres.

La Razón (Edición Impresa) / Iván Bustillos es periodista

11:00 / 14 de agosto de 2019

Un nuevo elemento se ha instalado en el debate político, lo que se puede llamar los indicadores sensibles en época electoral: ¿cuántos pobres realmente hay en el país?, las cifras  de las reservas del gas, el nuevo dato de hectáreas de cultivos de coca que dé el próximo informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), entre otras cifras más o menos centrales al quehacer económico y social del país.

Mientras las “cifras del gas” (el cuánto real de las reservas) vienen siendo abiertamente interpeladas por el candidado de Bolivia Dice No (21F), Óscar Ortiz, con la correspondiente réplica por parte del ministro de Hidrocarburos, Luis Alberto Sánchez, las “cifras de la pobreza” han cobrado un nuevo impulso tras la reciente presentación de la que sería una de las primeras mediciones “de la pobreza mutidimensional” en el país (de 2017), elaborada por el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla).

Nada sería la presentación del estudio si no trajera la verdadera gasolina al fuego, lo que significa una de sus conclusiones: que si la pobreza medida sobre todo por el ingreso de las familias llegaba al 34%, el nuevo Índice de Pobreza Multidimensional llegaría casi a doblar dicho dato, con el 61%.

Si en 2012, apunta el texto Medición de la pobreza multidimensional Bolivia 2017 del Cedla, con datos del INE y CEPAL, en Bolivia el 37% de la población era “pobre por ingresos”, el 58% era “pobre multidimensional”. En 2017, continúa, “con datos del INE y Cedla, los pobres por ingresos esos eran el 34%, mientras que los pobres multidimensionales llegaban al 61%”.

Entre los partidos en carrera para las elecciones de octubre, en vista de sus programas, los únicos que hacen un uso más o menos sistemático de la categoría “pobreza multidimensional” son Comunidad Ciudadana (CC) y el Frente Para la Victoria  (FPV); pero sobre todo el primero.

Mientras en el programa del FPV se asegura que “al año 2017, según Unicef, 2,9 millones de personas menores de 18 años son pobres multidimensionales”. En el programa de CC, el punto 245 consiste en “Erradicar la pobreza multidimensional para 2030. Cerca de 2.2 millones de personas viven bajo el umbral de pobreza de vivienda, agua potable, saneamiento básico, nutrición, acceso a servicios de salud y educación y conectividad en el país”.

Luego, tanto en el programa del Movimiento Al Socialismo (MAS) como en el del 21F la mención es marginal; ocurriendo que en el resto, Unidad Cívica Solidaridad (UCS), Partido Demócrata Cristiano (PDC), Movimiento Tercer Sistema (MTS), Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y el Partido de Acción Nacional Boliviano (PAN-BOL), simplemente no se usa el referido concepto.

Bien pronto el Instituto Nacional de Estadística, INE, a través de su director de Estadística e Indicadores Económicos y Sociales, Humberto Arandia C., respondió al Cedla aseverando que si bien es cierto que la llamada “pobreza multidimensional” es una nueva metodología que se está empezando a usar en el mundo, el principal fallo del cálculo de aquélla es que su metodología se aleja de los estándares internacionales. De hecho, con base en “metodología internacionalmente aceptada”, el INE determinó que sólo el “20,4% de la población boliviana registra pobreza multidimensional moderada (más de 33.33% de privaciones) y tan solo el 7,1% muestra una pobreza multidimensional severa (más del 50% de privaciones). Asimismo, el cálculo destaca —continúa— que el 15,7% de la población es vulnerable a caer en pobreza multidimensional”.

Se trata de una diferencia de enfoque: mientras para el INE la multidimensionalidad implica “tres dimensiones básicas de pobreza: 1. Educación: años de escolaridad y asistencia a centros educativos  2. Salud: mortalidad infantil y nutrición y 3. Calidad de vida: servicios básicos en general y tenencia de activos fijos”, el Cedla maneja cuatro dimensiones (recursos, oportunidades, poder y voz, y seguridad humana) divididos en “nueve subdimensiones”: recursos monetarios, recursos no monetarios, educación y salud, acceso a trabajo/empleo, calidad del trabajo/empleo, calidad de vivienda y medio ambiente sano, participación política, seguridad alimentaria, y seguridad de las personas.

El INE destaca que su metodología sigue los estándares internacionales (“en colaboración con la ONU y la Iniciativa sobre Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford, OPHI), el Cedla informa que “la nueva medición de la pobreza multidimensional en Bolivia, basada en la perspectiva de derechos humanos, tiene como referencia el marco conceptual sobre las dimensiones de la pobreza de la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional-ASDI, además de las experiencias recientes de la investigación sobre el tema en América Latina y en Bolivia”. En esto último, el Cedla compara sus resultados con mediciones efectuadas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Al respecto, el economista Horst Grebe López plantea que de entrada hay que advertirse contra el “equívoco de tratar de darle una interpretación política a una cuestión técnica”. Mientras el INE para medir la pobreza “contempla dos indicadores, el ingreso monetario y las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI)”,  lo usado por el Cedla, afirma, “es  una nueva metodología que se está aplicando en algunos países europeos y también en América Latina por parte de la Cepal”. Y se llama multidimensional porque “no solo mira una dimensión de carencias o de umbrales, sino un conjunto de indicadores que tienen que ver con muchos más aspectos que el ingreso monetario y las NBI”. Así, el economista llama la atención a que “no se puede comparar una cosa con la otra, son mediciones diferentes; yo diría que hay que despolitizar el debate y colocarlo sobre bases técnicas, porque no son comparables las cifras”.

Ahora, un tanto al margen de la discusión técnica-económica, desde el punto de vista estrictamente político, el politólogo Marcelo Silva enfatiza en cómo las cifras (como las anteriormente expuestas) tienen un peso relativo en vista de la estrategia política y discursiva de cada quien.

En el caso del MAS, por ejemplo, dice, es notorio cómo éste maneja las cifras para tratar de “seducir al grupo de indecisos (entre 18 y 24%, según las encuestas) apelando a la elección racional, que es como decir  ‘a ver, un ratito, más allá del corazón, de las emociones, vote usted por la racionalidad de mantener la estabilidad y el crecimiento económico, que si esto no sucede usted entrará en un proceso de incertidumbre’ ”.

Así, concluye, en este momento “las cifras se convierten en el elemento central de batalla política, el MAS tratando de mostrar con mucha contundencia que parte de esa estabilidad económica y crecimiento económico ha ido fundamentalmente a la reducción de la pobreza y la oposición tratando de demostrar todavía que en el país existe pobreza, pobreza extrema y que los problemas de la mayoría de los ciudadanos no se ha resuelto, fundamentalmente en el tema de ingreso”.

Para Silva, las oposiciones “yerran” en este intento de contraponer cifras contra cifras. Antes que interesarse en entender tal o cual cifra o indicador o su origen técnico, en la realidad “la mayoría de la población lo que tiene  es una sensación térmica de la economía, lo que significa, por ejemplo, la escasez de alimentos, la relativa pero muy calma subida de precios, la constante estabilidad de la moneda, cosas que la ciudadanía las siente, las enfrenta a diario y no se preocupa mucho por los indicadores y las cifras; y la sensación térmica que la gente tiene de la economía es buena, positiva”.

En ese sentido, el enfrentamiento de dato contra dato, señala, tiende a quedarse en círculos de entendidos en el tema.

En vez de seguirle la corriente al MAS, que se empeña en discutir la “elección racional”, las oposiciones, destaca, deberían más bien concentrarse “en las debilidades que tiene la gestión, tales como la repostulación, la justicia, la corrupción y la salud como elementos todavía de deuda de la gestión, lo que más duele al gobierno”.

Por su lado, el investigador cruceño Carlos Hugo Molina es del punto de vista de que los indicadores de  pobreza deben ser vistos también desde la perspectiva territorial, de cómo se vive la pobreza en las regiones, sobre todo las alejadas del centro. Además de considerar la problemática del empleo, debe verse, asegura, las condiciones de la producción en cada región, sobre ello un “problema cada vez más difícil de manejar para los niveles públicos, que es la migración”.

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