Carlos Armando Cardozo Lozada• Discutiendo qué tan pobres somos
Tras el exabrupto del Vicepresidente García Linera en torno a un estudio del Centro de Estudios para el Desarrollo Agrario Laboral (Cedla,) en el que se habla de un nivel de pobreza del 61% a nivel Bolivia, es preciso aclarar algunos aspectos importantes en relación a la pobreza de la manera más sencilla posible.
Bolivia, como todos los países del mundo decide el tipo de metodología que va a utilizar para medir la pobreza. Actualmente se calcula a través del Método de Línea de Pobreza y el Método de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI). En el primer caso hablamos del costo mínimo de vida (Canasta Familiar – IPC) en relación a los ingresos familiares, en una situación en la que los ingresos no cubran con este costo mínimo se consideraría dentro de la categoría de pobreza extrema; mientras que si los ingresos familiares tan sólo duplican el costo mínimo de vida entraría dentro de la categoría de pobreza crítica.
En el segundo caso se toma en cuenta el acceso de las familias a cuatro sectores: vivienda de calidad, servicios básicos, salud y educación. Este método incorpora aspectos de servicios tales como agua y saneamiento básico, insumos energéticos (energía eléctrica, gas natural), disponibilidad de acceso libre al sistema de educación y atención en salud.
Ambos métodos son complementarios de tal forma que se pueda brindar un acercamiento del fenómeno desde un enfoque no meramente cuantitativo, sino también cualitativo, denominado como el Método Integrado de Medición de la Pobreza. Sin embargo, en la medida que se va complementando el análisis con variables adicionales, se puede arribar a otros índices de pobreza no menos válidos, tal es el caso del Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), instrumento propuesto por el Cedla que sirvió de base para dar a conocer las conclusiones del último análisis de pobreza en Bolivia.
El IPM contempla aspectos interesantes, tales como el acceso a recursos monetarios (financiamiento y crédito) bienes de capital, empleo de calidad, pérdida de poder y voz del ciudadano (libertad de expresión, democracia y participación política) y la seguridad humana (violencia dentro y fuera del hogar) todos estos elementos no son comprendidos por el Gobierno dentro de su propio enfoque de medición y análisis de la pobreza.
Las cifras son más que elocuentes: 61% de los bolivianos son pobres según el Cedla (2019); 15% de pobreza extrema según García Linera (2019), 15,2% de pobreza extrema, 34,6% pobreza crítica (líneas de pobreza), 35,3% pobreza moderada, 9,2% pobreza indigencia y 0,4% de pobreza marginal (NBI,) según el Instituto Nacional de Estadística (INE, 2018 y 2012 respectivamente); 35% de pobreza crítica y 14,7% de pobreza extrema, según la Cepal (2016).
Del conjunto de datos disponibles se puede extraer algunas afirmaciones. Por ejemplo, lo señalado por García Linera respecto a la pobreza extrema no dista mucho de los resultados alcanzados por la Cepal a tan sólo un año de diferencia (0,3 puntos porcentuales). Si se comparan los datos de pobreza crítica y pobreza moderada del INE (Líneas de Pobreza-NBI) con los datos de pobreza crítica de la Cepal son casi similares, con una leve diferencia de 0,4 y -0,3 puntos porcentuales, con dos y seis años de diferencia, respectivamente.
En síntesis, mientras el Cedla (2019) señala que seis de cada 10 bolivianos son pobres; el INE (2018) y la Cepal (2016) nos indican que cinco de cada 10 bolivianos son pobres, tomando en cuenta exclusivamente la relación entre el costo mínimo de vida y el nivel de ingresos percibido. De igual manera, el INE, esta vez basándose en las necesidades básicas insatisfechas de vivienda, servicios básicos, educación y salud, establece que cuatro de cada 10 bolivianos se encuentran en situación de pobreza (2012).
Como se puede evidenciar, conforme los instrumentos de medición de la pobreza van evolucionando en cuanto a su profundización como concepto integral al ser humano, los índices de pobreza resultantes van creciendo en relación a su incidencia, Bolivia no es la excepción. La actualización y debate de nuevas formas de concebir y medir la pobreza son una realidad en países de primer mundo que, al haber cubierto algunos elementos esenciales, como el costo mínimo de vida, se plantean nuevos desafíos y redoblan la apuesta a manera de incentivos que constantemente promueven el desarrollo, y crecimiento de sus sociedades.
García Linera con su reacción sólo demuestra la intención de monopolizar la pobreza desde su concepción teórica, su versión de pobreza, sus pobres visibilizados y su alternativa de solución. Enfocar la atención en imponer su visión particular para justificar una gestión plagada de errores desnuda su propia pobreza, una de la cual será muy difícil librarse, la humana.
Carlos Armando Cardozo Lozada es economista y Presidente de Fundación Lozanía
https://www.paginasiete.bo/opinion/2019/8/7/discutiendo-que-tan-pobres-somos-226644.html