La Razón • El lenguaje común
Hace poco se realizó en La Paz un foro internacional sobre autonomías indígenas, organizado por CEDLA (Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral Agrario), cuya característica sobresaliente fue la presencia de oriundos de la mayor parte de las etnias que existen en Bolivia. El escenario ha sido el hotel Radisson.
Una de las impresiones recogidas en la ocasión fue el hecho de que los participantes indígenas, luego de saludar en su lengua propia a los asistentes —rondaban las 300 personas—, procedían a exponer sus experiencias locales sobre autonomía en castellano.
No hubo uno solo que no lo hiciera de esta manera, tanto mujeres como varones, de manera que pudo extraerse la conclusión de que si bien Bolivia es multiétnica y multilingüe, había un cordón umbilical que unía e identificaba a sus habitantes. Ese es el uso de una lengua común.
Aunque no siempre se aprecia, ni antes ni ahora, la enseñanza bilingüe que se impuso con la reforma educativa de los años 50, tuvo dos alcances importantes. De una parte, por primera vez, los indígenas, desde ese tiempo llamados también campesinos, por primera vez tuvieron la posibilidad de conocer didácticamente sus propias lenguas, con lo que conservaron su identidad étnica y cultural. La otra, tampoco muy reconocida, es que, de forma paralela, aprendieron el castellano, que hoy les sirve para comunicarse con sus semejantes, en todo el territorio nacional. Por esta vía, se identifican.
Es de sentir que, de igual forma, no se hubieran hecho los esfuerzos necesarios para que los citadinos hablen también las lenguas autóctonas, por lo menos una de las que corresponde a su región, porque creó una disparidad que hay que conciliarla. Ahora, existe una obligación constitucional para este efecto. Habrá que cumplirla.
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