ElDía•El 75% de la fuerza de trabajo es pobre

Realidad. El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), según estudios del CEDLA, golpea a campesinos, asalariados del campo, trabajadores independientes y clase obrera urbana
Domingo,  11 de Agosto, 2019
 
 

La pobreza, vista desde una perspectiva de acceso derechos humanos y sus necesidades más fundamentales, se torna reveladora y profundamente preocupante para cuatro sectores que hacen al 75% de la fuerza de trabajo del país. Los más golpeados que se encuentran en el rango del 61% de pobreza multidimensional son: los campesinos, los asalariados del campo, los trabajadores independientes y la clase trabajadora urbana, según el nuevo Indice de Probreza Multidimensional (IPM), recientemente descrito y entregado al país por parte del Cedla (Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario).       

La pobreza multidimensional que “interrelaciona dimensiones del contexto político institucional, económico, social y político con otras que provienen de las desigualdades en el acceso a recursos, oportunidades, poder y voz y seguridad humana”, como define Javier Gómez, director Ejecutivo del Cedla, es muy diferente a la pobreza descrita por el gobierno o los gobiernos de turnos, asentada solamente en el parámetro de los ingresos, cuya mejora se muestra sustancial, cuando la administración del Estado actual señala que . 

En ese contexto,  el estudio de medición realizado por Silvia Escobar, junto a expertos como Walter Arteaga y Giovanna Hurtado del Cedla (con apoyo de la cooperación Sueca SVERIGE), concluyen que de cada 10 bolivianos en el país, 6,1 de ellos vive en condición de pobreza multidimencional. “En 2012, con datos del INE (Instituto Nacional de Estadísticas) y la CEPAL(Comisión Económica para América Latina y el Caribe), en Bolivia el 37% de la población era pobre por ingresos, mientras que el 58% era pobre multidimensional. En 2017, con datos del INE y el Cedla, los pobres por ingresos eran el 34%, mientras que los pobres multidimensionales llegaban al 61%”, remarca el estudio.

Entre muchas aristas y parámetros. Según la posición en la estructura de clases sociales, los más golpeados son principalmente los campesinos (86,2%), los asalariados del campo (71,8%) la clase obrera agrícola y no agrícola(61,5%) los trabajadores independientes (60,1%) y las clases medias asalariadas bajas (56%) o en puestos de trabajo que no demandan calificaciones del nivel superior.

Asimismo, lo que llama la atención son la población desocupada y los inactivos. Como dice el estudio es el  grupo de población cuantitativamente importante que no tiene una inserción ocupacional, ni temporal ni permanente. Por lo general involuntariamente se encuentran en ese rango, a causa de la falta de oportunidades de empleo.En ese caso,  el 68,7% de los desocupados y  el 62,2% se encuentran en condición de pobresa multidimensional. En la dimensión de cómo son los pobres las personas, tanto por grupo social y ejercicio de derechos, se profundiza la multidimensionalidad de la poblematica. En el caso de campesinos y colonos (hoy denominados interculturales, constituyen el 25% de los trabajadores del país (1,3 millones), y el 86% es pobre multidimensional. 

Según el estudio las políticas agropecuarias han seguido privilegiando el desarrollo de la producción de la gran empresa agropecuaria en el oriente del país y, al mismo tiempo, han profundizado las tendencias a la diferenciación social de los productores y a la parcelación de la tierra en el Altiplano y los valles, donde se concentran las unidades productivas campesinas. “El resultado es la existencia de una gran masa de campesinos pobres”, señala.

En lo referente a los  trabajadores independientes, representan el 30% de los trabajadores (1,5 millones), y el 60% es pobre multidimensional. La presencia de un gran volumen de personas que trabajan solas o con el apoyo de otros miembros de su hogar, sin contratar personal asalariado, es un rasgo estructural de nuestras ciudades, ante la ausencia de políticas de largo plazo para promover la diversificación económica y la creación de empleo productivo.

En tanto la clase obrera agrícola y no agrícola converge al  15% de los trabajadores (715 mil), y el 63% es pobre multidimensional. El estudio del Cedla explicita que la clase obrera ha venido disminuyendo aceleradamente durante los últimos 30 años, del 22% al 14% de la fuerza laboral, principalmente agravada por una creciente reprimarización de la economía, con escasas políticas de incentivo a la diversificación de sectores productivos y una profundización aún mayor del extractivismo. Los obreros de la manufactura, la construcción, la minería y la agropecuaria, en ese orden de importancia, componen este grupo social. 

“La mayor parte de los obreros está expuesto a condiciones laborales degradadas en términos de estabilidad laboral, salarios, jornadas de trabajo y beneficios sociales complementarios, destacando en los primeros puestos del ranking de precariedad laboral”, expresa el documento de IPM.
 
Otras variables inherentes. En esos cuatro sectores descritos por los investigadores del Cedla,  como los más golpeados con la pobreza multidimencional,  sigue siendo la población de origen indígena y las mujeres. 

El trabajo de Escóbar, Arteaga y Hurtado, enfatiza que las mujeres son más de la mitad de las personas en situación de pobreza multidimensional con un 52,8%.  “Aunque a primera vista no se identifican grandes diferencias con los hombres, estas adquieren relevancia cuando se analizan otros atributos de las personas”, apunta el informe.

“Desde la estructura social, se observa que la pobreza afecta más a las mujeres de las clases medias (calificadas y no calificadas) que a los hombres. En cambio, la pobreza es mayor entre los hombres que trabajan como independientes, obreros urbanos y campesinos”, remarca el estudio.

Mientras que la exclusión del acceso a un empleo se muestra como un hecho central en la pobreza con un sentido multidimensional, este es definitorio en el caso de las mujeres; así, aquellas en condición de inactividad, generalmente involuntaria o por desaliento, son pobres en un 42,4%, casi 20 puntos porcentuales más en comparación con los hombres en la misma situación.

En esa división sexual del trabajo, argumenta Karina Batthyány, Secretaria Ejecutiva de la CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, la mujer sobre todo boliviana no solo carga con el peso de la pobreza multidimensional sino que a diario sobrelleva cómo salir de ella y sufrir en carne propia las desigualdades estructurales.

“La pobreza representa la exclusión del empleo para las mujeres, en muchos caso si ellas no están en el mercado de trabajo, no es que sea por una decisión y una forma deliberada sino por muchos condicionantes que llevan a eso. Pero además, está la negación de los derechos, vinculados a la salud, a la educación, a las pensiones, a la vivienda, que hacen de la mujer vivir en condición de pobreza y en una desigualdad estructural”, señala Batthyány.

Finalmente en el análisis por origen o adscripción étnica muestra que, a nivel general, el 43,4% de los pobres multidimensionales se identifican con alguno de los pueblos indígenas. Sin embargo, esta incidencia es mayor en los departamentos del Altiplano y los valles, donde la pobreza multidimensional aparece más bien con un rasgo indígena, al contrario de lo que ocurre en los departamentos del oriente y la Amazonía (Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija), donde los pobres son principalmente no indígenas. Lo datos señalan que el 73% de los que se identifican como indígenas y el 53,5% de los no indígenas son pobres en múltiples dimensiones.

El Invitado

Enrique Velasco
Investigador de la Fundación Inaset

“Por encima del derecho privado hay un interés público.

“Definitivamente queda claro que no podemos contentarnos con poder medir adecuadamente la pobreza en Bolivia, sino tenemos que entender cuales son las causas que hacen al problema.

En la medida que no ataquemos las cuasas y nos concentremos solo en acciones paliativas, vamos ha seguir reproduciendo pobreza, con la imposibilidad de revertir una mala política pública. Cuando la sociedad es una gigantesca fábrica, que en vez de producir salchicas produce pobres, es que algo anda mal. Y eso tiene que ver no con la incapacidad de su gente o cosa parecida, sino con efecto de un daño de una mala política pública. 

Solamente tomando una sola dimensión: cual es la capacidad de ingresos en el país, el rol del Estado en las políticas públicas para poder ayudar a resolver los propios problemas de su población, la distribución de los ingresos ha sido totalmente desigual. La tajada de las ganancias a favor de las empresas, en los últimos años se ha mantenido por encima del 50%, cuyo beneficio para los trabajadores solo tienen acceso al 25%. Eso explica, la situación actual. 

En ese contexto, la economía de y para la gente es la menos atendida en la situación actual. Tenemos que dejar de pensar que el capital y la inversión mueve la economía. Lo que mueve la economía son los hombres y mujeres de este país. En ese sentido hay que cambiar la lógica y luego pensar en  cómo empezamos a generar un empleo digno y productivo, que significa  mayor valor agregado, con mayor equidad social, mejor remuneración al trabajo, lo que liberará las contribuciones desde el Estado”.

Escóbar desmenusa lo multidimensional

Contexto. Silvia Escóbar de Pabón, socióloga e investigadora del Cedla, una de las autoras del reciente estudio de “desigualdes y pobreza en Bolivia”, remarca que la condición de pobreza es parte de una dinámica social que produce desigualdad e injusticia social, a partir de los factores que la producen y reproducen. “No puede asociarse la pobreza, solo con la falta de capacidades de los individuos para aprovechar y usar bienes con los que podría contar. Hay que mirar la pobreza como problemas sociales”, apuntó.
La investigadora, apunta que para comprender los procesos que producen y reproducen la pobreza se establecen  tres ámbitos: el de la producción, la distribución y reproducción. 

Producción. En el ámbito de la producción sobresale el acceso desigual en los recursos productivos. Es el caso de los campesinos que al verse mas restringidos del acceso a tierras productivas son los más golpeados por la pobreza con una participación de solo el 14% . “Cómo esa limitación de acceso se está generando desigualdad y empobrecimiento, con grandes señales de migración hacia las ciudades, que con el paso del tiempo se convierten en oferentes de la fuerza laboral libre”, argumenta Escóbar.

Recursos naturales. El otro tema es el aprovechamiento desigual de los recursos naturales, sobre todo minerales, forestales, gas, entre otros. El acceso, dice el estudio, está cada vez más concentrados en manos de empresas transnacionales, en grandes capitales nacionales y también en capitales emergentes, más afincado  “al calor del favor político”. Esta situación señala Escóbar, lo único que mueven son grandes rentas por los ingresos de exportación de recursos primarios, con escasos mecanismos de generación de empleos, sobre todo de calidad.

Ciencia y tecnología. El otro tema, describe la investigadora,  es el acceso desigual al capital-conocimiento y  tecnología, los mismos que están concentrados en un núcleo muy pequeño de empresas. Según un reporte del Ministerio de Trabajo, que muestra al 2017 solo un 0,4% de las unidades económicas  en las ciudades del país tienen  50 ocupados; y en contrapartida, el 91% de las unidades económicas en las ciudades tienen menos de cinco personas ocupadas. Para el estudio del CEDLA, es una muestra de una estatura débil de las empresas, lo que significa que la mayor parte del empleo está en pequeñas unidades económicas, haciendo de la oferta de trabajo, cada vez más precario y escaso. 

Excedentes. Con respecto generación y apropiación del excedente económico, el estudio del IPM describe la investigadora del Cedla, señala que las desigualdades se dan en dos ámbitos: uno es a través de la explotación de la fuerza de trabajo asalariado en el mercado de trabajo;  y otro, a través del acaparamiento de oportunidades de  acumulación por parte de sectores dominantes.

El resultado es que la parte del ingreso generado de la producción que queda en manos de los trabajadores es apenas del 29% en el 2017. “El mercado de trabajo se convierte en una fuente de desigualdad cuando lo que prevalece es la ganancia empresarial que la mejor remuneración del trabajo”, asegura el estudio.

Extractivismo. Dentro la distribución desigual están los ingresos laborales, en un contexto donde las políticas de Estado han estado orientados hacia una mayor expansión extractiva, la mitad o el 50%de los trabajadores con remuneraciones mediana para abajo, recibe apenas el 24% de toda la masa salarial. Hacia abajo los ingresos son insignificantes, son muy reducidos para satifacer los costos de las canastas básicas.  

Renta. Tiene que ver con la redistribución de los bonos. Escóbar señala que las transferencias monetarias de un modelo que pareciera la panacea de la satisfacción de necesidades básicas, no cumple tal efecto. “Es un modelo que no cambia para nada las necesidades básicas de la población en general. Por ejemplo las remesas no bajan de 1.200 millones de $us anuales cuando el gasto de los bonos solo alcanzan apenas los 540 millones de dólares. Eso significa de la chatura en lo que es intentar resolver la inequidad de política social”, añade la especialista.

Política Social. En las políticas de salud, educación y seguridad social, los montos asignados son muy bajos y gran parte de esos recursos son destinados a gasto corriente y la inversión en infraestructura, equipamiento, en el fondo no resuelve la calidad tanto educativa y en los servicios de salud.

Finalmente, que todas estas desigualdades, están expresadas en el ámbito político institucional que por la sistemática acción estatal se ha desmontado a los grupos organizados de la sociedad. “Hemos visto cómo la cooptación, la prebenda son mecanismos de articulación de estas organizaciones a la lógica estatal mientras en las bases siguen los conflictos y las luchas por sus necesidades y aspiraciones. Ese quiebre, esa fragmentación y la falta de cohesión social, constituye como un elemento central de desigualdad”, finaliza.  

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