ERBOL • La jubilación en Bolivia: “una ofensa a la dignidad humana”

Felipa Chipana, en otros tiempos, podía trasladar si ningún esfuerzo hasta tres morrales de afrecho de cebada sobre su espalda. Desde que el mundo es mundo y la comunidad Asunción de Huancaroma es comunidad, todas las mujeres se caracterizaban por ser corpulentas y fornidas para enfrentar las extenuantes jornadas de trabajo en el campo y en el hogar, y desafiar las bajas temperaturas de todos los inviernos habidos y por haber, en el altiplano, con una gruesa manta de lana de oveja, nada más. Hoy en su vejez, cautiva por los edificios opuestos a la salida del sol en su mundo rural, una vez al mes planta cara frente a la máquina que dispensa las fichas numerales para organizar a los clientes del banco. Después de más de una hora en el asiento, sin pestañear con la mirada fija hacia la pantalla de los turnos, avanza hacia la caja para cobrar los 300 bolivianos de su Renta Dignidad. “Ni mi esposo ni yo, tenemos ninguna jubilación, así es que ese dinero tiene que durar hasta el próximo 3 del mes. Ser pobre es así nomás, estamos esperando los milagros para comer un poco mejor y que en la próxima obra de la construcción, el arquitecto vuelva a contratar a mi esposo, a pesar de su edad y sus achaques. Luego morir”.

La investigadora del Cedla Giovanna Hurtado, analiza en su texto Los jubilados del Sistema de Reparto: Una mirada a sus condiciones de vida, que “llegar a la vejez conlleva una carga de prejuicios debido a que se pierden inevitablemente muchas de las capacidades que se tenían anteriormente, con la consecuencia inevitable de que el Estado y la sociedad les asignen un rol pasivo, al extremo de considerarlos como integrantes no válidos de la sociedad”.

Añade que “la calidad de vida de la población adulta mayor continúa siendo un tema de gran preocupación en nuestra sociedad, debido a la ausencia de una política integral de protección social orientada a lograr el bienestar de las personas en la vejez y a garantizar el ejercicio pleno sus derechos fundamentales (…). Pensar en contar con una pensión de jubilación suficiente para asegurar el bienestar de manera sostenible sólo está al alcance de un reducido grupo de personas, pues las características y el funcionamiento del mercado de trabajo boliviano limitan enormemente esta posibilidad. Sin embargo, el acceso a la jubilación tampoco garantiza el disfrute de una calidad de vida digna como se podría esperar, los bajos niveles de ingreso de los jubilados resultan insuficientes para cubrir sus necesidades básicas de reproducción en términos adecuados”.

Trayectoria y calidad del empleo

La investigadora sostiene que “las oportunidades de acceder a una renta de jubilación son más frecuentes en los sectores sociales que han tenido mayores tasas de actividad y empleos de mejor calidad durante la vida activa. De igual manera, las oportunidades de acceso a un mejor nivel de ingresos por jubilación están determinadas —entre otros factores— por la trayectoria laboral y por la calidad de los empleos que tuvieron incluido el monto de sus salarios cuando fueron trabajadores activos, aspectos que han jugado un papel fundamental al momento de definir el monto de su jubilación”.

“El denominado ‘salario diferido’ surge en el momento en que se crea el sistema de seguridad social y se convierte en un ahorro a ser usado en la etapa inactiva del trabajador. A ese salario diferido se denomina renta o pensión de jubilación que constituye la principal —sino la única— fuente de ingresos de los jubilados del extinto Sistema de Reparto”, explica.

El monto promedio de la renta de jubilación asciende a 2.934 bolivianos (según los encuestados para la mencionada publicación); sin embargo, aclara Hurtado, “los datos no hacen más que evidenciar importantes diferencias en cuanto al monto de la pensión que reciben, encontrándose jubilados con rentas de 550, 750 y 1.050 bolivianos, entre las más bajas, así como aquellos con rentas que llegan a duplicar el promedio general (6.221 o 7.200 bolivianos entre las más altas)”.

Es el caso del testimonio de un jubilado del Sistema de Reparto, quien participó en el programa de radio “Sin Censura”, emitido por ERBOL, el 2017 e incluido en el texto, manifestó que:  “(…) Prácticamente la renta que recibimos la mayoría de los jubilados es una limosna, es una ofensa a la dignidad humana (…) como si los jubilados no tuviéramos que pagar el alquiler, como si no tuviéramos que hacer gastos para nuestros hijos y para nuestros nietos (…).

Los hombres supera en 261 bolivianos a las rentas de las mujeres

La investigadora sostiene que “un jubilado titular percibe una renta promedio de 3.031 bolivianos —por encima del promedio general— una persona que recibe una renta en calidad de derechohabiente accede únicamente a un monto promedio de 2.682 bolivianos (349 bolivianos menos); esta diferencia se debe a que la renta de este último grupo equivale al 80% de la que hubiese obtenido el titular al momento del fallecimiento”.

Dice que la renta promedio de los hombres supera en 261 bolivianos a la que reciben las mujeres. “Por lo general, esta diferencia en contra de las mujeres es el reflejo de las grandes limitaciones de acceso al mercado de trabajo y a las trayectorias laborales caracterizadas por constantes entradas y salidas como consecuencia de alternar las actividades laborales con la maternidad y el cuidado del hogar”.

En cuanto a los gastos que realizan los jubilados, Hurtado dice que “una manera de ver la suficiencia de las rentas de jubilación es contrastarlas con una medida que nos aproxime al costo de vida (…). La Canasta Básica Familiar (CBF) estimada por el CEDLA asciende a 6.400 bolivianos para el año 2017, monto que incluye la Canasta Normativa Alimentaria (CNA) estimada en 2.496 bolivianos y la Canasta de Bienes y Servicios no alimentarios en 3.904 bolivianos. En términos generales, la renta promedio de los jubilados (3.145 bolivianos) permite cubrir únicamente el 49% de esta canasta confirmando la justa demanda de una mejora en el nivel de rentas”.

La depresión como destino

Doña Felipa no puede demandar nada. “La gente del campo como yo o albañiles como mi esposo que no tienen jubilación porque sus trabajos son temporales, no tienen esa jubilación baja que otros tienen. El último destino es morir por hambre, por cualquier enfermedad y por soledad, por pobreza y por la vejez”.

La investigadora del CEDLA afirma que “la depresión constituye uno de los trastornos de mayor complejidad en la población adulta (jubilada o no) debido a los efectos potencialmente nocivos que puede tener en la salud de las personas siendo una de las causas más frecuentes de sufrimiento emocional en la última era de la vida; es considerada como un importante problema de salud pública debido a que, entre otros factores, aumenta con la edad”.

Ante este panorama, Hurtado sostiene que el Estado tiene que ser el garante de los derechos fundamentales de las personas en general, y de los adultos mayores en particular. “Tiene que promover el bienestar subjetivo con el fin de aumentar la satisfacción con la vida”. Dice que “debería ser un desafío no solamente para los diseñadores de políticas públicas, sino también para la sociedad en conjunto. Se trata de que la política pública tenga como objetivo prioritario el que todas las personas alcancen la mayor satisfacción posible (…) mejorando las condiciones de vida que favorezcan a este bienestar”.

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