Guaidó y la rebelión obediente

(*) Jeudiel Martinez

No tengo paciencia para Guaidó. Muchos no la tenemos. Procesamos la repulsión que nos causa compartiendo o haciendo memes sobre él. Creer que Guaidó significa algo, que significó algo es una estupidez, pero una que atraviesa a todo el espectro político en este continente.

Pero Guaidó siempre fue un vacío, un pretexto, un instrumento.

Personalmente no me gusta Guaidó porque es solo un político y no me gustan los políticos, que en este punto de la historia cada vez sirven para menos: no saben hacer, como los técnicos, no tienen ideas, como los asesores, no luchan como activistas y militantes y solo tienen la facultad de decidir por los demás.

En segundo lugar, porque Guaidó, caricatura de sí mismo, ahora se vuelve, melancólicamente, sobre el momento en que pudo hacer todo pero no hizo nada: hace 9 meses solo tenía que invocar el artículo 350 y convocar una movilización continua y masiva cuya finalidad fuera pedir a militares y policías que desconocieran a Maduro…

No tenía que haber violencia necesariamente, solo se trataba de ir a la calle y mantenerse continuamente solicitando a los militares que desconocieran al gobierno: “no obedecemos órdenes del alto mando militar o de la presidencia de la república” …pero movilización continua, como la de Argelia, Hong-Kong, Haití, Ecuador, etc. de los civiles convocando a los militares como ciudadanos, venezolanos, gente del común: «tú no tienes hambre?, tu madre no necesita medicinas?, tú estás de acuerdo con la corrupción? con las masacres del FAES?», y no sobre la vía de la lealtad a un presidentico prefabricado, imitación a la vez de Chávez y de Obama, repitiendo toda la misma basura monárquica del chavismo: «a quien eres leal?» «quien es tu presidente?»

Más cuerpos en la calle de los que el chavismo puede matar, más deserciones de la que puede reemplazar, más conflictos internos de los que los que puede negociar mientras el mundo se cierra a su alrededor y les presiona…

Eso era todo. Pero no, Guadocito, Guaidocín, King Guaidó, primero de su nombre, ha sido el último monigote del “cesarismo democrático” venezolano: llegó pidiendo lealtad y reconocimiento diciendo que tenía un plan (NO TENÍA) y el respaldo de la «comunidad internacional» y se inventó esta idea, enrevesada, absurda, de la entrada de la ayuda internacional.

Muchos creímos que, con tanta alharaca, de verdad EEUU estaba dispuesto a la presión militar (movilizar la flota, un bombardeo de alguna cosa, un desembarco en algún lado) pero resultó que nadie estaba dispuesto a eso: “pura bulla” dicen los caribeños y en eso Trump no fue menos bullicioso que Guaidó quien creyó que hacer entrar un camión por Cúcuta era más efectivo que una movilización general en Caracas.

Y sacrificó al pueblo Pemón en su aventura mal diseñada.

Entonces Guaidó, King of the Clowns and the Posers, desmovilizó las fuerzas que nos quedaban…Y para qué?:

2017 había sido el año de la revuelta de los jóvenes y las clases medias, 2018 de los sindicatos y los militares y policías de rango medio, en 2019 tuvimos sendos alzamientos en tres favelas de Caracas…y todo fue desmovilizado…por la idea de esa fecha mágica en que la “ayuda” tambíen mágica ( o milagrosa porque la magia tiene sus razones y cobra sus costos) haría caer a Maduro.

Teníamos fuerzas para otra acometida contra un chavismo cada vez más débil pero, sobre todo dividido?, habríamos logrado acelerar y masificar la deserción de militares y policías y las rupturas en el alto gobierno?.

Nunca lo sabremos.

Y NUNCA debemos a olvidar a los antichavistas diciéndonos que éramos débiles, que estábamos jodidos, que dábamos lástima, que necesitábamos salvación de otros…haciendo memes de Trump como si fuera un prócer de la independencia, HUMILLÁNDOSE ante él en twitter (si esos mismos Alt Right que hablan de la masculinidad amenazada pero que tienen tan poca)…hay algo más abyecto que esa obediencia, que esa cobardia? Que es la misma que se pasea ahora por Chile limpiando la calle para Lord Piñera y doblando la espalda “pos si patroncito, no deje el comunismo pasar patroncito”? Eco y gemelo de la obediencia chavista, izquierdista: “pos si patroncito, es la guerra económica, el sabotaje eléctrico, derrocaron al Evo por el litio patroncito”…

Guaidó es el producto de dos cosas: la política de las elites y la subjetividad antichavista, que es, como el chavismo, una forma de la Servidumbre Voluntaria.

El antichavismo es una REACCIÓN desesperada al chavismo, es amorfo por naturaleza, es decir, no tiene la capacidad ni de formarse ni de metamorfosearse, golem fallido , sin memoria o duración, nació desesperado piensa solo en lo inmediato, en fechas milagrosas en que todo acaba rápidamente, en un poder trascendente que se manifiesta como ángel o superhéroe y termina de resolver la crisis. El tiempo del chavismo es la suma de ese cortoplacismo y esa desesperación.

(Una vez, en una clase, le expliqué a los alumnos que las movilizaciones democráticas duran meses y a veces años, les hablé de cuánto costó sacar a Pinochet de Chile, acabar con el Apartheid…Me miraban con ojos horrorizados e incrédulos: les resultaba inconcebible una lucha política que no se resuelve en unos pocos días o mediante una solución milagrosa…)

Respecto a lo otro Guaidó es producto de una dirigencia política que no tiene experiencia en luchas u organización de bases, que tampoco tiene preparación académica o técnica, es decir, de figuras o «figurines» que ocupan cargos en nombre de intereses organizados en agendas.

El departamento de Estado lo fabricó, y constreñido por la cultura política antichavista y por su misma naturaleza de figurín político en vez de decir: «ahora o nunca: este es el último chance, vamos a la calle y no volvamos hasta que esto termine» dijo «el 23 todo se va a resolver, los militares lo resolverán, la comunidad internacional (los gringos) lo resolverán».

La confianza estaba hacia afuera y hacia arriba. La promesa era, como la del chavismo en sus buenos tiempos, no tener que pagar ningún precio o hacer ningún esfuerzo. Como SIEMPRE ocurre con los antichavistas vino la decepción y la desmovilización, el mismo ciclo maniaco-depresivo.

Y todas las piezas de la rebelión, que estaban allí, nunca se juntaron: deserción constante de militares, movilización de civiles, protesta continua, incluso -como vimos el 30 de abril- ruptura en la misma cúpula chavista.

Contrario a lo que cree la izquierda conformista, que no habla de rebelión contra el chavismo sino de protesta social (porque de la revuelta contra Maduro no puede salir la «dictadura del proletariado», es decir, la de los 4 ilusos que no son proletarios pero hablan de ellos todo el tiempo ) contrariamente al antichavismo que, rastrero as usual, pedía una transición larga -lo más larga posible- de los democráticos dirigentes que tienen años bebiendo del dinero de Odebrecht, Derwick y banqueros como Meherzane la situación venezolana requería una transición corta, renovación de los poderes públicos, ELECCIONES GENERALES que nos sacaran del gobierno de facto, de la tiranía, y permitieran multiplicar la movilización de forma que el destino del país no quedará en manos de la clase política QUE ES TODA CORRUPTA.

En estas condiciones no se trata de poner en el palacio a alguien agradable, chevere, que nos representase: la elección es un fin en sí mismo porque afirma la libertad, es decir, afirma que ninguna parcialidad política es dueña del estado…así como la competencia económica limita el poder de los empresarios las elecciones libres limita el de los políticos…

Pero la lucha política, en particular la democrática, es más que eso.

Estrictamente hablando LA DEMOCRACIA TERMINA CUANDO COMIENZA LA REPRESENTACIÓN y entre los monárquicos de izquierda o derecha o los liberales solo tenemos para escoger entre representación total o parcial, absoluta o relativa…incluso en el caso de liberales y neoliberales, una libertad producida “alopoieticamente” (desde afuera y usualmente desde arriba como el mercado) por el estado y las elites políticas que, de esa manera, programan la libertad un poco más abierta un poco más estrecha, sea que se trate de estas monarquías caudillistas en que el corporativismo (consejos comunales, misiones, partido) producen el Cuerpo Político del gobernante, sea en regímenes liberales en que la limitación de poderes define campos de libertad mucho más amplios pero igualmente predefinidos y limitados por la representación política y, por tanto, no ajenos a un estatismo fundamental y a diferentes gradientes de policialización y autoritarismo, como lo demuestra la historia reciente de muchos países desarrollados ( y la propensión de los liberales y neoliberales a apoyar regímenes autoritarios -desde dictaduras norteafricanas al pinochetismo o el neoestalinismo chino)

Ante delegar el poder (y la fulana “dictadura del proletariado” es una mera delegación a menos que se proceda a la disolución constante del estado y del mismo partido) o limitar al poder estatal está la opción de EJERCER EL PODER DIRECTAMENTE, que es lo que es la democracia como procedimiento o práctica y no como ideal moral (que es como se le entiende mayoritariamente): un ciclo virtuoso en que la libertad (el poder) se produce a sí misma, se limita y se expande a si misma, y no es predefinida por quien quiera que crea que tiene una conciencia superior o tenga los medios para programar la vida ajena…

La vida es un poder que se organiza a sí mismo y por si mismo, incluso de formas complejas, sin ningún dios o diosecillo, leninista o constitucionalista que le imponga un “diseño inteligente”. Esto es lo que, en definitiva, hizo la clase obrera inglesa -y luego alemana, etc- cuando se apropió -devoró- de los instrumentos de una política liberal, concebida por y para la burguesía creando el primer movimiento político moderno.

Las relaciones con las elites politicas en nuestros tiempos no es tan diferente de una relación de explotación en la que la gente del común es algo así como un prosumidor que provee las elites de materia, energía e información (votos, cuerpos movilizables, signos, ideas, trabajo afectivo etc) que en unos casos sigue el modelo del funcionario público y en otro de usuario de redes sociales. Chavismo y antichavismo corresponden a uno y otro modelo.

La infeliz venezuela, incapaz de la movilización constante que han logrado países más pobres como Haití y Sudán o la de países más ricos y sofisticados como Francia y Hong-kong, que tiene 30 años de atraso en movilización, donde solo los políticos tienen capacidad de convocar, donde la gente tiene casi las mismas ideas políticas del siglo XIX (“tiene que llegar alguien”) que puede tener que ver con estas discusiones?:

Pues tiene que ver respecto a 3 cosas:

– Que una movilización constante como la que se vive en otros países del continente y del mundo hubiera generado la presión interna para acelerar las rupturas de la élite chavista impidiendo el proceso de normalización del chavismo que ha ocurrido en los últimos meses. (Adicionalmente es más difícil para las élites y oligarquías antichavistas alargar y alargar la transición si, como en Chile o Argelia, hay una multitud movilizada que sabe lo que quiere aunque sea vagamente, es decir, que hay que renovar de arriba a abajo los poderes públicos)
– Que, con una transición breve y un nuevo gobierno, en el peor de los casos habría sido posible cierto nivel de recuperación del nivel de vida, de las libertades públicas, etc. recibir préstamos ayudas, operaciones humanitarias de largo alcance, aplicar otras políticas monetarias etc. Eso era lo importante y no la absolutamente ridícula idea de la izquierda venezolana de que al chavismo le habría sucedido “otro gobierno burgués”: en Venezuela, hay una correlación directa entre tiranía y colapso y la situación actual lo que demanda es el fin de ambos, precisamente, para hacer posible una movilización más vasta que no es posible ante la combinación de tiranía, “guerra sin guerra” y colapso general.
– Que, en el mejor de los casos, como pasó luego de la Huelga-rebelión venezolana del 36 la movilización (que no es solo poner gente en la calle) habría establecido el marco dentro del cual las diferente elites y dirigencias políticas tendrían que operar, es decir, habría sido posible “gobernar al gobernante” que es la base del radicalismo propiamente democrático: en esas condiciones ya habría sido ya posible pensar en proyectos más vastos de cambios en el estado y la esfera pública, generar nuevas jefaturas, organizaciones, instancias de gobierno y organización etc. en un ambiente un poco más rico que la penuria económica, cultural y política actual, en fin, otra situación en que habrían sido posibles otras cosas.

Pero no va a ser venezuela, un país devastado y donde todavía se piensa en términos partidistas y caudillistas donde los problemas de la movilización política contemporánea se van a resolver ( insurreccionalismos, falta de memoria, estructura y duración, nuevas formas de dirección etc )

Con el “Plan Guaidó” (que no es más que una simple consigna) tal vez la última posibilidad de una revuelta se perdió y vino una aceleración de la descomposición del país que redujo dramáticamente el campo de lo posible, y ahora las dos opciones políticas en venezuela son estas:

– La fantasía de la Alt Right de que los EEUU eliminen al chavismo y conviertan a Venezuela en una suerte de Disneylandia , fantasía que viene, ante todo, del narcisismo de nuestra clase media alta y los círculos universitarios neoliberales y derechistas que han venido convergiendo en los últimos años (no olvidar que en países como Venezuela el neoliberalismo usualmente se presenta como el MÉTODO de sectores políticamente y socialmente conservadores, es decir, el neoliberalismo en sí no es de derecha pero los neoliberales suelen serlo).

– La de otros liberales, no capturados por la derecha y centroizquierdistas que dicen -estúpidamente- que “estamos condenados a negociar”, que se sienten bien consigo mismos, tan civilizados, hablando de “diálogo” y negociación, como si una negociación fuera otra cosa que la continuación de un conflicto por otros medios, es decir, una forma menos costosa de resolver una lucha. (Pero cómo puede negociar alguien que no puede luchar y, por tanto, elevar los costos del contrario?, como se puede pedir “entienda que debe negociar” alguien que entiende perfectamente su situación pero solo quiere puede alargar su tiempo en el poder?.)

El hecho es que la población no tiene medios de presión: solo los EEUU. Y como las prioridades de los EEUU no son las de los venezolanos ellos han diseñado una situación a la medida de sus intereses en que a veces presionan a otras potencias a través de Venezuela, o la usan como propaganda electoral, o simplemente la ponen en cuarentena, en ese Cuarto Mundo en que han estado Zimbabwe y Cuba sin que cambie nada excepto por la aceleración del despotismo y la degradación.

Ahora, a casi un año de su juramentación, Guaidó trata de hacer lo que ni hizo entre enero y marzo, que es algo que el país (luego de los mega-apagones, el recrudecimiento de la crisis y un millón de inmigrantes más) seguramente ya no puede.

Como otros gobiernos parecidos el chavismo puede caer debido a una crisis inesperada o una ruptura en la cúpula. Puede hasta que finalmente acepten alguna negociación que cambie lo menos posible las cosas…pero hasta ahora la tendencia es que Maduro, como Mugabe, se extienda en el tiempo gestionando la descomposición y la ruina.

La responsabilidad de eso es de todos los venezolanos pero, muy en particular, la de que no hayamos podido dar una última batalla es del antichavismo, de la dirigencia política “opositora” y de una cultura de servidumbre voluntaria a la que Guaidó representa tan bien como Chávez.

Debemos recordar cómo, en ese momento decisivo, el antichavismo, incluso en sus tendencias más liberales, eligió esa servidumbre antes que la rebelión: como se prefirió el culto a los líderes que la amistad con los iguales, la fé en poderes salvadores más que la confianza en los demás: la elección entre buscar la deserción militar por la vía del reconocimiento a Guaidó como presidente y no por el llamado directo de los civiles a los militares en las calles construyendo una confianza mutua es una elección muy clara: Guaidó, trató de reemplazar a Chávez como Rey-sacerdote invocando el poder de los dioses aeronavales y haciendo fluir la “ayuda humanitaria” y el dinero de los activos venezolanos confiscados.

No olvidemos nunca los planes absurdos y enrevesados de Guaidó, sus bobadas de candidato eterno, pero tampoco el culto a la personalidad, la sumisión abyecta que despertó y que incluso la oposición a Guaidó dentro del antichavismo se manifestó como sumisión aún más abyecta a Trump como si en la hora más desesperada el antichavismo se disolviera en lo que es la esencia misma del chavismo: la rebelión obediente que se hace en nombre del buen amo contra el malo o el peor.

Y por haber sido así, no importa a qué extremos de vileza llegue el chavismo o cuanta gente pueda movilizar Guaidó, parece imposible que pueda hacer otra cosa que mirar con melancolía a ese momento en que todo pudo ser diferente.

En Venezuela hace falta más que una marcha multitudinaria sino una movilización oceánica y continua que vaya más allá de los límites sociales y geográficos del antichavismo, un verdadero salto de confianza, casi de fé que desborde la capacidad chavista de aterrorizar y reprimir y, por tanto, de la oportunidad a los militares de desobedecer y obligue a la cúpula chavista a tomar una decisión (no porque “entienden” sino porque no les queda otra) ….semejante cosa solo ocurriría más allá -e incluso a pesar -de Guaidó que tiene meses como un zombie, sin pena ni gloria diciendo consignas vacías o porque el chavismo, finalmente, pierda la habilidad de cabalgar el colapso y se disuelva en él.

Sea como sea ninguna de las cosas ocurrirá por Guaidó: o la gente, como en 2017, usa sus convocatorias para reagruparse y va más allá de la movilización antichavista (que siempre es o turba vengativa o masa inerte y pasiva) o factores en la dirigencia chavista encuentran la oportunidad para salir de Maduro (como ocurrió el 30 de Abril en una conspiración planeada por Manuel Cristopher, el jefe de la policía política, en la que Guaidó y López eran poco más que adornos, convidados de palo, o representantes de los intereses de EEUU).

Como Guaidó, no es rey de barajas sino de memes, esto será decidido por la fortuna o por la virtud de otros. Especialmente esos otros a los que él y toda la casta política venezolana ha pasado veinte años quitándole el control de su destino.

FUENTE: https://uninomadasur.net/?p=2322

*Jeudiel Martinez es analista.