Sin tiempo para soñar: Trabajo infantil y adolescente en la castaña
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En este artículo se presentan los principales hallazgos del estudio sobre la situación de los niños, niñas, adolescentes y sus familias en la zafra y el beneficiado- procesamiento industrial de la castaña-, en la región del norte amazónico de Bolivia, limítrofe con Brasil y Perú.
La economía castañera es un enclave exportador conformado por centros productores de materia prima que se encuentran geográficamente poco vinculados al resto del país y están bajo la propiedad o el control de grandes empresarios forestales e industriales asentados en los centros urbano- industriales de su entorno forestal; es una economía fuertemente dependiente de los cambios internacionales en la demanda y los precios de un solo producto exportable, donde la industria del beneficiado tiene una posición hegemónica sobre el conjunto de las relaciones económicas y sociales de la región. Como toda economía primario exportadora presenta rasgos de un capitalismo atrasado que se caracteriza por el bajo desarrollo de las fuerzas productivas y la presencia de relaciones de producción arcaicas, donde el capital impone su dominio a la fuerza de trabajo, en su afán de lograr elevadas tasas de lucro.
Desde finales de la década de los ochenta, Bolivia ha pasado a ocupar el primer lugar en las exportaciones de la castaña pelada o nuez de Brasil, como se la conoce en el mundo y el segundo lugar en el valor de las exportaciones no tradicionales del país, con un valor de 71 millones de dólares en 2006. En ese mismo año el volumen exportado estuvo cerca de las 20.000 TM[1]. El mercado internacional de la castaña está liderado por los Estados Unidos (38%), seguido del Reino Unido (24%) y, muy de lejos, por Alemania y los Países Bajos (7%). Bolivia, como principal proveedor en el mundo destina sus exportaciones principalmente a Europa (60%), Estados Unidos (36%) y últimamente a otros países asiáticos que tienen una demanda creciente.
Los precios internacionales de las nueces se determinan por factores de oferta y demanda en ausencia de bolsas de productos, mercados a futuros o subastas que pudieran actuar como puntos determinantes del precio. Desde el año 2000, los precios alcanzaron los niveles más altos llegando a 4,36 $us por kilogramo en 2005, para luego descender a 3,61 $us en 2006. Estas variaciones de precio en el corto plazo generan incertidumbre entre los exportadores, pero al mismo tiempo estimulan la búsqueda de nuevos mercados para diversificar los riesgos.
El comportamiento de las exportaciones de castaña muestra un importante aumento en los volúmenes y en los precios desde 1993, lo que ha impulsado el crecimiento de la industria en la región. El cumplimiento de los estándares de manejo ambiental o de calidad que exigen las certificaciones de exportación, permite a los productores consolidar su presencia en los mercados tradicionales y conquistar mercados preferenciales; sin embargo, en la definición de criterios para la certificación por lo general no se vinculan los temas de calidad, producción orgánica o inocuidad alimenticia con el tema social, pues la intención es velar por la salud de los consumidores, antes que por las condiciones sociales en las que producen los trabajadores.
Los crecientes requerimientos de fuerza de trabajo en la cadena castañera se concentran en las fases de recolección y beneficiado (específicamente en el quebrado o pelado) de la materia prima y son cubiertos por el capital en el seno de las familias de la propia región; la contratación de un hombre adulto para la zafra supone también la participación de la mujer y los hijos, de la misma forma, la contratación de una mujer para el quebrado o pelado de la castaña, supone la incorporación de los hijos en el proceso de trabajo. El pago a destajo, utilizado como mecanismo de control de los trabajadores es el instrumento utilizado por las empresas para incorporar el trabajo de los hijos, otros parientes y no parientes, encubriendo una relación de dependencia laboral bajo una forma aparente de trabajo familiar.
La contratación de trabajadores para la zafra se realiza mediante el sistema de intermediación laboral o enganche que permite eludir las obligaciones sociales emergentes de la relación de dependencia laboral, subordinando los derechos de los trabajadores a los intereses de patrones y contratistas. La contratación está mediada por el sistema de habilito, que consiste en un anticipo en dinero a cuenta del salario para asegurar su participación en la zafra y la entrega periódica de bienes de consumo durante su permanencia en los centros de recolección. A su vez, las empresas industriales combinan formas de contratación directa de los trabajadores denominados dueños/as de cuenta, con la subcontratación en planta de los hijos y otros trabajadores intermediada por éstos, una forma de explotación del obrero por el obrero, propia de las primeras fases del desarrollo industrial.
Cada vez más la zafra de la castaña depende de la contratación estacional de fuerza de trabajo que se traslada al bosque desde la ciudad de Riberalta, donde la mayoría se ocupa como obrero el resto del año en las fábricas del beneficiado; claramente el capital industrial armoniza los tiempos de trabajo en la fábrica con los del bosque, aumentando su control sobre la fuerza de trabajo, en un contexto de escasa intervención del Estado en la fiscalización de las relaciones capital-trabajo y de fuertes restricciones para la acción colectiva de las organizaciones sindicales para la defensa de sus derechos laborales.
En 2006, la cadena castañera generó 24,289 empleos: 16.957 empleos eventuales en la fase de recolección y 7.332 empleos -temporales y permanentes-, en el beneficiado. Considerando otros municipios del norte amazónico el empleo generado es todavía más elevado, sobre todo en la recolección. En ambas fases de la cadena una de cada cuatro personas ocupadas en un niño, niña o adolescente.
El estudio, estuvo dirigido a conocer la magnitud y características del trabajo infantil, en el marco más amplio de inserción de las familias en las actividades de la zafra y el beneficiado de la castaña y, específicamente, a determinar las consecuencias del trabajo infantil sobre el ejercicio de sus derechos a la educación y a la salud. Fue realizado en el corazón del enclave castañero conformado por el municipio de Riberalta (Beni), como principal centro industrial y los municipios de Gonzalo Moreno, San Lorenzo y Puerto Rico (Pando), como centros productores de la materia prima, donde se realizó una encuesta a hogares castañeros[2], entrevistas en profundidad con todos los actores vinculados con la cadena castañera y Grupos Creativos de Información (GCI), con niños, niñas, adolescentes y padres de familia.
En este marco se analizan los aspectos centrales del trabajo y las condiciones laborales de las familias castañeras, tanto en la zafra como en el beneficiado de la castaña, así como la situación concreta en la que trabajan los niños, niñas y adolescentes.
La recolección o zafra de la castaña
Esta actividad se realiza entre los meses de diciembre a marzo y en el proceso de recolección se combinan dos formas de organización productiva; la primera, especializada en la extracción de castaña, está conformada por unidades económicas empresariales denominadas barracas –algunas tradicionales y otras administradas por el capital industrial como parte de un proceso de integración vertical-, que actualmente controlan cerca de dos millones de hectáreas en los espacios territoriales con mayor densidad de árboles de castaña. En la barraca, el proceso de recolección se organiza con base en métodos de trabajo que no han cambiado desde el siglo pasado, es decir, con medios, técnicas y relaciones de producción muy arcaicos, de donde resulta que la producción, la productividad y por lo tanto la ganancia, dependen del uso extensivo de fuerza de trabajo, de la intensificación del trabajo y del pago de bajos salarios.
La segunda, está conformada por unidades económicas campesinas que combinan actividades agrícolas y extractivas en sus propias tierras con el trabajo asalariado estacional en las barracas. Se encuentran organizadas en comunidades que tienen entre 20 y 30 familias y se hallan subordinadas al capital forestal e industrial tanto a través de la venta de la materia prima, como de su fuerza de trabajo. Se estima que estas comunidades han logrado concentrar cerca de 2.5 millones de hectáreas, sin embargo, su acceso limitado a otros recursos productivos (capital, infraestructura caminera, transporte), todavía no les permite el aprovechamiento de los recursos forestales en su beneficio.
En 2006, la producción llegó a dos millones de cajas (unidades de 23 kilogramos) de las cuales 1.6 millones fueron recolectadas en el área de estudio, movilizando a un importante volumen de fuerza de trabajo. La zafra de la castaña es la actividad regional más importante durante la época de lluvias, en comparación con las pocas oportunidades alternativas de ocupación tanto en el campo como en la ciudad; es, actualmente, el espacio donde las familias (niños, niñas, jóvenes y adultos) pueden generar ingresos monetarios que en muchos casos son muy significativos en relación con su limitada economía en el resto del año. Entonces, el ingreso monetario se convierte en un elemento de alta motivación para el traslado a la zafra, donde se utiliza toda la mano de obra disponible dentro del núcleo familiar para alcanzar un nivel de ingreso esperado.
De acuerdo con la encuesta por muestreo realizada entre las familias castañeras (EHC) se pudo estimar que durante la campaña 2006-2007, 16.957 personas trabajaron en la zafra, de las cuales 4.762 eran niños/as y adolescentes. El 60,4% de los zafreros se trasladó a los centros barraqueros para trabajar como asalariados mediante el sistema de enganche. Bajo este sistema, el patrón barraquero tradicional o empresario delega en un contratista las relaciones entre el capital y el trabajo, eludiendo en la mayor parte de los casos su responsabilidad directa sobre las condiciones laborales de los trabajadores. Las relaciones contractuales se caracterizan por su informalidad, a pesar de la existencia de un contrato único negociado con los empleadores, prueba de esto es que en 2006-2007, sólo el 39% había suscrito un contrato de trabajo escrito.
Los zafreros no cuentan con un marco legal que los proteja, pues no están contemplados en la Ley General del Trabajo como asalariados del campo, por lo tanto, las condiciones laborales, se sujeta en última instancia, al arbitrio de patrones y contratistas lo que limita el ejercicio de sus derechos laborales. En efecto, los términos estipulados en el contrato único donde se fija el precio por caja de castaña, la responsabilidad empresarial por el traslado en condiciones adecuadas, la atención de la salud, la venta ( habilito) de bienes de consumo básico a precios similares a los de mercado, entre otros, se cumplen parcialmente o no se cumplen. El hecho es que, con o sin contrato, los derechos de los zafreros no dejan de ser vulnerados una vez que se encuentran en el bosque.
Dado el carácter familiar de la movilización de la fuerza de trabajo en la temporada de zafra, por cada persona directamente contratada en las barracas trabajan dos o más miembros adicionales de la familia (2.8 en promedio), entre éstos los niños/as, adolescentes y mujeres que abaratan los costos de la mano de obra para el capital.
La ciudad de Riberalta es el principal centro de reclutamiento y contratación de los zafreros. Durante su traslado a los centros de recolección, están expuestos a innumerables penurias; es común que viajen por río en un motor (lanchón) o en camiones atestados de gente; además de la fatiga por el amontonamiento de personas y carga, las lluvias y el viento persistentes afectan la salud de los viajeros, arriesgando en muchos casos su integridad física por el caudal de los ríos. Una vez que se arriba al punto de desembarque, el ingreso hasta los centros de recolección de las grandes barracas se realiza por algunas horas más en movilidades (camionetas) o tractores chatas), mientras que en las más pequeñas el trayecto se realiza a pie con las pertenencias y provisiones a cuestas.
El trabajo infantil y adolescente en la zafra
El proceso de trabajo, es intensivo en mano de obra tanto en las barracas como en las comunidades y se realiza con medios de producción rudimentarios como el machete. Consiste en cuatro fases: recolección o colecta, post cosecha, almacenamiento y comercialización. La colecta, se inicia con la limpieza, apertura de sendas y la refacción y/o construcción de payoles que sirven como vivienda y lugar de almacenamiento primario. Los frutos se recogen del suelo, una vez que caen de los árboles y se amontonan en un solo lugar. Cuando se ha recolectado una cantidad suficiente de cocos, se procede al corte de los mismos para la extracción de las semillas, con ayuda de un machete de forma tal que las semillas no sean dañadas; esta tarea se realiza cerca del árbol en un lugar descampado para evitar el riesgo de la caída de frutos maduros con el viento o las torrenciales lluvias.
La post colecta, consiste en la selección y el embolsado de las semillas no dañadas, para el traslado a los payoles o a la vivienda de los zafreros, generalmente a pie. Finalmente, se procede al almacenamiento con una infraestructura básica para evitar la humedad y la contaminación con hongos (aflatoxina), para su traslado a las beneficiadoras donde se procesa para su comercialización.
En la zafra 2006-2007, la movilización de las familias ha comprometido la presencia de 4.672 niños/as y adolescentes trabajadores, de los cuales 2.605 eran niños/as y 2.066 adolescentes, con una mayor presencia de hombres en todas las edades. El hecho es que los niños “acompañan” a los padres, pero acaban participando efectivamente en la recolección, incluso en mayor porcentaje que los adolescentes, a pesar de la prohibición del trabajo infantil bajo relaciones de dependencia laboral en la legislación boliviana.
El trabajo que realizan los niños/as y adolescentes en las barracas, consiste principalmente en la colecta (recojo, acumulación, selección y vaciado de la castaña en bolsas) y su traslado hasta el payol. El 70% participa en estas tareas durante siete horas promedio cada día. El recojo y acumulación de cocos es una tarea peligrosa; por su dispersión en la maleza al pie de los grandes árboles, los zafreros están expuestos a picaduras de víboras o insectos y también a ser alcanzados por un coco durante su caída; por ello, una tarea de los adultos (por lo general el padre) es habilitar el lugar de recolección, limpiando los alrededores machete en mano. Preparado el lugar, llaman a los hijos por medio de silbidos o gritos para que éstos ingresen al área de trabajo. A medida que los niños/as desarrollan ciertas destrezas también se ocupan del quebrado de los cocos con riesgos para su integridad física debido al uso de pesados machetes. El traslado de la castaña a los payoles es realizada por los niños/as durante toda la jornada aumentando el volumen a medida que se adentran en el bosque; es una de las tareas más duras y peligrosas para la salud dado el peso de la carga y la falta de medios de transporte mecánicos. Se realiza con un equipo rústico que permite soportar y distribuir el peso para moverse por terrenos irregulares, húmedos y resbaladizos. El promedio de carga varía entre los 11-35 kilos para los niños/as y llega hasta 46 kilos (2 cajas) entre los adolescentes.
Los zafreros trabajan en promedio 8.2 horas al día, pero el 43% tiene una jornada superior al promedio, sobre todo entre los hombres. El número de horas de trabajo, está en función del apoyo con el que cuenta el zafrero, a menor apoyo habrá mayor intensificación y extensión de la jornada. Por esta razón los zafreros buscan ingresar con su familia al bosque, al mismo tiempo que proveen de fuerza de trabajo adicional de mano de obra ahorrando costos (directos e indirectos) para el capital, puesto que la jornada laboral de los niños y, en particular de los adolescentes, es similar a la de los adultos.
La productividad media del trabajo por familia es de 118,5 cajas con una jornada promedio de 8 horas al día y 2,8 recolectores en promedio. Durante los 74 días que pasan en promedio en el bosque, alcanzan un ingreso neto familiar medio de 6.581 Bs, lo que representa 833 Bs/mes por persona (104 dólares), un monto equivalente al salario de un obrero no calificado en las ciudades. No se reporta a niños/as y adolescentes que perciben ingreso por su cuenta. Los precios elevados que pagan por los bienes de consumo en los almacenes de la barraca, el engaño en el peso de la caja entregada e imprevistos relacionados con la salud, tienen a reducir el saldo del salario que les queda a las familias al finalizar la zafra.
En los últimos años, la mayor parte de los zafreros culmina la zafra con un saldo a su favor, lo que ha dejado atrás las prácticas de servidumbre por deudas tan peculiar en esta actividad; sin embargo, el pago no siempre se realiza de inmediato o al retorno al lugar de origen, más de la mitad de las familias debe esperar entre uno y seis meses, dependiendo de la liquidez que tienen los barraqueros/empresarios. Este es otro mecanismo de coacción que reduce una parte del salario porque se paga a voluntad de los patrones y sin un ajuste de intereses por su retención indebida.
Las condiciones de vida en las barracas son, en general, muy precarias por la carencia de viviendas adecuadas, la falta de acceso a servicios básicos y la mala calidad del agua. El 80% de las familias duerme en una sola habitación y un 4% no tiene un espacio cubierto para descansar. El 88,6% de las familias carece de alguna fuente de energía y el 52% no dispone de letrina. El agua que se consume proviene generalmente de los ríos, vertientes y acequias con una alta probabilidad de estar contaminada. El 87% consume el agua tal como la recoge, lo que explica el alto índice de parasitosis y diarreas que afecta principalmente a niños/as y adolescentes.
Durante la zafra, los niños/as y adolescentes están expuestos a golpes o fracturas por la caída de los cocos, que en algunos casos pueden acabar con la vida de las personas; la picadura de insectos (buna, mosquitos portadores de malaria y dengue), la picadura de víboras o alacranes, cuya reacción provoca fiebres y fuertes dolores, así como el ataque de animales salvajes, como el jaguareté, que es conocido en la zona como el “tigre”.
En la zafra 2006, el 3.2% reportó haber sufrido algún tipo de accidente durante la última de recolección; asimismo, el 21% de niños/as ha reportado enfermedades como la malaria o paludismo, infecciones respiratorias agudas y enfermedades diarreicas agudas. Las malas condiciones de nutrición con las que llegan a la zafra, a las que se suma la baja calidad de los alimentos y el consumo de agua no tratada, dejan sus organismos más vulnerables a las enfermedades el resto del año y, en algunos casos, secuelas que afectan su crecimiento.
El beneficiado de la castaña
El procesamiento de la castaña es realizado por empresas capitalistas grandes, pequeñas y medianas. Se trata de un proceso poco complejo, intensivo en el uso de fuerza de trabajo, con predominio de maquinaria mecánica y electromecánica y con una concentración de los trabajadores en las tareas de quebrado o pelado de la castaña; también aquí, la productividad y la ganancia dependen de la intensificación del trabajo, y del pago de remuneraciones por debajo de su valor.
En 2006 se registraron 24 empresas beneficiadoras en Riberalta y una en la ciudad de Cobija. Tres factores contribuyeron a su constante aumento numérico desde 1990: el incremento de los precios en el mercado internacional y la decreciente competitividad de las compañías brasileñas; la orientación exportadora de las políticas públicas y las políticas de flexibilización laboral- que permitieron al capital mantener las anteriores formas de contratación (subcontratación en planta, salarios a destajo) y facilitar el despido de los trabajadores en función de las variaciones de la demanda en el mercado internacional-; por último, el crecimiento de la población urbana debido a la crisis final del extractivismo gomero y la migración del campo a la ciudad.
La ciudad de Riberalta aumentó en más de tres veces su población-actualmente cuenta con más de 81.000 habitantes-, dando lugar a la formación de un excedente de fuerza de trabajo que no solamente cumple una función depresora de los salarios, sino que permite una mayor subordinación del trabajo por el capital.
La organización del trabajo se caracteriza por una alta división, especialización y estandarización de tareas, las personas son vistas como medios o instrumentos para lograr mayores volúmenes de producción y, en muchos casos, se hallan sujetos a un trato autoritario o despótico. Se trata de un estilo de dirección taylorista ajustado, donde las formas de mando están impregnadas de informalidad, asentadas en reglas en su mayoría no escritas, y actitudes discrecionales en función de simpatías personales; la vigencia del horario flexible y del salario a destajo permiten la subcontratación indirecta en planta que beneficia a los empleadores con el ahorro de costos laborales y perjudica al trabajador obligándole a un mayor esfuerzo productivo y la extensión e intensificación del trabajo familiar e individual con un salario bajo.
Con esta forma de organización el perfil del trabajador recae en personas con baja escolaridad, capaces de concentrarse en una sola tarea y dóciles para subordinarse a las normas impuestas por la empresa; por tal razón, se constituye en mano de obra fácilmente sustituible o intercambiable dentro de la empresa o entre empresas. Entre los trabajadores, el 60% son mujeres y cada vez más adolescentes y jóvenes de ambos sexos que se caracterizan por su mayor productividad y menor responsabilidad familiar.
El trabajo infantil y adolescente en el beneficiado
En 2006, el beneficiado daba empleo al 21,9% de la población de Riberalta y cerca de la mitad de los obreros combinaba su ocupación temporal en las plantas beneficiadoras con la recolección. En ese año ocupaba a 7.332 trabajadores/as de los cuales 1.812 eran niños/as y adolescentes. En los últimos años, las empresas han comenzado a prohibir el trabajo infantil para cumplir con las exigencias del mercado en cuanto a la inocuidad alimenticia y la aplicación de normas técnicas para evitar la contaminación y garantizar la calidad de la almendra, lo que conlleva un proceso libre de manos infantiles, lo que está llevando a su gradual desaparición.
Este proceso está siendo facilitado por la sobreoferta de mano de obra adolescente originada en una transición demográfica que permite a las empresas sustituir el trabajo infantil por trabajo adolescente, sin afectar sus estrategias de abaratamiento de costos laborales, puesto que en su mayoría están sujetos a una relación contractual indirecta.
El proceso de trabajo en el beneficiado consta de nueve fases: secado, preselección; sancochado, quebrado o pelado, selección por tamaño y calidad; recorte; deshidratado; control de calidad; y empaque de la castaña. La principal tarea desempeñada por los niños/as es el quebrado de la castaña (94,0%), que se realiza con la ayuda de una máquina quebradora en los galpones de instalados para este fin, donde se enfilan mesas y bancos de madera formando pequeños grupos de trabajadores en cada mesa. Es un trabajo repetitivo, que obliga a una misma postura, sin respaldo en los bancos, en un ambiente con altas temperaturas y en muchos casos con escasa o ninguna ventilación.
La forma de inserción de los niños/as, y adolescentes en el proceso de trabajo es a través de los dueños/as de cuenta que incorporan como “ayudantes” a sus hijos y otras personas del entorno de su vecindad. Así, los dueños/as de cuenta cumplen las funciones de trabajadores directos, supervisores de tareas y subcontratistas de mano de obra. La generalización de esta práctica en las empresas beneficiadoras ha llevado a que apenas cuatro de cada diez obreros(as) tenga un contrato directo con el empleador.
Todos los niños/as y el 98% de los adolescentes se hallan subordinados a otro obrero(a) sea miembro de su familia o no, es decir, que la subcontratación indirecta es el mecanismo que sigue siendo utilizado para eludir las obligaciones contractuales establecidas por ley, con la consiguiente desprotección social de los adolescentes, quienes no tienen derecho a beneficios sociales, protección a la maternidad o a la sindicalización.
Existen dos formas de pago, una por tiempo de trabajo que rige para los trabajadores administrativos, y otra a destajo para los obreros y dueñas de cuenta quienes remuneran de la misma forma a los ayudantes que no forman parte e su familia. La jornada laboral para los quebradores/as y ayudantes pagados a destajo es flexible, lo que les permite hacer uso de su tiempo alternando actividades productivas, reproductivas o escolares con la única condición de cubrir un cupo de producción (50-60 kilos como mínimo) e ingresar a una determinada hora a la fábrica para no afectar el flujo de producción.
La desventaja del horario flexible es que lleva a una intensificación del trabajo y extensión de la jornada. Los niños/as y adolescentes, trabajan un promedio de seis horas diarias, durante cinco días a la semana (2 de cada diez trabaja hasta seis días). La jornada de trabajo de los niños/as y adolescentes, comienza en horas de madrugada. Ocho de cada diez inicia su jornada entre las dos y seis de la mañana, lo que equivale a un horario nocturno que no es pagado como tal. Si bien las empresas están normando el ingreso a partir de las cinco de la mañana, aquellos que laboran en galpones sin ventilación, se obligan a mantener el horario anterior para acabar su jornada antes que las horas en las que el calor aumenta atenten contra su productividad.
El salario para quienes trabajan a destajo, es decir para el 95% de la fuerza laboral del beneficiado entre dueñas de cuenta y ayudantes de dueña de cuenta, se fija estableciendo el precio por kilo de castaña quebrada (2,2 Bs/Kg en promedio en 2006). La productividad media por día es de 20 Kg de castaña pelada por persona con una jornada promedio de 8 horas durante 5,2 días a la semana. La capacidad de producción promedio de los niños/as y adolescentes es variable dependiendo de la edad pero es superior a los 10 Kg/día y un 40% mayor entre los hombres.
El salario de las dueñas de cuenta está compuesto por la remuneración a su fuerza de trabajo y la de sus ayudantes y alcanza a un promedio de 1.202 Bs mensual. El 64,5% percibe un ingreso por debajo de este promedio. Los ayudantes del quebrado que reciben una remuneración en dinero declaran un ingreso de 419 Bs/mes, 509 Bs entre los hombres y 314 Bs entre las mujeres. En general, los niños/as y adolescentes contribuyen con su trabajo a la generación de un ingreso familiar y la remuneración monetaria que declaran suele ser una asignación para gastos que no adquiere la forma de salario. Esta característica les impide verse como trabajadores sometidos a un régimen de explotación de su fuerza de trabajo.
En cuanto a la atención de la salud, el seguro social de corto plazo solamente cubre al 35,1% de los trabajadores, 45,3% entre las dueñas de cuenta y 29,3% entre los ayudantes en su calidad de dependientes de un titular. Con referencia a la calidad de los servicios, los trabajadores y los empresarios coinciden al señalar que no se brinda una atención adecuada ni oportuna, lo que obliga a trabajar con médicos particulares y farmacias con costo para el trabajador. Con relación al seguro de largo plazo, a la fecha y a solicitud de los trabajadores se ha eliminado el aporte laboral al seguro social obligatorio privatizado debido a la imposibilidad de lograr una pensión de vejez debido a sus bajos salarios y la inexistencia del aporte patronal al sistema, con la consiguiente pérdida de su derecho a la jubilación.
La letra muerta de la ley
De manera funcional para el capital, en la región el trabajo infantil y adolescente está encubierto bajo una modalidad de trabajo familiar que el discurso empresarial, busca legitimar como un rasgo cultural de la población del norte amazónico. Sin embargo, se ha mostrado cómo las barracas y empresas beneficiadoras, utilizan trabajo infantil bajo formas que definen la existencia de una relación laboral, como son la dependencia respecto al empleador (obligación de entrega de la castaña recolectada o procesada), la prestación del trabajo por cuenta ajena y la percepción de remuneración o salario en cualquiera de sus formas o manifestaciones (salario directo, salario familiar, pago en especie).
Esto ocurre a pesar que la Ley General del Trabajo, el Código del Niño, Niña y Adolescente (CNNA) y la Ley 3247, que regula el trabajo asalariado en el beneficiado de la castaña, prohíben el trabajo infantil bajo dependencia laboral y norman la protección del trabajo adolescente. Por lo tanto, el trabajo de niños/as y adolescentes es ampliamente utilizado en la cadena castañera, contraviene las normas vigentes, tanto por la incorporación ilegal de los niños/as al trabajo, como por el incumplimiento de las normas que obligan a los empleadores a la contratación directa de los adolescentes con todos los beneficios establecidos por ley[3].
Las causas del trabajo infantil
Es muy común encontrar posturas que atribuyen el trabajo infantil a la pobreza, bajo el argumento de que su aporte es indispensable para la subsistencia de las familias. Este argumento está fuertemente internalizado por las familias en situación de pobreza e indigencia y funciona como un elemento legitimador del empleo ilegal de los niños/as entre los empleadores. Contrariamente, en este estudio se demuestra que las causas del trabajo infantil se explican a partir de las estructuras económicas, jurídicas y sociales que permiten a los sectores empresariales maximizar sus ganancias recurriendo a mano de obra barata, dócil y menos organizada para exigir sus derechos. Bajo este enfoque, la pobreza puede considerarse solamente como un factor que coadyuva a la persistencia de estrategias empresariales de acumulación y dominación de la fuerza de trabajo que involucran a los niños y adolescentes.
En el contexto de un capitalismo primario exportador, la explotación ilimitada de la fuerza de trabajo, que históricamente ha caracterizado a la región, fue exacerbada por las políticas neoliberales que promovieron la flexibilización de las relaciones laborales. En la cadena castañera, en un contexto de vacío de la presencia estatal, el pago a destajo y la subcontratación en planta han pasado a ser los mecanismos más utilizados para abaratar los costos laborales e intensificar el trabajo. Esta estrategia del capitalismo para maximizar ganancias por medio de la explotación de mano de obra barata ha encontrado en los niños, adolescentes y mujeres la receta económicamente más rentable, como se desprende de la composición por sexos y edades de la población ocupada en el circuito de la castaña.
Por lo tanto, las causas de trabajo infantil se encuentran por el lado de la demanda de la fuerza de trabajo y no así en la oferta. La mejor prueba de esto es que las empresas beneficiadoras han comenzado a prohibir el trabajo infantil para acogerse a exigencias externas de calidad, mientras que las familias tienen que someterse a esta decisión. Cuando estas mismas empresas requieren mano de obra para la zafra donde las exigencias de calidad no rigen, la prohibición del trabajo infantil no llega, por cuanto lo que se busca es lograr la máxima producción en menor tiempo y al menor costo posible.
Por lo tanto, en términos de causalidad, lo “cultural” en la explicación de las razones del trabajo infantil no es un aspecto vinculado con la oferta laboral, es parte de una estrategia empresarial (lo económico) que se reproduce aprovechando la ausencia de fiscalización de las normas laborales (lo jurídico), la debilidad de las organizaciones sindicales o su sometimiento, pero también de la necesidad de ingresos adicionales que tienen los trabajadores a causa de su mayor precariedad laboral y la ausencia de oportunidades ocupacionales alternativas (lo social).
Un estudio realizado en 2003 sobre las actividades del beneficiado de la castaña muestra que la distribución del excedente o valor agregado en 14 empresas se realizaba de la siguiente forma: 35% era apropiado por los trabajadores por concepto de salarios (cerca de 4.000 personas); un porcentaje similar (34%) quedaba en manos de 25 empresarios por concepto de ganancia; y el 31% restante se distribuía entre la banca y los intermediarios[4]. Por lo tanto, es la desigualdad distributiva y no la lógica cultural de las familias la que alimenta el círculo vicioso de pobreza y trabajo infantil en la actividad castañera.
En el área de estudio, la situación de pobreza es muy crítica, más del 80% de la población presenta necesidades básicas insatisfechas, lo que se agrava por la falta de alternativas de trabajo fuera de la cadena castañera; ambos factores se conjugan para generar las condiciones para un mayor dominio del capital sobre la fuerza de trabajo y la persistencia del trabajo infantil, sobre todo entre las familias castañeras.
Trabajo infantil fuera de la cadena castañera
En las familias castañeras, existe una población de 14.275 niños/as y adolescentes, de los cuales 3.264 (22,8%) trabaja en rubros no castañeros. Este grupo está conformado por 1.403 que trabajan solamente fuera del circuito de la castaña (42,9%), a éstos se suman 1.503 que combinan el trabajo temporal en la recolección con otros rubros de actividad (46,0%), siendo la combinación de más frecuente; 186 combina la recolección y el beneficiado con el trabajo en otros rubros (5,7%); y el resto combina otras actividades con el beneficiado (5,3%).
Los principales rubros de actividad son, en orden de importancia, la agricultura, caza y pesca, el comercio y los servicios personales diversos. En promedio, dedican siete meses de trabajo al trabajo en estas actividades, lo que indica que son actividades que son complementadas en el año con el trabajo en la recolección.
El promedio de ingresos entre quienes reciben un salario es de 529,8 Bs, con una diferencia sustancial por sexos, puesto que las mujeres solo reciben en promedio 351,7 Bs, en comparación con los hombres, que perciben en promedio 603,7 Bs. Claramente los montos de ingreso son significativamente más elevados que los que obtienen en el circuito de la castaña, lo que muestra una vez más el grado de subvaloración de su trabajo tanto en la zafra como en el beneficiado.
Entre las actividades que realizan están aquellas que pueden llamarse propias de su edad, como tender su cama, barrer o acomodar su ropa. Pero lamentablemente están combinadas con otras que exigen un grado de responsabilidad y esfuerzo que a su edad no les corresponde, como el lavado de los platos de la familia, el barrido de la casa, el lavado de su ropa, expresado por los propios niños como «los oficios», además del cuidado de los otros hermanos menores. Por si fuera poco, a éstas se suman actividades complejas tales como el cocinar para ellos y el resto de la familia, cuidar a los bebés, que implica un riesgo para el propio bebé, y la atención y lavado de la ropa familiar que demanda mayor esfuerzo físico. Estas dos últimas recaen principalmente en las niñas.
Trabajo infantil en tareas domésticas del propio hogar
Este es otro de los ámbitos de trabajo por lo general invisible de los niños/as y adolescentes. El estudio permitió conocer que la dedicación a las tareas domésticas en su hogar ha sido indirectamente incrementada por la prohibición del trabajo infantil en el beneficiado, debido a que las madres y también los hijos adolescentes permanecen por jornadas más prolongadas en las beneficiadoras. Es decir, que son los hijos e hijas menores de 13 años quienes quedan a cargo del hogar, cumpliendo tareas propias de los adultos.
Entre las actividades que realizan están aquellas que pueden llamarse propias de su edad, como tender su cama, barrer o acomodar su ropa. Pero lamentablemente están combinadas con otras que exigen un grado de responsabilidad y esfuerzo que a su edad no les corresponde, como cocinar para la familia, cuidar a los hermanos menores o lavar la ropa del resto de la familia, tareas que insumen tiempo y demandan mayor esfuerzo físico. Estas dos últimas recaen principalmente en las niñas.
En medio de sus múltiples obligaciones laborales y domésticas, deben encontrar el espacio para cumplir con sus deberes escolares en un ambiente poco propicio para ellos. De esta manera, los niños/as y adolescentes que pertenecen a las familias castañeras quedan atrapados entre tres áreas, la educativa, la productiva y la familiar lo que resta tiempo a su desarrollo creativo y lúdico, es decir, viven sin tiempo para soñar.
El trabajo infantil y los derechos a la educacion y la salud
En las familias castañeras, la población en edad escolar alcanza a 19.863 niños/as y adolescentes. Para el año 2007, la tasa de matriculación aumentó hasta el 83,3%, la cobertura en el nivel inicial es baja (39%), en el nivel primario es superior al 100% por la presencia de alumnos rezagados (edades mayores a las comprendidas en este nivel), mientras que la cobertura en secundaria alcanza al 48% de los adolescentes, debido a la falta de oferta educativa en los municipio rurales.
En cuanto a la relación entre escuela y trabajo, se observan perjuicios ocasionados por el retraso al retorno de la zafra que repercuten tanto en dificultades para encontrar una plaza escolar como en el aprovechamiento dentro del aula. No existen mecanismos ni políticas departamentales o municipales de apoyo a los niños/as y adolescentes que llegan retrasados de la zafra. La nivelación escolar tanto en el área urbana como rural, responde generalmente a la actitud o voluntad de algunos maestros y directores de escuela.
No se ha encontrado una relación directa entre el trabajo infantil y el abandono escolar. La tasa de abandono en el nivel primario tiene una baja incidencia siendo más alta en los municipios rurales (10% en promedio); en Riberalta esta tasa es mucho menor por la concentración de la oferta educativa en esta ciudad (5,4%). En general, el retiro de los niños/as no es definitivo, más bien tiene un carácter temporal, dejan la escuela durante una gestión pero vuelven al siguiente año, lo que ocurre con menor frecuencia a medida que aumenta la edad.
En efecto, el trabajo infantil repercute en un menor rendimiento educativo y por esa vía en mayores grados de repitencia y el rezago escolar que termina en un abandono definitivo en la adolescencia. En el caso de las niñas son también las recargadas tareas domésticas en su hogar, en reemplazo de las responsabilidades de los adultos, las que ocasionan un mayor rezago escolar que lleva a que más tarde dejen de lado su educación.
También el embarazo precoz y las uniones tempranas-un problema común en la región-son otras causas de abandono escolar. Si bien las escuelas apoyan a las adolescentes embarazadas y parejas jóvenes con acciones de carácter inclusivo basado en la normativa existente, los prejuicios sociales son más fuertes e inciden muy pronto en la decisión de retiro de la escuela.
El estudio permite concluir que el comportamiento del rezago en los niños/as y adolescentes castañeros es similar al que se observa en las áreas rurales de Bolivia; este proceso se origina con la tardía inserción de los niños/as al sistema educativo y se agudiza por la marcada repetición fruto del abandono temporal que en muchos casos, se convierte en abandono definitivo a raíz de un cambio de prioridad entre estudiar y trabajar.
Los servicios de salud en el área están aún lejos de alcanzar niveles efectivos de cobertura y calidad. La existencia de infraestructura de salud es todavía escasa, a lo que se suma la falta de recursos humanos, problemas en cuanto a la calidad y calidez de atención e insuficiencia de insumos y suministros. Riberalta, por su característica de municipio urbano, ofrece una mejor cobertura en salud que los municipios rurales de Pando.
Los problemas de acceso a la atención en salud están determinados por el lugar en el que se realizan las actividades de recolección; el traslado a las barracas obliga a un cambio temporal en las condiciones de vida de los zafreros, con una mayor exposición a los riesgos propios del bosque, accidentes y enfermedades típicas de la región, ante los cuales se encuentran en una situación de desprotección social, pues no cuentan con atención médica ni medicamentos en forma oportuna, situación que se agrava por el incumplimiento de los compromisos contractuales de los empleadores.
La malaria que afecta a cerca del 40,3% de los zafreros es atendida por brigadas móviles que tienen poco éxito en las tareas de prevención por las dificultades para coordinar acciones con los barraqueros quienes se movilizan solamente cuando la enfermedad aparece entre los zafreros y requieren medicamentos para combatirla. Por otra parte, cerca de 1.300 personas sufrieron algún accidente durante la última recolección, reportaron cortes (37%), golpes (26%), fracturas (21,7%), ataque de animales y/o picaduras de víbora (0,7%). Son también las principales enfermedades o accidentes que sufren los niños/as y adolescentes, pero solamente en la mitad de los casos han recibido atención en la última campaña, cubriendo personalmente los gastos de enfermedad (86%) o accidente (72%), lo que revela el frecuente incumplimiento de esta obligación contractual por parte de los empleadores.
Con relación al beneficiado, la atención de los problemas de salud se realiza en la Caja Nacional de Salud (CNS) cuando los trabajadores y su grupo familiar están asegurados a la entidad (2.571 trabajadores y sus dependientes). Las personas excluidas del sistema, deben recurrir a servicios de médicos privados que trabajan en coordinación con las beneficiadoras, con costo para el trabajador. Durante 2006, el 64% de las personas que enfermaron (1.234) recibió atención médica, aunque los gastos fueron asumidos de manera directa por el 60% de los trabajadores. Los accidentes de trabajo no son frecuentes entre los/as quebradores que utilizan maquinaria manual; los empresarios vienen modificando el proceso productivo considerando aspectos de seguridad industrial, además de otros asociados con la inocuidad alimenticia y la calidad del producto lo que reduce los riesgos en el proceso de trabajo.
De manera general, existen varios problemas al momento de recibir atención médica en casos de enfermedad o accidentes, entre ellos se encuentran: la falta de dotación de medicamentos, falta de transporte y problemas de índole cultural que se expresan en la falta de confianza en los médicos, responsables en salud y en el sistema de salud en general. Si bien existen avances en cuanto al acceso a los servicios de salud, persisten falencias que repercuten en la reducción de los magros salarios de los trabajadores.
A manera de conclusión
En este se ha intentado demostrar que el trabajo infantil y adolescente en la cadena de la castaña es la expresión de un sistema económico social y cultural que no garantiza condiciones adecuadas de empleo e ingresos a la fuerza de trabajo adulta que repercuten en una creciente desigualdad social y deterioro de la calidad de vida de la mayor parte de la población norte amazónica. En ese escenario, los niños/as que trabajan en la zafra y el beneficiado de la castaña ven afectados sus derechos a la educación, la salud y la recreación, en definitiva su desarrollo integral, físico, emocional y social.
En medio del vacío de políticas públicas de desarrollo con orientación distributiva y socialmente integradora, el Estado boliviano ha adoptado el compromiso de desarrollar estrategias y acciones encaminadas a erradicar el trabajo infantil. Este esfuerzo por conocer las características de la cadena de la castaña, las relaciones sociales de producción, el trabajo y las condiciones laborales de las familias zafreras, específicamente entre los niños, niñas y adolescentes, remite a diferentes dimensiones desde las cuales se puede contribuir tanto a la erradicación del trabajo infantil en la región, así como a la promoción del ejercicio integral de sus derechos.
Las políticas y acciones que puedan ser identificadas por el Estado, las organizaciones sindicales, empresariales y la cooperación internacional, deben orientarse por el criterio de enfrentar la problemática del trabajo infantil atendiendo a las causas que lo determinan y no solamente a sus manifestaciones. A este desafío se busca contribuir con el estudio realizado.
[1] Solamente el 2% de la producción se destina al mercado interno
[2] Los hogares castañeros son aquellos que tienen, al menos, un miembro ocupado en la cadena castañera.
[3] Solamente el 2% de los adolescentes esta sujeto a un régimen de contratación directa.
[4] Al respecto puede consultarse el estudio de Lourdes Montero y Pablo Poveda, Ser castañera, CEDLA, La Paz, 2003.
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