La Prensa/editorial • Déficit en la producción agrícola
Proyectos agropecuarios que surgían esperanzadores han perdido toda importancia al haber sido reemplazados por grandes parcelas de coca.
Una investigación del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) concluyó que la importación de alimentos básicos, como frijoles, palmitos, hortalizas, frutas, arroz, papas y productos lácteos, entre 2006 y 2009, que podrían ser cultivados o procesados en nuestro propio país ha sufrido un incremento de casi el 100 por ciento. El informe destaca los casos de importación de frutas y papa, elementos cuya producción se realiza gracias a la participación campesina. También subraya la incapacidad del Gobierno para superar el déficit de producción de trigo que llega aparejada con la tendencia ascendente en la importación de harina de trigo.
Aunque el estudio admite que una de las causas para dicho incremento podría deberse a los cada vez más frecuentes desastres naturales, como la sequía o las inundaciones que se vienen dando en diferentes regiones, creemos que es bueno destacar el hecho evidente de que esencialmente es el sistema productivo el que realmente está afectado. No vemos de parte del Gobierno un apoyo básico al campesinado para que pueda eludir los efectos de los fenómenos climáticos, apoyo que podría traducirse en medidas preventivas que de alguna manera amengüen efectos de fenómenos que se repiten año tras año.
Más allá de los esfuerzos que exige, la producción agropecuaria es un trabajo cuyos resultados sufren la permanente amenaza de los fenómenos climáticos, además de que no siempre una buena cosecha se traduce en ganancias aceptables. Es por ello que los trabajadores del agro están condenados a una pobreza permanente, por lo que últimamente se ha visto que muchos campesinos de los valles y del altiplano han optado por emigrar hacia zonas tropicales para abocarse al cultivo de coca, un producto cuya venta —más allá del poco esfuerzo que exige su producción— se traduce en ganancias que superan ampliamente al logrado con cualquier otro producto.
Es por ello que, por ejemplo, proyectos agropecuarios que se proyectaban con resultados realmente esperanzadores, como lo han sido los cultivos de arroz y café en la localidad de Caranavi, por ejemplo, hoy han perdido toda su naciente importancia ante su reemplazo por grandes parcelas de hojas de coca. Pero el fenómeno no sólo ha golpeado a la zona yungueña, es también la causa para que otras regiones del país, antes ajenas a los cultivos de coca, sean invadidas por campesinos que parecen resueltos ha producirla a cualquier costa. Un doloroso ejemplo es el ataque recién sufrido por un grupo de erradicadores en la zona de Palos Blancos, al norte del departamento de La Paz, una zona ajena a esta producción. También tenemos el doloroso ejemplo de los cocales que han brotado en la zona de Yapacaní, en el departamento de Santa Cruz.
Es en este sentido que el Gobierno nacional debe precautelar la expansión de este fenómeno que se viene dando en los últimos años y que amenaza no sólo con crear déficit de producción de varios productos alimenticios básicos en nuestro país, también con la propagación ilimitada de cultivos de coca con las consecuencias fatales al equilibrio ecológico que esta situación trae consigo. Tal vez la creación de un incentivo para el desarrollo de cultivos agrícolas sea una opción realmente necesaria.
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