Erbol/ En 13 años agroempresarios consolidaron posesión de tierra

El saneamiento de tierras publicitado
por el partido gobernante en tres gestiones consecutivas desde 2006, no
afectó a los grandes terratenientes y agroempresarios, que más bien
consolidaron sus posesiones en los suelos más aptos para el desarrollo
de la agricultura y la ganadería, ubicados mayoritariamente en tierras
bajas o llanos orientales.

Las conclusiones corresponden al
reciente estudio Tierras y producción agrícola: a 13 años de la
“revolución agraria” del MAS, del investigador del Centro de Estudios
para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), Enrique Ormachea, que
analiza entre otros temas la calidad de las tierras tituladas en los
últimos tres quinquenios.

Según el estudio, los terrenos
distribuidos a campesinos e indígenas en las tierras bajas son
marginales o no son adecuados para la producción agropecuaria y tienen
más bien vocación forestal, mientras que los predios en manos de
campesinos e indígenas de altiplano y valles, sufren degradación y están
mayoritariamente parcelados como consecuencia del minifundio.

Los intereses de la burguesía agraria y
de los terratenientes que obtienen renta capitalista de la tierra nunca
fueron amenazados por el gobierno del Movimiento Al Socialismo, sostiene
el especialista.

“De manera paulatina, las demandas de
los poderosos gremios agroindustriales fueron transformándose en una
serie de normas legales que consolidaron el poder real que estas clases
sociales ya tenían al final del periodo neoliberal, pues concentran las
mejores tierras para la producción agrícola y ganadera y producen la
mayor parte de la producción agropecuaria del país”, añade.

Ganadores y perdedores

Según el especialista, los grandes
perdedores son, “ni duda cabe, la gran masa de campesinos pobres que, en
el ámbito de las organizaciones campesinas controladas por los
campesinos ricos, no encuentran canales para manifestar sus demandas y
necesidades. 

Destaca por ello Ormachea que una parte
importante de estos campesinos pobres son trabajadores asalariados de
temporada en predios de empresas y explotaciones agropecuarias de los
campesinos ricos: proletarios “que venden su fuerza de trabajo al margen
de las leyes laborales en vigencia, ante la ausencia de organizaciones
sindicales de obreros agrícolas que los aglutinen y defiendan”. 

Recuerda que, desde hace un poco más de
40 años, los trabajadores asalariados del campo reclaman su
incorporación a los beneficios de la Ley General del Trabajo, una
demanda que durante los gobiernos neoliberales fue sistemáticamente
ignorada por los regímenes interesados en favorecer a los sectores
agroexportadores. 

“Ya van 13 años, desde que Evo Morales
asumió el gobierno, ignorando también esta demanda, como le corresponde
al partido de los campesinos ricos”.

 El autor demuestra también que no es
evidente, como sostienen algunos investigadores que creyeron en la
revolución agraria del MAS, que Evo Morales se alió con la “burguesía
terrateniente de la media luna” solo en 2009. 

“Desde el inicio de su gobierno, siempre
representó sus intereses e intentó aliarse con ella”, sostiene Ormachea
al evocar decisiones del entonces recién presidente electo. 

“Hizo uno de sus primeros guiños a esta
fracción de la clase dominante durante su primera gira por Europa y
Asia” ‒antes de asumir el gobierno en enero de 2006‒ al informar a su
retorno, que una de sus gestiones fue “abrir el mercado chino para
incrementar la producción de soya, cultivo con fuerte predominio de
grandes empresas capitalistas”. 

En síntesis, en oposición a los
propósitos proclamados en 2007, subraya que el gobierno del MAS “ha
profundizado las desigualdades sociales en el campo, ha ahondado las
diferencias regionales en el ámbito de la producción agropecuaria y ha
agravado la dependencia alimentaria del país” 

Por el contrario, no logró incrementar
el aporte de los campesinos e indígenas a la producción agropecuaria
nacional, y, en cambio, promueve la colonización de los pueblos
indígenas de las tierras bajas a través de la expansión de la frontera
agrícola y de la explotación de recursos naturales no renovables en sus
territorios. 

Desigualdades

Según la Fundación Tierra, citada por
Ormachea, esta nueva estructura agraria resultado del proceso
saneamiento oculta el hecho de que los campesinos han terminado
“consolidando 14 hectáreas en promedio por familia, los indígenas y
originarios 56 ha por familia unidad familiar y los empresarios 930
hectáreas en promedio por unidad productiva”. 

Los datos del Censo Agropecuario 2013
confirman estas desigualdades: mientras las unidades productivas
agropecuarias de corte capitalista tienen en promedio 83,6 hectáreas en
propiedad y usufructo, las unidades productivas campesinas tienen apenas
9,9 hectáreas.

Si bien estas cifras demuestran desigualdades en el acceso a la tierra, no dejan de esconder el tema de la calidad de las tierras tituladas. “Las medianas y grandes empresas han consolidado sus posesiones en las tierras más aptas para el desarrollo de la agricultura y la ganadería, ubicadas mayoritariamente en las tierras bajas. Por el contrario, las tierras distribuidas a campesinos e indígenas en las tierras bajas o son marginales o no son aptas para la producción agropecuaria, pues tienen más bien vocación forestal. Y las tierras que han consolidado los campesinos e indígenas en las tierras altas sufren generalizados procesos de degradación y están mayoritariamente parceladas como consecuencia del minifundio que impera en ellas”.

https://www.erbol.com.bo/noticia/economia/22012019/en_13_anos_agroempresarios_consolidaron_posesion_de_tierra

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