Los cargos públicos son propiedad del Estado

El Diario
Es innegable que la política partidista, cuando toma las riendas del gobierno de una nación, debe escoger a lo mejor de la sociedad para cooperarlo; pero no ha ocurrido siempre así porque los partidos políticos siempre han creído que gobernar es sinónimo de disponer de todo a gusto y sabor y conveniencia del partido. Y así, bajo esta consigna, muchos gobiernos han sido gobierno sólo partiendo de la alteración de los conceptos y de los hechos que han perjudicado al país.
Los cargos públicos son propiedad del Estado o sea de la nación, del pueblo que ha confiado en quienes gobiernan; no es, en modo alguno, patrimonio partidario. Esos cargos deben ser discernidos a quienes demuestran cualidades de honestidad, capacidad, eficiencia y responsabilidad. Los cargos que desempeñan muchos empleados en las diversas oficinas de los gobiernos, si cuentan con los méritos necesarios, sin tener militancia alguna en la política, deben ser respetados y alentados en pos de un mejor servicio. Ese personal, por ninguna razón puede ser reemplazado con simples militantes partidarios que sólo buscan compensaciones por el hecho de pertenecer al partido que gobierna.
El éxito o fracaso de cualquier régimen gubernamental se mide por la eficiencia, honestidad y capacidad de los equipos que ayudan a administrar los negocios del Estado confiados al gobierno. Éste por ninguna razón debe ser agencia de empleos o sistema de compensaciones para quienes militan en el partido que apoya al régimen. Los cargos en la administración del Estado deben ser confiados a quienes tienen noción de país y vocación de servicio. Las funciones más importantes son, en todo caso, confiadas a profesionales y personas idóneas que saben de sus deberes y obligaciones; no son, ni pueden ser, premios a lealtades no siempre correctas de personas que tan sólo buscan la satisfacción de sus intereses y ambiciones.
Cuando los pueblos son dirigidos por grupos político-partidistas en lugar de los gobernantes elegidos por el voto del pueblo, generalmente van por los senderos del fracaso y aunque las responsabilidades recaen sobre los que gobiernan, la mayor responsabilidad es del partido que reemplazó a los gobernantes en las más importantes decisiones. Según un viejo dicho del ex–Primer Ministro de Gran Bretaña, Winston Churchill: “El partido ayuda, sirve, contribuye, no gobierna al imperio ni manda en las decisiones que son atributo del gobierno”.
Estas son normas o reglas que deberían regir la vida de los partidos políticos, estén o no en el gobierno y, si están en el llano, no pretender que el gobierno actúe bien si impera en él la voluntad partidaria. El Estado debe ser servido por el gobierno y no al revés.
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