Swissinfo.ch • "Las crisis económicas y de confianza refuerzan la democracia” • 19/05/2017

El movimiento de los ‘Indignados’ en España demuestra cuanto peor va la economía y más insatisfecha está la gente con el gobierno, más se aferra a los principios democráticos, sostiene Hanspeter Kriesi.
Donald Trump, Marine Le Pen, Geert Wilders, Nigel Farage, Beppe Grillo, Viktor Orban, Lech Kaczinsky. O el suizo Christoph Blocher. ¿El populismo es un síntoma de una crisis de los sistemas democráticos? ¿Y cómo afrontarlo? Las respuestas de Hanspeter Kriesi, renombrado politólogo suizo.
swissinfo.ch: En la inesperada victoria del Brexit en Gran Bretaña influyo en buena medida una cifra inventada, los 350 millones de libras a la semana que supuestamente pagaba Londres a Bruselas. ¿Cómo lograron los antieuropeístas y populistas ganar un plebiscito tan importante con semejante mentira?
Hanspeter Kriesi: La cifra era falsa, pero dudo que fuera decisiva. El referéndum no se ganó con base en esta u otras mentiras. Los británicos, incluidas las élites, siempre fueron muy escépticos respecto a la Unión Europea (UE). Lo determinante fue que los conservadores, el partido en el poder, estaban divididos.
swissinfo.ch: En 1992, Blocher consiguió que los suizos rechazaran el ingreso de Suiza en el Espacio Económico Europeo (EEE), la antesala de la UE. ¿Nació ahí el populismo de derechas en Suiza?
HP.K.: Sí, el ascenso de la Unión Democrática de Centro (UDC, derecha conservadora) en Suiza empezó con aquel referéndum. A diferencia de otros partidos populistas de derechas, al principio la UDC no movilizó al electorado contra la inmigración, sino contra la UE. Por cierto, ya en 1986 movilizó a los electores contra la adhesión de Suiza a la ONU, sin éxito. La campaña contra el EEE, en cambio, sí tuvo éxito, aunque por una escasísima mayoría. Solo después descubrió el tema de la inmigración y más tarde el del Islam.
No es casual que los populistas de derechas en Europa movilicen a los ciudadanos en torno a los temas de la integración europea y la migración, ya que son defensores del Estado nacional. Defienden la soberanía y la cultura nacional contra la multiculturalidad, la integración europea y la globalización.
HP.K.: Las tendencias populistas comenzaron a principios de los años 80 con el Frente Nacional en Francia. Como dije, 1992 fue el año del ascenso de la UDC en Suiza, pero la UDC nunca se convirtió en un partido símbolo como sí ocurrió con el Frente Nacional.
swissinfo.ch: Las elecciones presidenciales en Francia han sido un fracaso para los dos partidos que hasta ahora han gobernado el país: juntos sumaron apenas una cuarta parte de los votos. ¿Los partidos tradicionales tienen contados los días frente a movimientos como ‘En Marche’ de Macron?
HP.K.: A diferencia de lo que ocurre en otros países, los partidos en Francia son débiles. En Suiza son mucho más fuertes y están más consolidados. Esta volatilidad de los partidos franceses no es nada nuevo. Los gaullistas, por ejemplo, cambiaron más de una vez el nombre de su partido. La novedad hoy es la envergadura del problema que tienen que afrontar: el movimiento de Macron podría convertirse en un nuevo partido de centro-izquierda y decretar así el fin del Partido Socialista.
swissinfo.ch: Alemania es una democracia consolidada con una economía sólida. Aun así, la canciller Angela Merkel de la CDU, así como los socialdemócratas tienen que hacer frente a una oposición de derechas muy radicalizada. ¿Hay una crisis del sistema desencadenada por la crisis bancaria y financiera de 2007/09 como piensan algunos?
HP.K.: Yo dudo de que en un país como Alemania atravesemos una crisis del sistema. Hace tiempo que los partidos no son las organizaciones más fiables, y eso no pasa solo en Alemania. Pero en Alemania no ha disminuido ni la satisfacción de los ciudadanos con la democracia ni la confianza en el gobierno.
En la Europa noroccidental, la crisis financiera y económica no ha afectado a la satisfacción ciudadana con la democracia. Los grandes partidos no se han dejado contagiar por el euroesceptismo, ni la xenofobia antiinmigrantes e islamofobia de la oposición de derechas. Diferente es la situación en el sur de Europa, donde se registra una gran pérdida de confianza.
Hanspeter Kriesi tiene 67 años y es uno de los politólogos más renombrados de Suiza.Desde 2012 es catedrático de Política Comparada en el Instituto Universitario Europeo de Florencia.2005-2012: Fue director del programa de investigación ‘Desafíos para las democracias del siglo XXI’ del Fondo Nacional Suizo (FNS).Anteriormente, fue catedrático en las universidades de Ámsterdam, Ginebra, Cornell (Nueva York), Berlín y Zúrich, entre otras.
HP.K.: Efectivamente, a veces parece que la situación no tiene salida, pero tengo que corregir un aspecto: Renzi no fracasó estrepitosamente como presidente del Gobierno. El suyo hizo más reformas que todos los gobiernos anteriores juntos, pese a enfrentarse a grandes obstáculos institucionales.
Italia tiene un sistema parlamentario absolutamente simétrico, en el que ambas cámaras tienen exactamente las mismas competencias. El partido de Renzi tenía mayoría en la cámara baja, pero no en el Senado, lo que dificultó sacar adelante las reformas que defendía su gobierno.
swissinfo.ch: ¿Hay una salida?
HP.K.: Una salida habría sido aprobar la propuesta del referéndum, que hubiera permitido que el sistema fuera más eficiente. Pero el problema –o lo que resulta desesperante en la democracia italiana, supongo– es que los ciudadanos no tienen la menor intención de que la política funcione más eficazmente. Prefieren un sistema que no funciona a uno eficiente que les diga lo que tienen que hacer.
swissinfo.ch: En Austria, el canciller Wolfgang Schüssel acogió en su gobierno a la ultraderecha del FPÖ. ¿Cuál es la receta para frenar el avance del populismo? ¿Integrarlo en el poder o marginarlo, como hacen Merkel, la CDU y el SPD en Alemania?
HP.K.: Suiza también ha integrado a la UDC, que forma parte del gobierno colegiado desde hace décadas. En Holanda, un gobierno minoritario recibió el apoyo de Geert Wilder. Lo mismo pasó durante diez años en Dinamarca. En Finlandia, los ‘True Finns’ forman parte del gobierno, al igual que los populistas en Noruega. Hay numerosos ejemplos de que un sistema así no funciona mal. Supongo que los movimientos populistas de derechas se convertirán en partidos ‘normales’, porque representan asuntos muy importantes para la población. Se puede trabajar con ellos sin problema en muchos aspectos, mientras no sean los temas comprometidos que defienden a capa y espada.
swissinfo.ch: ¿En todos los países?
HP.K.: Depende del sistema democrático: Las democracias de consenso arriba mencionadas se enfrentan a democracias mayoritarias. Entre ellas están Francia, Gran Bretaña y recientemente Polonia y Hungría. Aquí no se trata de colaborar más o menos con los populistas, sino de si los populistas pueden ganar las elecciones y, por ende, gobernar solos.
En el sistema electoral francés, que dispone de una segunda vuelta, era una cuestión de ‘todo o nada’. Las experiencias de Viktor Orban en Hungría y de Lech Kaczinsky en Polonia no han sido positivas. Aun así son demócratas elegidos por una mayoría y no han llegado al poder con violencia. Pero su idea de la democracia no es liberal: apuestan por la mayoría, no protegen a las minorías ni apoyan el pluralismo, así pues, se arremete contra las ideas y las opiniones que divergen, así como contra la oposición.
Para ellos, la división de poderes es un gran problema. Luchan contra la justicia y los medios críticos, y tratan de ilegalizar las oenegés. Hungría ha cerrado incluso algunas universidades. El problema es que estos dirigentes solo se apoyan en el principio democrático de las elecciones por mayoría. Ignoran que las elecciones contienen procesos de formación de opinión abiertos, que hay que incorporar a las minorías y respetar las barreras judiciales. Pero también los populistas constituyen un problema en los sistemas presidenciales y parlamentarios orientados a la mayoría. Los populistas infringen los principios liberales de la democracia, remitiéndose al principio democrático.
swissinfo.ch: La historiadora y publicista estadounidense Anne Applebaum ve en la situación actual paralelismos con los años 30, también por el populismo, e incluso teme que estalle otra guerra. ¿Es usted igual de pesimista?
HP.K.: Yo soy optimista. Puede que los europeos estén insatisfechos con la democracia que tienen, pero se sienten muy vinculados a los principios democráticos. En España se ha confirmado que cuanto más insatisfecha está la gente con la economía y el gobierno, con más fuerza reivindica el mantenimiento de los principios democráticos. En 2011, en el punto culminante de la crisis económica, surgió el movimiento llamado ‘Indignados’ que pedía «¡Democracia real YA!”. En un análisis demostramos que cuanto peor va la economía en un país y cuanto más insatisfecha está la gente con el gobierno, más se aferra a los principios democráticos.
swissinfo.ch: ¿El populismo se vuelve entonces un instrumento para revitalizar las democracias?
HP.K.: La provocación populista obliga a las élites a perfilarse como defensoras de sus valores. El nuevo presidente de Francia, Emmanuel Macron, lo ejemplifica: defiende el proyecto europeo – es el mejor europeo. Imagínese que el expresidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, se convierte en otoño en el nuevo canciller alemán.
Al mismo tiempo, en la Comisión Europea hay gente como Pierre Moscovici que tienen una visión clara de cómo mejorar la integración de la UE. En un futuro no muy lejano, de la actual crisis europea podría producirse un avance. Pero para ello las élites europeístas tendrían que explicar mejor sus planes de futuro.
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