La cuenca Katari en diálogo: impactos del extractivismo minero y el desarrollo urbano

CEDLA / Nota de prensa

La actividad minera de Milluni envía aguas ácidas hacia la cuenca Katari y a estas se suman las aguas residuales de la aglomeración urbana de El Alto, contaminando los cultivos, el ganado y la salud humana de las comunidades próximas al lago menor del Titicaca. El investigador Carlos Revilla H. afirma que este proceso genera una desigualdad socioecológica al propiciar un medio ambiente degradado para las poblaciones campesinas que, con anterioridad, han sido ya desfavorecidas en términos sociales, económicos y políticos.

El estudio en que se sustenta Revilla titula ¿Somos nosotros mismos? Desigualdades socioecológicas y urbanización en la cuenca del río Katari y fue presentado el pasado 4 de mayo en el espacio de diálogo “Situación ambiental y causas de las desigualdades socioecológicas en la cuenca del Río Katari”, organizado por el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), con el apoyo de la Embajada de Suecia, en el que participaron otros investigadores y pobladores de las comunidades impactadas.

La evidencia muestra que la actividad minera de Milluni, actualmente explotada por cooperativas, ha generado aguas ácidas que impiden la agricultura y la ganadería en las comunidades asentadas aguas abajo.

A medida que la cuenca desciende y recorre otros municipios, recibe los desechos de las aglomeraciones urbanas que contienen tanto aguas domiciliarias como aguas industriales. En El Alto, la ciudad más grande del conjunto, la planta de tratamiento de Puchukollo, diseñada para purificar las descargas líquidas de la ciudad, ha colapsado enviando esos fluidos sin tratar hacia las comunidades de la bahía de Cohana.

El estudio recorre la cuenca desde las fuentes de abastecimiento de agua potable para La Paz y El Alto ―en la laguna de Milluni que está próxima a los glaciares―, continúa por los ríos Seco y Seque, los ríos Pallina y Katari, hasta llegar a Chojasivi y la bahía de Cohana en el lago Titicaca, abarcando nueve de los veinte municipios de la cuenca.

La actividad productiva y de consumo en las ciudades más grandes, El Alto y Viacha, está provocando una contaminación de la zona lacustre donde están asentadas, recibiendo todo ese impacto, comunidades campesinas y ganaderas en pequeña escala.

Memoria del lago

En el espacio de diálogo, el relato del recorrido de los ríos provocó la memoria de Luis Flores, nacido en la comunidad Tiquipa (Chojasivi), a orillas del lago, y ahora migrante asentado en la ciudad de El Alto.

“Me fui a vivir a El Alto en el año 1982, en ese entonces El Alto era todavía disperso”, dijo Flores, antes de describir su experiencia de constantes retornos a Tiquipa y a un lago donde ahora flotan los residuos sólidos y hospitalarios, maderas y grasa de los talleres lava autos. “O sea, el lago (en el) que he estado, (donde) hasta consumía algunas veces el agua, lamentablemente, ahora está lleno de lodos”, comentó.

La historia de vida de Flores se puede comparar a la de miles de personas que se instalaron en la ciudad de El Alto en los últimos treinta años, pero que al mismo tiempo mantienen un vínculo con sus comunidades.

“En las asambleas se habla cada año (sobre) cómo podemos controlar, qué podemos hacer. Estamos acudiendo a las autoridades, tanto al municipio, a la Secretaría de Medio Ambiente, a la Gobernación y al gobierno igual, pero en realidad no existe una solución efectiva”, dijo Flores. La preocupación de los comunarios está centrada en los actuales desbordes del río y, curiosamente, en la reducción del nivel lacustre por temporadas.

El relato de Flores refiere a un problema que se añade a la contaminación extractiva y urbana: el cambio climático. Xavier Lazzaro, investigador del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) y lector de la investigación de Revilla, explicó que desde el Observatorio Permanente del Lago Titicaca están viendo que este inmenso cuerpo de agua está respondiendo, además, a una variación intensa de temperatura.

“No es solo el aporte de contaminantes sino el aporte de sedimento que contribuye a reducir el volumen de agua de las bahías”, dijo Lazzaro, quien estudia hace años la respuesta del medio ambiente a la contaminación.

Para el arquitecto Guido Alejo Mamani, la planificación urbana estatal ha estado divorciada de la corriente o de la dinámica económica acaecida en El Alto. Los asentamientos urbanos crecieron con tal fuerza que ahora no existe espacio para la promesa electoral de un parque industrial. “Esa falta de lectura de los fenómenos ha sido la causa del surgimiento o recrudecimiento de lo que vendría a ser la ocupación informal del espacio”, dijo.

La ciudad crece al ritmo de la competencia en el capitalismo, generando diferenciación social. Alejo Mamani se pregunta ¿cómo conciliar este escenario con la sostenibilidad ambiental?, ¿cómo conjugar estos fenómenos con algo sostenible a futuro?

Múltiples desigualdades

La socióloga Silvia Escóbar, investigadora del CEDLA, remarcó un dato que aporta el estudio: el 90% de la población de la cuenca está concentrada en El Alto y Viacha, con un consiguiente despoblamiento de los municipios lacustres y fenómenos como el agotamiento de los recursos piscícolas, al mismo tiempo que la desaparición de una fuente de ingresos para los pescadores.

“Lo que está claro es que, en sociedades donde existen grandes desigualdades socioeconómicas, vivir en un ambiente libre de contaminación es un bien social que también se distribuye de manera desigual”, comentó Silvia Escóbar.

Más de 20 municipios están articulados a la cuenca Katari, el estudio de Carlos Revilla abarca nueve de ellos. ¿Cómo articular la cohesión social en todos ellos para trabajar en una perspectiva de evitar la contaminación? Aún no está dada la respuesta, pero esa articulación deberá incorporar los distintos niveles del gobierno estatal y de las comunidades en la región.

Otro de los aspectos identificados por el estudio es la necesidad de construir una acción colectiva en la cuenca Katari, tomando en cuenta a todos los actores sociales y políticos de la región.

Esto se percibe ahora más que urgente porque esa dinámica de desigualdad socioecológica “está afectando todas las condiciones socioeconómicas para la vida y está deteriorando, para el largo plazo, las posibilidades de permanecer en las zonas rurales”, dijo Escóbar.