El Dorado a 3.000 metros bajo tierra. Petróleo, dólares y mujeres en el «desierto» de Vaca Muerta

Nueva Sociedad / Octubre de 2014

http://nuso.org/articulo/el-dorado-a-3000-metros-bajo-tierra-petroleo-dolares-y-mujeres-en-el-desierto-de-vaca-muerta/?page=7

A esto se suma que está en discusión la propiedad de los terrenos. La Municipalidad debe establecer de quién es la tierra codiciada. Hace años, los crianceros (criadores de animales) se instalaron en los campos de la zona que ahora anhela el gobierno y codician las empresas petroleras. El primero para hacer más viviendas; las segundas, para extraer petróleo y gas del subsuelo o hacer cañerías para transportarlos. El Departamento de Tierras de la provincia tiene la tarea nada sencilla de normalizar la titularidad de los campos en un ambiente de alambres corridos y peleas entre vecinos.

Algunos crianceros iniciaron el trámite de titularidad hace varias décadas pero todavía no tienen los papeles; otros no tienen nada que mostrar y se limitan a ocupar un terreno fiscal o privado. Si la «toma» –como en Neuquén llaman a los asentamientos– se realiza sobre tierras fiscales, la Intendencia de Añelo tiene el poder de desalojo. Díaz recurrió a la fuerza pública el año pasado para desalojar a la familia mapuche Campo Maripe, que tomó 12 hectáreas de un futuro parque industrial en el que se instalarán 70 empresas. El intendente no lo dudó pese a que uno de los Campo Maripe más combativos fue su compañero de escuela. Los ocupantes, que aseguran haber llegado a esas tierras fiscales en 1926, alegaron un derecho de posesión ancestral y mostraron sus «permisos de pastaje» enviados desde Buenos Aires en 1940. Los mapuches resistieron. Treparon a las torres de YPF y comenzaron a alambrar parte de un yacimiento por considerarlo su tierra hasta que fueron desalojados a los tiros.

En medio del conflicto por la titularidad de las tierras están las más de 30 empresas petroleras que operan en la provincia. Las firmas iniciaron las tareas de exploración y producción en tierras fiscales con un permiso de concesión de explotación del subsuelo emitido por la Gobernación de Neuquén. Muchas de esas tierras están ocupadas desde hace varias décadas por los mapuches, los únicos moradores ancestrales que resisten en un desierto en el que nadie quiere vivir. Los crianceros con títulos de propiedad legítimos, en cambio, se hicieron millonarios gracias al cobro de lo que se llama «servidumbre de paso», una tarifa que pagan las petroleras por atravesar los terrenos ajenos. La prosperidad de los ex-criadores de animales se refleja en las camionetas último modelo que se ven en los campos de los alrededores de Vaca Muerta.

El trato con los pueblos originarios es un asunto sensible. La reforma constitucional de 1994 (artículo 75, inciso 17) reconoció la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas. En 2001 entró en vigencia el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que les otorga derechos de consulta sobre proyectos en sus territorios, y en 2007 Argentina firmó la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Sin embargo, en épocas en que las cuentas fiscales apremian y las regalías petroleras crecen, las empresas hacen valer su propia ley.

Sin agua ni bisturí

La salud es la gran cuenta pendiente. Parece increíble que un pueblo con 99 años de historia no tenga un hospital, pero resulta aún más difícil de creer que nada haya cambiado desde el descubrimiento de Vaca Muerta en 2011 y la llegada de miles de personas al pueblo. La broma triste que se suele escuchar en el pueblo es que en Añelo no hay añelenses: nadie nace en Añelo porque no hay sala de partos. Las embarazadas deben viajar a la ciudad de Neuquén para dar a luz. Hay una sola farmacia para todo el pueblo y no abre de noche. El único centro de salud de Añelo tiene dos ambulancias y hace poco comenzó a atender allí, una vez por semana, un ginecólogo contratado por la constructora Víctor Contreras. Los petroleros, en cambio, tienen su propia clínica privada con 10 médicos especialistas.

«Somos pocos y día por medio tengo guardia las 24 horas. No doy más», me explica el director del centro de salud, Rubén Bautista, un jujeño que llegó a Añelo con sus hijos para olvidar la muerte de su esposa. Sus hijos volvieron a Jujuy porque no les gustó la vida del pueblo. Bautista viaja a verlos dos veces por año. Con suerte, en los próximos años se sumarán un odontólogo y otro médico clínico al plantel fijo. El cuarto médico no está del todo convencido de mudarse a Añelo. No tiene vivienda asignada y solo le ofrecieron acomodarse en un tráiler prestado por YPF y Total, además de la promesa municipal de construirle una casa en el mediano plazo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *