¿Cuál será el poder energético de Irán cuando supere el obstáculo de las sanciones?

BBC Mundo / 8 junio 2015

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Irán es una auténtica superpotencia en los mercados globales de energía. O lo sería si la vara de medir fueran las reservas en su terreno.

Si se consideran el petróleo y el gas juntos, sólo Rusia puede presumir de tener más riqueza.

El potencial para ser un gran exportador de gas es enorme, si no fuera, por supuesto, por el “pequeño” asunto de las sanciones.

Este punto bastante evidente no se le olvida al presidente de Irán, Hasan Rouhani, que no se ha demorado en intentar reparar sus relaciones con Occidente, con un ojo puesto firmemente en los ingresos futuros por petróleo y gas para ayudar a impulsar la debilitada economía del país.

Sus esfuerzos serán probablemente recompensados en los próximos meses, conforme se acerca el acuerdo nuclear con Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China, que pondrá fin a las sanciones.

Irán será entonces libre, en teoría, para llenar los mercados globales con grandes cantidades de gas, convirtiéndose en un proveedor alternativo para países hambrientos de energía en todo el mundo y transformando de forma clara el paisaje geopolítico global en el proceso.

“Quizá no se llegue a un acuerdo antes del límite de este mes, pero tiene que ocurrir este año”, dice Jamie Ingram, del grupo de investigación IHS.

“Hay tanta voluntad política en ambas partes que una prórroga de dos meses puede ser suficiente”.

Un acuerdo tan revolucionario pondría fin al forzado aislamiento de Irán.

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Gran potencial

Actualmente, el país produce unos 165 billones de metros cúbicos (bmc) de gas al año, de los que menos de 10 billones se exportan a Turquía, Azerbaiyán y Armenia.

También importa gas de Turkmenistán, pero el año pasado redujo la cantidad hasta tal punto que el país es ahora, pr primera vez, un exportador neto de gas.

Si se toma en cuenta que Rusia exporta casi 150bmc a Europa y que ha firmado acuerdos para unos posibles 70bmc con China, las exportaciones de Irán son insignificantes en el escenario global.

Pero el país está aumentando la producción rápidamente y se espera que produzca unos 250bmc para 2018, según Elham Hassanzadeh, de la consultora iraní Pioneros Energéticos.

Esta capacidad adicional llegará del yacimiento de gas de Pars del Sur que Irán comparte con Qatar, el más grande de este tipo en el mundo.

Más allá de 2018 hay ya planes para desarrollar muchas más fases, tanto en Pars del Sur como en otros yacimientos como Pars del Norte y Kish.

Pero la mayor parte de este nuevo gas se dedicará a satisfacer la demanda nacional.

El gobierno es favorable a reducir la dependencia del sector energético iraní del petróleo aumentando la producción del gas, tanto para dedicar más petróleo a las exportaciones, generando unos ingresos muy necesarios, como para reducir las emisiones de CO2.

Después de todo, el petróleo no requiere de grandes inversiones en conductos o licuación para ser vendido en el extranjero.

También se necesitará más energía para dar un impulso al crecimiento económico que se ha visto obstaculizado por años de sanciones, mala gestión y corrupción.

Por tanto, en los próximos años, Hassanzadeh calcula que quedarán entre 30-50bmc de gas para la exportación cada año, una cifra relativamente pequeña en comparación con la producción total pero aun así una cantidad significativa que equivale casi a la exportación anual de gas de Rusia a Alemania.

Los amigos primero

La mayor parte de esto probablemente quedará en Medio Oriente.

Ronda de conversaciones sobre el programa nuclear de Irán

La última ronda de conversaciones sobre el programa nuclear iraní ocurrió el pasado 30 de mayo.

Como dice Hassanzadeh, “Irán se centrará en el mercado regional: Irak, Omán y Kuwait. Primero se acercará a sus vecinos”.

De hecho el país firmó un acuerdo de suministro de gas con Irak en 2013, pero el gasoducto entre los dos países no está terminado. También está negociando la ruta de otro gasoducto hacia Omán según un acuerdo similar alcanzado el año pasado.

La atención se dirigirá entonces hacia Pakistán e India. Irán lleva 20 años hablando con Pakistán sobre un gasoducto y finalmente se alcanzó un acuerdo en 2010.

Pero si bien Irán terminó la construcción de su gasoducto hasta la frontera, los problemas de financiación y la presión política de EE.UU. se tradujo en que Pakistán todavía está por empezar su parte.

Además, India no está dispuesta a comprometerse a importar gas a través de Pakistán dado que las relaciones entre ambos países son demasiado volátiles, por lo que el gas natural licuado (LNG) parece una opción más probable.

Aunque esto es factible, para construir plantas de licuación se necesitan años y billones de dólares de inversión, y en un contexto en que los excedentes de LNG en el mundo están haciendo que bajen los precios -en particular con EE.UU. y Australia listos para aumentar las exportaciones de forma masiva en los próximos años- Irán puede tener dificultades para encontrar compañías energéticas interesadas en invertir dinero en esto.

Elevados costos de infraestructura

Lo siguiente será dirigir la atención hacia Europa.

“Irán está deseoso de convertirse en competidor de Rusia, por lo que Europa es una cuestión a considerar”, sostiene Jamie Ingram.

Pero una vez más, los costos serán un factor disuasorio.

Hassanzadeh calcula que un gasoducto hasta Europa costaría entre US$5.000-US$8.000 millones y sólo un consorcio de empresas internacionales sería capaz de recaudar ese tipo de financiamiento.

Otra vez, ya que los precios del gas internacional son bajos, persuadir a las firmas para que inviertan en algo así a gran escala puede ser difícil en un futuro cercano.

Especialmente teniendo en cuenta que, históricamente, Irán ha regateado con el gas.

“El principal obstáculo para las ambiciones de Irán en la exportación del gas siempre ha sido el precio”, señala Valerie Marcel del grupo de expertos Chatham House en Londres, Reino Unido.

“Necesitan asegurarse clientes que estén dispuestos a pagar el precio que los iraníes quieren; sin un compromiso firme por parte del comprador, no se construirá ninguna infraestructura”.

Los baratos precios globales del gas natural pueden impedir un acuerdo a corto plazo.

Pero a más largo plazo, los beneficios estratégicos para ambos lados no se pueden ignorar: Europa busca desprenderse de la dependencia del gas ruso mientras que Irán busca tener una influencia diplomática que dificulte una posible reimposición de sanciones.

Como dice Hassanzadeh, “somos un país muy ambicioso”; un país, al igual que muchos otros, que está deseoso de ganar influencia en el escenario internacional.

Sus grandes reservas de gas natural suponen una ocasión tentadora para lograrlo.

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