¿Migrar para qué? Los migrantes internacionales de retorno de El Alto – Silvia Escobar
*Silvia Escóbar, investigadora del CEDLA
Entendemos por migración internacional de retorno al regreso de personas migrantes a su país de origen con la intención de volver a residir en el mismo, independientemente de la duración que hubiera tenido su estadía en el exterior y de la posibilidad de una re-emigración posterior. Es decir, no todas las personas que se van a vivir en otro país, lo hacen con la intención de establecerse de manera permanente, así como no todas las personas que retornan se quedan definitivamente en su país de origen.
Las idas y vueltas entre el país de origen y otros destinos en el exterior son una característica de los procesos migratorios, son flujos de población constantes que en momentos se intensifican, dependiendo de las condiciones económicas, sociales y familiares en los lugares de origen y destino. Por lo general son movimientos de fuerza de trabajo en busca de mejoras en las condiciones de empleo y de vida y, por lo tanto, el factor económico cobra una enorme importancia como motivo para permanecer o retornar en momentos determinados.
Por ejemplo, con la crisis financiera internacional que está en curso desde 2008, la falta de trabajo en Europa o concretamente en España donde las tasas de desempleo son muy altas, disminuyeron las oportunidades de trabajo en sectores donde antes habían posibilidades de inserción laboral para migrantes, entre otros la construcción, textiles y prendas de vestir, agricultura, algo menos en los servicios de trabajo doméstico, cuidado de niños y ancianos, etc. Desde ese año, el flujo de bolivianos que iban a España fue en descenso, pero el retorno de los bolivianos no fue masivo como se esperaba.
Según datos del padrón español, con fecha del 1 de enero de 2013, durante el 2012 un total de 13.606 residentes bolivianos salió de España, la mayoría para retornar a Bolivia. Esta cifra es baja con relación a la cantidad de personas que se fueron a ese país desde el 2000 (cerca de 250.000). Esto significa que a pesar del empeoramiento de las condiciones de trabajo en España, no todos están dispuestos a volver a Bolivia porque saben que no van a encontrar trabajos bien pagados o de acuerdo a sus expectativas laborales.
En la migración de larga distancia, como son las salidas a España, la migración de mayor estadía o con menos frecuencia de idas y vueltas, ha ganado terreno tanto por los costos que eso implica, como por la dificultad de retornar posteriormente por razones legales o nuevas trabas al ingreso a causa de políticas migratorias dirigidas a frenar las corrientes migratorias. En cambio, la situación es diferente cuando se trata de la migración a países limítrofes como la Argentina, Brasil o Chile. En este tipo de movimientos −llamados también transfronterizos− junto a las migraciones de larga duración que tienen larga data, se encuentra un flujo importante de migraciones “temporales” recientes, en muchos casos con características “circulares”; es decir, con flujos constantes de idas y vueltas.
Con la crisis internacional y sus efectos sobre el desempleo en Europa y Estados Unidos, se han intensificado los flujos migratorios de Bolivia hacia los países fronterizos, movilizando un volumen importante de fuerza de trabajo. El CEDLA hizo un seguimiento a estos procesos, buscando establecer la relación entre la situación laboral de los migrantes en Bolivia y en los países de destino, con sus decisiones de salida y retorno al país. El análisis está basado en una encuesta de hogares realizada el 2013 en la ciudad de El Alto y tiene como referencia al conjunto de la población económicamente activa de esa ciudad y, específicamente, a las personas que fueron a trabajar alguna vez al exterior y que actualmente retornaron para residir en El Alto. En esta oportunidad compartimos algunos hallazgos preliminares.
Los migrantes internacionales de retorno en El Alto
Considerando a toda la población económicamente activa de El Alto (ocupados más desocupados), 16 de cada 100 emigraron alguna vez para trabajar fuera de Bolivia y actualmente volvieron para establecerse en El Alto. El 70% de estos trabajadores se movilizaron entre los años 2006 al 2013. Este indicador refleja claramente las dificultades que enfrentan los trabajadores de El Alto para conseguir un empleo que asegure la subsistencia personal y la de sus familias; más todavía cuando sabemos que otro volumen importante de trabajadores que se fueron de esta ciudad al exterior ya no regresóaron al país o, por lo menos, no continuó viviendo en El Alto.
Destino de la migración
En coincidencia con la disminución de los flujos de larga distancia, los trabajadores de El Alto tienen como destinos migratorios principales a la Argentina, el Brasil, Chile y en menor grado a otros países fronterizos o del norte. Nueve de cada 10 migrantes de retorno fueron a trabajar a éstos países, atraídos por la promesa o la realidad de contar con mejores salarios.
La migración de retorno: Idas y vueltas
Cuando hablamos de los migrantes de retorno, estamos frente a flujos, muchas veces constantes, de idas y vueltas. Esto se verifica en el caso de los migrantes de El Alto: 80 de cada 100 migrantes van a trabajar por un tiempo menor a 6 meses, para luego retornar al país donde le es posible quedarse definitivamente o emigrar nuevamente. Estas migraciones que se podrían denominar “temporales”, son algunas veces circulares, con salidas y retornos frecuentes que crean una especie de vida laboral “transnacional”. Por ejemplo, se encuentra un porcentaje de migrantes que van a trabajar temporalmente en el sector de confecciones de ropa a la Argentina o el Brasil o en la construcción en Chile, luego retornan un tiempo a la ciudad de El Alto, para trabajar en los mismos sectores.
Al parecer estos flujos se vinculan con la existencia de redes familiares y de residentes del entorno rural de El Alto y El Alto mismo en los países fronterizos, las que contribuyen a generar o aprovechar oportunidades de empleo en los sectores de confección y construcción para la fuerza laboral del país, sobre todo en coyunturas de crecimiento de estas actividades como ocurre actualmente; dado que la mayor parte de los que se van no logran establecer su residencia legal, las idas y vueltas son parte de la estrategia necesaria para combinar períodos de trabajo en el país y en el exterior.
Rasgos sociales de los migrantes de retorno
Los trabajadores envueltos en estos procesos no son los más jóvenes, sino los que tienen mayores responsabilidades familiares: 74 de cada 100 migrantes son cabezas de familia, 50 son jefes de hogar y 24 son cónyuges; el resto son hijos y otros parientes. La mayoría está en el rango de 25 a 39 años y un poco más de la mitad son hombres. Sus padres eran por lo general trabajadores por cuenta propia agrícolas y no agrícolas, así como obreros de la manufactura, la construcción y el transporte. Sus madres se dedicaban principalmente a las tareas del hogar o eran agricultoras y comerciantes.
Entre estos migrantes “temporales” predominan aquellos con un nivel educativo bajo, 40 de cada 100 no completaron la secundaria y dejaron la escuela antes de los 19 años y otros 30 de cada 100 alcanzaron el bachillerato. Solamente el 30% son trabajadores calificados, es decir, profesionales o técnicos. Así se evidencia que se trata de una migración que involucra principalmente a la fuerza laboral menos escolarizada.
Motivos de la migración
Consultados sobre las razones por las que decidieron ir a trabajar en el exterior, encontramos que son los factores económicos los que pesan más , en particular las dificultades para encontrar empleo, la falta de capital para trabajar en forma independiente o la precariedad de los empleos que tenían −temporales, mal pagados, con jornadas que no les dejaban tiempo para la vida familiar y social y, sin beneficios sociales. La mayoría señala que sus ahorros o la ayuda familiar les permiten sobrevivir cuando están desempleados o no tienen un buen trabajo, pero que estos apoyos son insuficientes para atender todas sus necesidades. Mientras tanto, consideran que los problemas de desempleo o los bajos salarios que reciben, no acaban de solucionarse en El Alto, obligándoles a buscar trabajo en otras latitudes dentro y fuera del país. La baja escolaridad que tiene la mayoría de este tipo de migrantes influye en estas condiciones precarias de inserción en el mercado de trabajo.
Trayectorias laborales de los migrantes de El Alto en Bolivia y el exterior
- Inserción laboral antes de migrar
Antes de partir, 60 de cada 100 migrantes estaba desocupado o realizaba actividades ocasionales para generar algún ingreso. Los demás trabajaban principalmente en el rubro de confección de prendas de vestir y otras industrias, en el comercio y en los servicios personales menos calificados. Dos de cada tres eran asalariados, en su mayoría en puestos a plazo fijo y sus ingresos apenas se situaban en torno al salario mínimo nacional No contaban con beneficios complementarios al salario, eran trabajadores subcontratistas de empresas grandes que se ahorran estos pagos abaratando el costo de su mano de obra. Sólo unos pocos profesionales y técnicos tenían mejores condiciones de trabajo. Uno de cada tres migrantes eran trabajadores por cuenta propia, pero operaban con capitales muy reducidos, generando ingresos bajos y variables.
La precariedad laboral y la pobreza eran parte de su vida cotidiana y la de sus familias.
Inserción laboral en los países de destino
Estando en el extranjero, la mayoría de los migrantes trabajaba principalmente en el rubro de confecciones de prendas de vestir (70 de cada 100), además de la construcción, el comercio y los servicios no calificados. Unos cuantos laboraban en los servicios como la educación y otros asociados con el uso de nuevas tecnologías. Como era de esperar todos trabajaban como asalariados, ocho de cada diez como obreros y dos de cada diez como empleados, incluyendo el servicio doméstico.
Los empleos que tenían eran por lo general temporales u ocasionales, solamente 25 de cada 100 reporta que su empleo era por tiempo indefinido. Consultados acerca del tiempo de permanencia en su último empleo antes de volver, el 80% de los migrantes respondió que tuvo una duración menor a los 6 meses. Eran empleos con jornadas prolongadas −el 60% trabajaba durante 13 horas o más durante seis días a la semana, buscando mejorar su ingresos con la expectativa de generar algunos ahorros.
Si bien ganaban más que en Bolivia, el costo de vida en los países de destino era variable y, en algunos momentos del ciclo económico, sus salarios no les permitían seguir ahorrando. Esos son justamente momentos de reflujo en que los migrantes se vieron obligados a retornar.
- Inserción laboral al retornar a Bolivia
Retornando al país, uno de cada tres migrantes no logró conseguir trabajo, quedando desempleado por un tiempo. La mayoría buscaba trabajo como asalariado, porque son pocos los que estando desempleados contaban con ahorros para iniciar un negocio o actividad por su cuenta. Los demás, dos de cada tres migrantes, volvieron directamente a trabajar, la mitad logró conseguir un trabajo asalariado, los demás realizaron alguna actividad por su cuenta o en los negocios de su familia como trabajadores sin remuneración.
Lo que más llama la atención es que la mayoría vuelve a trabajar en los mismos oficios no calificados y mal pagados que realizaban antes de irse en el comercio, confecciones, transporte y servicios diversos, incluido el servicio doméstico. Solamente uno de cada diez encuentra una nueva ocupación como profesional o técnico, retomando un trayecto laboral previo a la salida y, en algunos casos, mejorado con la experiencia adquirida.
En síntesis, si bien las dinámicas del retorno de migrantes están lejos de enmarcarse en un modelo simple, mientras los factores estructurales que los obligaron a irse no se modifiquen, más temprano que tarde, nuevamente se encuentran frente a la decisión de emigrar a otros lugares.
Esto es más visible entre las mujeres quienes en los lugares de destino se ocuparon como asalariadas disponiendo de ingresos propios. Esto hace que sean menos dependientes de sus parejas y las lleva a revalorizar su rol y contribución a la familia. Cuando no logran reproducir este patrón en sus lugares de origen, la emigración aparece nuevamente como una necesidad, lo que puede convertirse en un proceso de larga duración, por no decir “definitivo”, muchas veces con efectos sobre la disolución de la familia.
La migración internacional ¿Alternativa o ilusión?
No hay respuestas únicas a esta pregunta. La migración para algunos es la mejor opción de encontrar o construir una vida mejor, pero no son muchos los que tienen la posibilidad de hacerlo. La migración en Bolivia fue y es un problema económico, social y político, que afecta a la sociedad y para el que no hay respuestas suficientes desde la política pública.
Como se ha visto, las trayectorias laborales de los migrantes, muestran que estamos frente a un tipo de migraciones “circulares” idas y vueltas por aquí y allá, buscando asegurar ingresos básicos para vivir y, cuando sea posible, para ahorrar. Al parecer, se trata de una nueva forma de vida que emerge por la imposibilidad de incorporarse en empleos relativamente estables y bien remunerados en los lugares de origen y destino. Así origen y destino aparecen complementarios para la subsistencia, tal como ocurre con la migración campo-ciudad y la doble residencia que se registra entre los pobladores de El Alto con relación a su entorno rural.
Sin embargo, hay que decirlo, la precariedad laboral en la que se desenvuelven y, en general, las condiciones de explotación en las que trabajan apenas difieren de un lado al otro. La única diferencia es que en el exterior ganan un salario comparativamente mayor que en Bolivia (nuestro país tiene los salarios más bajos de la región) y en muchos casos logran ahorrar, aunque al costo de enormes sacrificios en su consumo. Esto no significa dejar de lado aquellos casos reportados con cierta frecuencia en los que los migrantes ni siquiera pudieron recuperar lo invertido en su traslado y acomodo en el lugar de destino.
Hay otros aspectos que algunos migrantes valoran cuando hablan de su permanencia en el exterior: el acceso a ciertos derechos básicos (salud, seguridad social y a veces educación) que les hacen tomar conciencia de algo fundamental que en Bolivia no se cumple para toda la población y menos en El Alto. Existen otros que reflexionan sobre los efectos al dejar atrás a la familia −aunque sea temporalmente− como un gran problema afectivo y social.
Lo cierto es que en medio de todas estas situaciones se encuentra un denominador común: el gran descontento con el trabajo y el tipo de trabajo aquí y allá, lo que estimula sus movimientos de salida y retorno. En efecto, a la pregunta sobre cuál fue la mejor y la peor época para los trabajadores en Bolivia, algunos migrantes de retorno piensan que nunca hubo una buena época para los trabajadores, otros no logran identificar un período en el tiempo, o creen que fue en gobiernos anteriores. Solo el 29% considera que actualmente ha mejorado la situación de los trabajadores.
Por el otro lado, si bien consideran que ésta no es la peor época para los trabajadores comparada con aquella de los gobiernos neoliberales, existe un porcentaje importante de migrantes de El Alto que prefiere no responder a esta pregunta (20 de cada 100).
El problema se expresa con más claridad cuando se les pregunta acerca de las causas que les llevarían a cambiar su actual trabajo en El Alto. Las respuestas son siempre las mismas:
– Salarios bajos e inestables
- – Jornadas agotadoras
- – Poca relación de sus tareas con su experiencia laboral
- – Ausencia de beneficios como vacación, bono de antigüedad, salud, pensiones, etc.
- Estas respuestas deben llevarnos a reflexionar que en la decisión de irse y volver los factores que la impulsan son la falta de trabajo o la precariedad del trabajo, y sus consecuencias en para la subsistencia personal y familiar. Además, frente a los cambios que afectan, los migrantes ingresan a un proceso complejo de toma de decisiones que no sólo les perturban de manera individual sino a la sociedad en su conjunto pues pierde lo más valioso que tiene: la fuerza laboral en edades con la mayor capacidad productiva.
En la balanza, la migración no es siempre una alternativa pero tampoco es sólo una ilusión. Una infinidad de situaciones hace que unos ganen y otros pierdan. La migración supone rupturas y pérdidas. Hace falta pensar en políticas públicas dirigidas al aprovechamiento pleno de las capacidades de la fuerza laboral en el país, para que la migración no sea una necesidad, sino solamente una opción.
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