Los jóvenes y el empleo en la ciudad del El Alto – Silvia Escobar

*Silvia Escóbar, investigadora del CEDLA

En este documento se analiza la incidencia que tiene el nuevo contexto económico en el empleo de los jóvenes en la ciudad de El Alto y específicamente de los que son asalariados. La información que sirve de base a este análisis proviene de la Encuesta de Empleo y Salarios  realizada por el CEDLA en colaboración con el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo-IRD de Francia, en junio de 2013.

 

Los jóvenes y su relación con el mundo del  trabajo en El Alto

Para analizar la situación laboral de los jóvenes con fines comparativos entre países se considera a la población de 15 a 24 años; es decir, las edades de transición entre la escuela y el mundo del trabajo. En esta oportunidad, ampliamos este universo para abarcar además a los jóvenes entre los 25 y 29 años, cuando comienza la transición a la vida adulta y se establece un vínculo más duradero con el mercado laboral.

 

Al hablar de los jóvenes en Bolivia nos referimos a un segmento importante de la población boliviana comprendido entre los 15 y 24 años, que abarca aproximadamente a dos millones de personas de acuerdo con el último censo de población. Ampliando este grupo hasta los 29 años, estamos hablando de casi tres millones de jóvenes en el país.

 

En El Alto, el 30% de la población es joven, entre 15 y 29 años, representando más de 250.000 personas. Un poco más de la mitad son mujeres.

 

¿A qué se dedican los jóvenes de El Alto?

Entre los 15 y 19 años el 80% de los jóvenes sigue estudiando. A medida que asciende la edad la culminación de los estudios o el retiro del sistema educativo aumenta. Así, sólo uno de cada tres jóvenes entre 20 y 24 años sigue estudiando y esta proporción baja a uno de cada cinco después de los 25 años.

 

En el momento de la encuesta, tres de cada diez jóvenes entre los 15 y 19 años estaba trabajando o buscando activamente un trabajo, es decir ya formaban parte de la fuerza laboral de la ciudad. Esta proporción llega al doble entre los jóvenes 20 y 24 años (seis de cada diez) y aumenta a ocho de cada diez luego de los 25 años. Visto en conjunto, la mayor parte de los menores de 24 años no participa en el mercado laboral, es decir son parte de la población inactiva, generalmente siguen estudiando y sólo algunos combinan el estudio y el trabajo. En cambio, después de los 24 años, la mayoría  ya trabaja o busca trabajar, dejando atrás el sistema educativo.

 

Un aspecto a destacar es que las mujeres jóvenes participan menos en la actividad económica en comparación con los hombres. Esto se debe a las mayores dificultades que tienen para encontrar trabajo, sobre todo cuando buscan un empleo asalariado. El evidente desaliento que sufren cuando no consiguen trabajo, hace que muchas de ellas dejen de presionar en el mercado laboral y se dediquen nuevamente al estudio o a las tareas del hogar, pasando del desempleo a la inactividad, hasta encontrar otro momento propicio para buscar un trabajo nuevamente.

 

La relación de los jóvenes con el mercado laboral es discontinua 

Los jóvenes entran y salen con frecuencia del mercado laboral. Consultados sobre su condición de actividad durante el 2012, solamente el 23% de los menores de 25 años respondió que había estado ocupado todo el año; este porcentaje aumenta a 43% entre los mayores de 25 años, pero continúa siendo bajo. El resto de los jóvenes trabajaron durante unos meses y estuvieron desocupados o inactivos en otros. Muchos pasaron a la inactividad sin pasar por el desempleo, es decir dejaron de buscar trabajo, generalmente porque no encontraron oportunidades de empleo, es decir de un trabajo como asalariados.

 

La discontinuidad en el vínculo con el mercado laboral es patente entre las mujeres. Sólo el 20% entre las más jóvenes y el 30% entre las mayores de 25 años trabajaron durante todo el año el 2013. Esto refleja las mayores dificultades que encuentran en su relación con el mercado laboral, por la discriminación que sufren en su acceso a empleos asalariados.

 

Ahora bien, en medio de estas transiciones, los jóvenes menores de 25 años son inactivos o desocupados la mayor parte del tiempo. En cambio, los jóvenes mayores de 25 años participan más activamente en el mercado laboral. Una parte de su tiempo están ocupados y otra buscando trabajo, ya son pocos los que pasan a la inactividad. Es muy importante tener en cuenta esta situación para los fines de la política pública, tanto en lo que hace a las políticas educativas, como de los objetivos de empleo en las políticas macroeconómicas y sectoriales.

 

El desempleo y la precariedad laboral son mayores entre los jóvenes

Desde hace mucho tiempo se ha observado que a pesar de los cambios favorables en la economía no se registran necesariamente mejoras en la situación laboral de los jóvenes. Un primer indicador es la tasa de desempleo juvenil que por más de dos décadas duplica al promedio general. En El Alto, la tasa de desempleo es de 15% entre los más jóvenes, disminuye al 13% entre los que tienen 20 a 24 años y al 10% entre los mayores de 24 años.

 

Es decir, en ningún grupo el desempleo baja de dos dígitos, sin contar que las mujeres enfrentan tasas mayores como resultado de la falta de oportunidades laborales o una elevada rotación laboral.

 

Si bien estos indicadores se registran con igual magnitud en otras ciudades de Bolivia y el problema del desempleo juvenil se ha convertido en un problema global, es necesario preguntarse: ¿A qué se debe esta situación en el caso boliviano?

 

Actualmente, se vive un momento de dinamismo económico, basado en las exportaciones de productos primarios, la construcción, el comercio de bienes importados y, aunque en menor  medida, en la reactivación de los sectores productivos que han dinamizado la demanda de trabajadores en todos los segmentos del mercado laboral. Pero aun así, los jóvenes no consiguen empleo y muchos se están yendo del país aprovechando cualquier oportunidad.

 

En realidad, los jóvenes entre 15 y 24 años, iniciaron su vida laboral  hace ocho años, en forma coincidente con el primer gobierno del MAS, pero su situación no ha cambiado o ha cambiado muy poco. Todavía son los son los más afectados por el desempleo, además mientras más alto es el nivel educativo que han logrado alcanzar, mayor es su exposición al desempleo. Esto refleja que las nuevas condiciones económicas del país no han tenido el impacto esperado en la generación de empleos, ni han posibilitado el tránsito desde la demanda de mano de obra no calificada a otra con mayor calificación. Los efectos de esta situación los sufren principalmente los jóvenes.

 

¿Qué opinan los jóvenes de El Alto  sobre las causas del desempleo?

Se preguntó a los jóvenes por qué creen que algunas personas no pueden conseguir trabajo en la ciudad de El Alto. Ellos dieron dos grupos de razones, siendo las más frecuentes aquellas asociadas con el comportamiento de la demanda de trabajo: No hay empleo y hay menos oportunidades de empleo para los jóvenes; los empleos son escasos en relación a la cantidad de personas que quieren trabajar; se gana muy poco. Los salarios son tan bajos que muchas veces ni los jóvenes están dispuestos a aceptar; los horarios son incompatibles con los estudios o con la vida familiar y social. Otra razón frecuentemente mencionada es la discriminación que sufren las mujeres en el mercado de trabajo, por los roles del cuidado de los hijos que se les asigna, casi exclusivamente, en la sociedad.

 

El segundo grupo de razones, tiene que ver con algunas características personales de los jóvenes que actúan como barreras para encontrar un empleo, es decir, se relacionan con la oferta laboral: La falta de estudios o capacitación para los empleos disponibles; la falta de experiencia laboral; la exigencia de garantías previas a la contratación que los jóvenes no disponen (registro de saldos de cuentas bancarias; títulos de propiedades; certificados diversos, etc.).

 

En síntesis, la mirada de los jóvenes a  las razones por las cuales no pueden conseguir trabajo  remiten tanto a factores estructurales que hacen que la economía sea pobre en la generación de empleos, como al desencuentro que existe entre los contenidos educativos y la demanda de conocimientos, habilidades y destrezas en algunos segmentos del mercado de trabajo. Tampoco son ajenas a su mirada las malas condiciones laborales que ofrecen los empleos disponibles y que muchas veces los lleva hasta a rechazar algunas ofertas. 

 

Un segundo indicador muestra que los jóvenes están concentrados en los trabajos más precarios. Consultados sobre las razones por las que cambiarían su actual trabajo, los motivos que exponen ilustran ampliamente la calidad de los empleos a los que acceden actualmente:

 

– Incumplimiento de los acuerdos contractuales de parte de los empleadores (horarios, salarios, beneficios sociales).

– No ofrecen estabilidad laboral.

– Bajos salarios/búsqueda de ingresos propios.

– Jornadas prolongadas que afectan la vida social y familiar o los estudios.

– Malas condiciones de trabajo, sin pago de horas extras, vacaciones y otros beneficios laborales.

– No hay seguro de salud.

– No hay aporte a las AFP.

– No ejercita su profesión o capacidades para el trabajo.

– No hay posibilidades de crecimiento.

– Maltrato o actitudes despóticas de los empleadores.

 

Es decir, sus trabajos son predominantemente temporales, sujetos a jornadas prolongadas y a  bajos salarios, por lo general sin acceso a la seguridad social, en mayores proporciones que para el resto de la población. Sintetizando estos aspectos en un sólo indicador, se encuentra que el 90% de los jóvenes menores de 25 años y el 75% de los jóvenes entre 25 y 29 años tienen un trabajo precario en El Alto, sin grandes diferencias con los jóvenes de otras ciudades.

 

Formas de inserción laboral y condiciones de trabajo

En su trabajo actual, seis de cada diez jóvenes entre 15 y 24 años se emplean como asalariados, con diferencias por sexo, pues solamente cinco de cada diez mujeres trabaja como dependiente. Como los más jóvenes no cuentan con recursos complementarios al trabajo (capital, conocimientos, experiencia laboral) generalmente buscan empleos asalariados; al no poder conseguir un empleo, la mayoría se ocupa como familiar no remunerado en actividades económicas de su hogar. Sólo el 15% establece algún negocio por su cuenta.

 

En cambio, los jóvenes mayores de 25 años, tienen más propensión a trabajar como asalariados y la mayoría ha dejado atrás el trabajo familiar no remunerado para realizar actividades por cuenta propia. El 75% son asalariados,  20% ya tiene un trabajo por su cuenta y el 3% ha pasado a ser un empleador. 

 

En su trabajo actual, los menores de 25 años se dedican principalmente al comercio, la manufactura y el transporte; en cambio, los mayores de 24 años trabajan principalmente en los servicios, además del comercio y la manufactura, en ese orden. Como ocurre en otras ciudades, los hombres tienen mayor presencia en las actividades productivas y de servicios, mientras que  las mujeres trabajan más en el comercio y los servicios.

 

El trabajo en la manufactura se concentra en el rubro de textiles y prendas de vestir, pero los hombres se diversifican también en otros rubros como metalmecánica, imprenta y fabricación de muebles. El trabajo en los servicios se realiza principalmente en los rubros de educación y salud, pero también en otros que demandan menos calificaciones como los de lavado, limpieza y, cada vez menos, en el servicio doméstico.

 

En su mayoría los jóvenes de ambos grupos de edad tienen ocupaciones manuales, no calificadas; es decir realizan tareas no vinculadas al uso de algún tipo de tecnología o experticia específica. Solamente en los servicios se encuentran empleos donde se requiere alguna preparación técnica o formación universitaria.

 

Con estos perfiles ocupacionales, la mayor parte de los jóvenes trabaja en el sector informal donde existen las peores condiciones laborales. Esta característica es un reflejo de la estructura económica de El Alto, donde más del 90% de los establecimientos económicos son pequeñas y micro unidades económicas, algunas subcontratadas por grandes empresas para ahorrar costos laborales. Solo el 30% de los más jóvenes y el 40% de los que tienen entre 25 y 29 años tiene un empleo en el sector empresarial.

Claramente, el empleo para los jóvenes se concentra en el sector privado, solamente los que se han formado en el campo de la educación y salud tienen la opción de trabajar en el sector estatal. En el Alto, menos del 8% se ocupa en este sector. De todas maneras, el hecho que trabajen en el sector empresarial o en el sector estatal no es una garantía para el acceso a empleos de calidad, en un contexto en el que el trabajo se ha precarizado en todos los sectores. En realidad, este es el precio que pagan por la falta de experiencia laboral que, por definición, limita todavía más las posibilidades de encontrar un buen empleo.

 

Por último es importante hacer notar que los jóvenes de El Alto también ven opciones de trabajo en el extranjero y aprovechan cualquier oportunidad para trasladarse a otro país. De cada 100 jóvenes asalariados, 14 reporta haber trabajado alguna vez en el extranjero. Más de la mitad de los que migraron son técnicos medios y superiores, reflejando las pocas oportunidades de trabajo que existen para ellos. En los lugares de destino se ocupan principalmente en ocupaciones no calificadas, sólo uno de cada cuatro migrantes con estudios técnicos o universitarios consigue un empleo que le permite aplicar sus conocimientos.

 

Condiciones laborales de los jóvenes en el trabajo asalariado

Los jóvenes asalariados tienen un nivel de escolaridad promedio de 12,5 años de estudio, superior al que alcanzaron los que trabajan por su cuenta. Este promedio aumenta a casi 14 años de estudio después de los 20 años. En todas las edades las mujeres cuentan con mayor escolaridad; como se ha dicho, esto responde a la falta de empleo que les obliga a permanecer por más tiempo en el sistema educativo.

 

Dos de cada tres asalariados han cursado la secundaria incompleta o completa; el 20% ha completado estudios de técnico medio y solamente el 15% ha terminado sus estudios universitarios incluyendo carreras técnicas superiores. Actualmente uno de cada tres estudia y trabaja, sin diferencias por sexo; para ello están dispuestos a aceptar empleos precarios. El hecho es que cuando hablamos de jóvenes trabajadores de El Alto, estamos frente a una mayoría de personas con bajas calificaciones formales que quieren y necesitan trabajar.

 

Para analizar las condiciones laborales de los jóvenes se consideran algunos indicadores relevantes referidos a su actual empleo. La mayoría tiene un acuerdo verbal de trabajo y la mitad señala que tiene un carácter temporal. La otra mitad, asume que su empleo es por tiempo indefinido porque su contrato o arreglo verbal no establece un tiempo fijo de conclusión. Lo que generalmente ocurre es que los jóvenes permanecen poco tiempo en el mismo empleo no sólo por decisión del empleador, sino a causa de las malas condiciones de trabajo que les obliga a la búsqueda permanente de un trabajo alternativo para reemplazar con el que cuentan. La excepción está entre los pocos jóvenes ocupados en los servicios sociales del Estado,   incorporados en los escalafones administrativos.

 

Además de la incertidumbre en la relación contractual, los empleos de jóvenes se caracterizan por contar con la más baja remuneración. En promedio, los salarios que obtienen llegan a 930 bolivianos.  Los hombres ganan en promedio 1.000 bolivianos y las mujeres 750 bolivianos, siempre por debajo del salario mínimo nacional que actualmente es de 1.200 bolivianos.

Los menores de 25 años obtienen la peor remuneración. El 70% gana por debajo del mínimo nacional; en esa misma situación salarial están también el 40% de los mayores de 25 años, reflejando que el pago de bajas remuneraciones es el mecanismo de explotación más utilizado actualmente en el mercado de trabajo. No les es reconocido el bono de antigüedad y algunos jóvenes ni siquiera saben que éste pago es un derecho laboral. Sólo uno de cada 10 menciona que recibe pago por este concepto.

Los jóvenes con responsabilidades familiares o los que pagan sus estudios difícilmente pueden solventar sus gastos solamente con su salario y la mayoría sigue dependiendo de las ayudas familiares. Es ilustrativo el hecho que no más del 15% de los jóvenes de El Alto declare estar satisfecho con su salario porque le permite cubrir los gastos esenciales para vivir.

 

Al respecto, se preguntó a los jóvenes desempleados y a los que quisieran cambiar de empleo sobre el salario más bajo que están dispuestos a aceptar.  Ellos señalan que aceptarían un salario de 1.200 bolivianos, lo que significa que toman como referencia al salario mínimo, que es el piso salarial fijado para los trabajadores no calificados. Los hombres aspiran a un salario de 1.500 bolivianos y las mujeres a 1.000 bolivianos. En sus expectativas parece primar la urgencia por contar con un ingreso propio más que la relación del salario con el costo de la fuerza de trabajo, es decir con el costo de los bienes y servicios necesarios para cubrir sus necesidades de alimentación, educación, salud, vivienda, etc., muchos de los cuales son cubiertos por otros perceptores de ingreso de sus hogares.

 

Además, mientras la mayoría reclama por las largas jornadas de trabajo que deben cumplir, son pocos los que reciben un pago efectivo por el trabajo que realizan en horas extraordinarias, a pesar que uno de cada tres jóvenes señala haber pactado este pago con su empleador. Los que reciben este pago señalan que el monto se define en arreglos con el empleador y no se rige necesariamente por lo que estipula la legislación laboral, especialmente en lo que hace al pago triple por el trabajo en días domingos y feriados. Por otra parte, solamente uno de cada tres jóvenes tiene derecho a la vacación anual y apenas la mitad recibe el aguinaldo de fin de año, siempre y cuando hubiera estado trabajando en ese momento. Por lo general no tienen acceso a la forma de pago por duodécimas como establece la ley.

 

Por último, la cobertura de las prestaciones sociales de salud y seguridad social, son prácticamente  inexistentes cuando trabajan  en el sector privado y se cubren parcialmente en el caso de los ocupados en el sector estatal. De este modo, solamente 14 de cada 100 jóvenes está asegurado en una caja de salud y 15 de cada 100 aporta a una AFP para su jubilación. 

 

Con estas condiciones laborales, los jóvenes asalariados pasan a engrosar las filas de los trabajadores precarios de El Alto. Una cuestión central para entender este panorama es lo que ha pasado en el mercado de trabajo en el país en los últimos 15 años, durante los cuales los jóvenes han comenzado a trabajar. En este período se ha consolidado la inestabilidad en el empleo, la contención de los salarios y la vulneración de los derechos de los trabajadores en todos los aspectos de sus condiciones de trabajo; esto se vive, de manera más aguda en aquellos segmentos y actividades del mercado laboral donde se concentran los jóvenes.

 

En estas condiciones, el empleo no está contribuyendo a mejorar las condiciones de vida de los jóvenes en El Alto; por el contrario, está llevando a perpetuar la pobreza que se origina en la explotación creciente de la fuerza de trabajo. Mientras tanto, las instituciones encargadas de velar por el cumplimiento de sus derechos laborales continúan siendo inoperantes.

 

Las concepciones de los jóvenes acerca del trabajo

Considerando las experiencias laborales de los jóvenes quedaba la inquietud de saber cuál es el significado que tiene el trabajo para ellos. Consultados al respecto se encuentra que la  mayoría de los jóvenes, ve el trabajo como un espacio de desarrollo integral. Es decir, conciben al trabajo como una actividad en la que pueden aplicar y desarrollar sus conocimientos, obtener ingresos y lograr su realización personal y social. Para pocos, el trabajo es solamente un medio para sobrevivir.

Esto significa que los jóvenes de hoy todavía reconocen la centralidad que tiene el trabajo para la vida de las personas y para la sociedad en su conjunto. El reto es lograr que desde las  políticas públicas, el Estado logre que el trabajo para los jóvenes sea realmente una fuente de identidad, de bienestar y de integración social.

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