Los Tiempos • La pandemia hundió aún más la economía y no se ve recuperación
Crisis. Los expertos coinciden en que urge la ejecución de un plan estructural basado en la inversión y créditos internacionales; sin embargo, el actual Gobierno ha tenido poco éxito en este rumbo
Por: Fernando Avendaño / Los Tiempos
¿La economía del país? De mal en peor. Si venía de picada desde hace cinco años, el coronavirus la hundió todavía más. Las proyecciones hacen prever situaciones aún peores, con una contracción de prácticamente el 6 por ciento, las empresas reportan cierres poco menos que masivos, el desempleo se ha duplicado del 4 al 8 por ciento, el trabajo se precariza, y la pobreza extrema vuelve a engrosarse. El Gobierno, por su parte, se ha visto atado de manos para aplicar una política estructural de reactivación de la economía, y sólo ha podido paliar el problema mediante bonos y oferta de créditos.
Tres economistas consultados por este medio (Roberto Laserna, Bruno Rojas y Gary Rodríguez) coinciden en que el Gobierno hizo lo que debía hacer, pero eso no es suficiente: Hace falta una política de crecimiento, inversión, trabajo e innovación.
Esta situación ocurre mientras tres organismos internacionales proyectan una de las peores contracciones económicas de los últimos años para Bolivia: el Banco Mundial (BM) apunta a que el Producto Interno Bruto (PIB) del país será de -5,9 por ciento; la Comisión Económica para América Latina (Cepal) bajó paulatinamente sus previsiones hasta un -5,2 por ciento, y el último cálculo del Fondo Monetario Internacional (FMI) fue de 2,9 por ciento, aunque este cálculo fue en abril.
Empleo y alimentos
De hecho, 5,2 millones de empleos se hallan en riesgo con la crisis del coronavirus (un millón de empleos formales y 4.2 millones de informales), según un análisis del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), debido, sobre todo, a la inestabilidad en que quedarán las empresas del país. Comercio, gastronomía, hotelería, transporte y manufacturas son los sectores más afectados.
Una encuesta de la Cámara Nacional de Comercio mostraba que el 60 por ciento pensaba hacer despidos una vez que pase la cuarentena porque no tienen el suficiente capital para sobrevivir.
Por si fuera poco, la crisis alimentaria es algo que se viene. Según un estudio de la Fundación Jubileo, 1,8 millones de personas en el país pasarán hambre en los próximos meses posteriores a la cuarentena.
Esto se debe a la pérdida de la capacidad adquisitiva de los ingresos de las familias, que dejarán de gastar en cosas que no sean tan necesarias.
Pero los hogares pobres invierten mayor porcentaje de ingresos en alimentos, y serán los más afectados por la inseguridad alimentaria.
¿Qué hacer?
Hasta la fecha el Gobierno sólo ha podido aplicar políticas de bonos y créditos, que no son solución a largo plazo. Bruno Rojas, investigador del Centro de Estudios del Desarrollo Laboral y Agropecuario (Cedla), observa que 400 o 500 bolivianos de los bonos (Familia, de 500 bolivianos; Canasta Familiar, de 400, y Universal, de 500) son una ayuda, pero no suplen dos meses de sueldo, sólo se paga una vez y ni siquiera llegan a un salario mínimo nacional.
Ello es una tragedia considerando que el 70 por ciento de la población vive de lo que gana en el día. La última promesa del Gobierno fue un Bono Salud, también de 500 bolivianos, y el adelanto del aguinaldo de la Renta Dignidad (entre 300 y 350 bolivianos).
Los créditos a las empresas también decepcionaron, especialmente los referidos a la primera camada de créditos de emergencia para salvar el empleo y la reactivación de las mypes: las empresas esperaban mayor capital, con mayores facilidades y a menor tasa de interés, especialmente los microempresarios, que se vieron sorprendidos con el 11,5 por ciento, cuando ellos esperaban créditos del 4 por ciento. El economista Gary Rodríguez observa que en otros países les dieron hasta cero por ciento de interés.
La última oferta del Gobierno fue el Crédito 1, 2, 3, con el 3 por ciento de interés, pero sólo para comprar productos nacionales, lo que se espera que repercuta también en la producción nacional. El éxito está aún en expectativa.
Las observaciones de sectores, como los de la Cámara Agropecuaria de Cochabamba (CAC) o de los microempresarios han sido siempre las condiciones en que se dan, especialmente en lo que se refiere a la garantía (algo difícil en el caso de empresas agropecuarias) y a la situación de formalidad que se exige (difícil para el agro y para microempresas).
Diferimiento de pago de créditos
Otro de los recursos que tuvo el Gobierno para el alivio inmediato de la economía familiar fue el diferimiento de créditos, primero tres meses y luego seis con excepciones. La gente pide extenderlo hasta diciembre, pero eso trae consecuencias para el sistema financiero. Esta última propuesta aún está pendiente.
Diferimiento de pago de impuestos
Otro de las obligaciones a las que se le aplicó un diferimiento fue al tema de los impuestos, tanto para los ciudadanos de a pie como para las empresas privadas del país.
Esta flexibilización tributaria, explica Roberto Laserna, trae alivios en lo inmediato, pero a largo plazo será un beneficio que tendremos que pagar.
No queda otra que endeudarse, pero la política pone sus trabas
¿Qué es lo urgente? Inversión, recursos, liquidez. ¿De dónde sacamos el dinero? “Si hay que endeudarse, éste es el momento. Hay que buscar liquidez, y si tenemos que endeudarnos, nadie tendría que oponerse”, responde el gerente de Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Gary Rodríguez.
Sin embargo, la oposición llegó. El Gobierno gestiona créditos por un valor de 1.700 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la CAF. El Gobierno pretende aplicar estos recursos a cuatro fondos para un Plan de Reactivación del Empleo que contaría con 30 mil millones de bolivianos.
Sin embargo, la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), controlada por el MAS, ha puesto freno a este plan aduciendo que espera conocer las condiciones en las que los organismos, sobre todo el FMI, ofrecen estos créditos. Y aunque se han dado muchas explicaciones de que traen ninguna condición, el MAS ha permanecido reacio a la aprobación de las leyes que den curso a estos préstamos.
Una gambeta que pretendía hacer el Gobiero era utilizar en este plan los 13 mil millones de bolivianos destinados a la construcción de la Planta de Propileno y Polipropileno proyectada para contruirse en Tarija, pero retrocedió ante las advertencias de representantes cívicos de esta región. También descartó utiliar recursos del RIN, por lo que nuevamente quedó en manos del MAS.
En este contexto, muchos analistas han visto la urgencia de convocar a elecciones, pues, tratándose de un Gobierno transitorio y teniendo en contra a todo el Órgano Legislativo, a este Gobierno le es dificil desarrollar un plan estructural. Pero también se tiene al frente la pandemia, que es un verdadero reto de salud pública. De cualquier manera, el siguiente Gobierno, sea cual fuere, heredará un país en ruinas y el reto de levantarlo.
Prolifera el desempleo y el trabajo se precariza
Con la crisis del coronavirus, más de 5,2 millones de empleos se hallan en riesgo (un millón de empleos formales y 4,2 millones de informales), según un análisis del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), debido, sobre todo, a la inestabilidad en que quedarán las empresas del país.
El comercio, gastronomía, hotelería, transporte y manufacturas son los sectores más afectados. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que si antes de la pandemia, el desempleo alcanzaba al 4 por ciento, después llegó a 8 por ciento.
El investigador del Cedla Bruno Rojas advierte que el problema no será sólo el desempleo, sino la precariedad de los trabajos, es decir, con la crisis, el cierre de empresas y los despidos, habrá poca demanda de empleabilidad, y en consecuencia, los sueldos serán más bajos y las condiciones laborales más exigentes.
El Gobierno de Jeanine Áñez ha comprometido la creación de 600 mil empleos, entre directos e indirectos (lo que implica que el número de contrataciones reales será mucho menor), en salud, construyendo obras inconclusas, aceras, adoquinado, alcantarillados o mantenimiento de canales, entre otras. Por supuesto, no es lo esperado por la población por tratarse de trabajos eventuales y de bajos salarios.
También busca acuerdos para ejecutar su plan de empleo con acuerdos con los municipios y empresas privadas en los que el Gobierno pague un porcentaje del sueldo de futuros empleados por tres o seis meses. Todo esto, está en etapa de avance.
OPINIÓN
Hay que apostar al crecimiento, inversión e innovación
Roberto Laserna, economista
Durante los primeros cinco meses de la cuarentena, la prioridad del Gobierno fue controlar la crisis y logró reducir el gasto fiscal, y detener la caída de las reservas. La pandemia cambió sus prioridades y se volcó a enfrentar la crisis sanitaria. Pero las cuarentenas tienen un costo altísimo que el gobierno ha intentado cubrir con los bonos.
Esa estrategia buscó retrasar el impacto de la pandemia con dos resultados positivos: el acercarnos a un mejor conocimiento de la enfermedad y por tanto a tratamientos médicos más efectivos. Hoy sufrimos muchas pérdidas, pero si este nivel de contagios nos llegaba en abril estaríamos sufriendo más. Además, se pudo preparar mejor la infraestructura de emergencia. El sistema de salud estaba en muy malas condiciones, con hospitales sin equipamiento ni personal. Los logros son insuficientes, no es fácil conseguir equipos cuando todos los demandan y cuando se carece de la institucionalidad para administrar emergencias. El sector salud estuvo muy abandonado e incluso fue considerado un enemigo por el gobierno anterior.
Otras iniciativas buscan reactivar la economía y los empleos, sumando ahora incentivos tributarios. Las postergaciones en los pagos de créditos, de impuestos y de servicios son de alivio inmediato para compensar las cuarentenas.
Lo descrito tiene un costo y lo vamos a tener que pagar. Se refleja en el aumento del déficit fiscal basado en créditos del Banco Central, es decir, en emisión monetaria. Todo déficit se paga. El futuro inmediato será muy difícil, la crisis sanitaria ha aumentado costos a una crisis económica que se cultivaba desde hace cinco años. Pero ningún futuro está escrito y depende de lo que hagamos,
En el futuro cercano tenemos que aumentar la producción para cubrir ese déficit o habrá un ajuste por la vía de los precios, es decir, podría haber inflación. Una opción sería que obtengamos créditos y donaciones en cantidad suficiente para cubrir los déficits, pero eso no depende de nosotros.
Estamos ante un dilema. Si se aumentan las recaudaciones con más carga tributaria sobre los actuales contribuyentes, los asfixiarán y todo será peor: bajarán la producción y el empleo, y también las recaudaciones. Ojalá se opte por la alternativa, que es apostar al crecimiento, a la inversión, al trabajo y a la innovación. Esto supone reducir y simplificar impuestos, eliminar permisos y trabas burocráticas, alentar la inversión y el intercambio. En suma: liberar las capacidades productivas. Este camino para restablecer los equilibrios es más largo, pero más duradero. No elimina los déficits de inmediato, y el Estado no podrá mantener su ritmo de gastos, pero la gente sufrirá menos y disfrutará más del fruto de su trabajo cuando lo produzca.
Debemos ir a una economía flexible que nos permita adaptarnos a las dificultades y oportunidades. Eso requiere una nueva institucionalidad, un estado menos intrusivo, y más respaldo a la innovación y a la inversión.
Para eso necesitamos remover obstáculos y trabas al trabajo y respaldar los éxitos. Podemos lograrlo con un seguro obligatorio de salud que proteja a toda la población, con un ingreso básico universal que al menos permita comprar ese seguro, utilizando para ello las rentas de recursos naturales (gas, minerales, litio), y con mejores recaudaciones tributarias bajando y simplificando impuestos, para que todos paguen y no solamente un tercio de la población. Estas reformas crearían una red de protección social muy eficaz, y nos involucraría a todos los ciudadanos en la búsqueda de soluciones a nuestros problemas. Hay que cambiar el motor de la actividad económica desde el Estado (ya vimos que no sirve), hacia la gente.
La historia demuestra que el desarrollo lo hace la gente, cuando trabaja libremente y sabe que disfrutará de los frutos de su esfuerzo, Sólo la gente.