Nueva Economía • Mercado laboral en creciente deterioro • 1/05/2015
Patricia Sánchez Ramos
El mercado laboral boliviano se caracteriza por una creciente precariedad, que está llegando a extremos, a pesar del buen desempeño que la economía ha registrado en los últimos años. Hay un poco menos de desempleo, pero hay más empleo informal. Menos desempleo, pero más subempleo. Menos desempleados, pero más empleos temporales, con bajos salarios, sin seguridad social y sin oportunidades para el ejercicio de los derechos laborales.
“Tener empleo en Bolivia, cualquiera que sea, no es sinónimo de protección social”, afirma Bruno Rojas, especialista de la Unidad de Empleo y Derechos Laborales del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), quien define la coyuntura como un momento crítico por la influencia de las corrientes de flexibilización laboral que se presentan bajo modalidades de terciarización, subcontratación y outsourcing, en consonancia con tendencias que también se imponen en la región latinoamericana.
El desempleo castiga sobre todo a los jóvenes, a las mujeres, a los pobres y cada vez más a las personas con formación profesional, lo que se conoce como “desempleo ilustrado”.
Según el CEDLA, alrededor de 180.000 personas –entre cesantes y aspirantes- buscan anualmente empleo en Bolivia, pero menos de la mitad encuentra una fuente laboral. La cifra puede variar de acuerdo a temporadas en que se demande mayor o menor cantidad de mano de obra.
Para Bruno, el perfil del mercado laboral boliviano está signado por la vigencia de un modelo económico que continúa apostando por un patrón de acumulación primario exportador que demanda trabajadores poco o nada calificados, que demanda empleo informal, inestable y con bajos ingresos.
En su criterio, la solución a este entuerto pasa por dos factores: un cambio de modelo económico con un enfoque que enfatice en la transformación productiva y la incorporación de valor agregado, y la revalorización de la legislación laboral pues, lamentablemente, el incumplimiento a la Ley del Trabajo es una conducta cada vez más extendida, incluyendo al mismo Estado.
Para el especialista, el panorama futuro no se pinta alentador. Primero, porque el gobierno boliviano ratifica una política de contención salarial tomando como referencia un salario nacional mínimo que no responde a una canasta familiar básica que garantice una vida digna.
Segundo porque se mantiene la vigencia del Estatuto del Funcionario Público que no garantiza un empleo de calidad a quienes trabajan en las instituciones estatales. Tercero, por las crecientes prácticas de terciarización. Finalmente, porque los procesos autonómicos están apostando por condiciones tremendamente restrictivas a la calidad del empleo.
Los criterios de Bruno, contrastan con la posición de los empleadores que más bien demandan la flexibilización de las normas laborales como condición para la creación de fuentes de trabajo. Fernando Cáceres, presidente de la Cámara Nacional de Comercio (CNC), afirmó en una reciente exposición pública que el incremento de los costos laborales (llámese doble aguinaldo y aumentos salariales) está desincentivando la generación de empleo.
Detalló que un estudio de la CNC revela que en el período 2007-2012, la población ocupada con empleo estable, vale decir con personal en planilla, con aguinaldo, con seguro de salud y afiliado a alguna AFP) se redujo del 12% al 8% a causa de la creciente carga laboral.
El desempleo golpea a los jóvenes, a las mujeres, a los pobres y a los profesionales.
El sector privado argumenta que la flexibilidad laboral ha sido la causa que permitió el despegue económico de los llamados “Tigres del Asia”.
“Esa visión nos asusta”, comenta Rojas, al explicar que “pedir más flexibilidad significa mayor abaratamiento del costo del trabajo, más pobreza, menos ingresos para la familia y menor calidad de vida”.
Creciente precariedad
Bruno Rojas ejemplifica con algunas estadísticas la creciente precariedad del empleo en Bolivia expresada en la inestabilidad laboral (trabajos eventuales), ingresos insuficientes para cubrir una canasta alimentaria, desprotección social, jornadas de trabajo prolongadas y variables y desconocimiento y violación de las normas laborales.
El país vive la paradoja de que el crecimiento económico no estuvo acompañado por una mejor calidad en el empleo. Aunque la economía creció a tasas de 6.15% en 2008, 5.17% en 2011 y 6.78% en 2013, con el consiguiente incremento en ingresos fiscales, mayores divisas y cre- cientes reservas, la inestabilidad laboral se elevó en lugar de reducirse; el empleo precario extremo en el período 2001-2011 pasó del 22% al 57%. En esa década, el empleo informal no experimentó grandes variaciones, pues se mantuvo alrededor del 60%.
Cerca de la mitad de las personas ocupadas en el ámbito urbano tienen empleos precarios (inestables, con bajos salarios y sin protección social). El 65% de los ocupados en las ciudades del eje central y El Alto ganaban (en 2011) por debajo de la canasta alimentaria estimada en 1.792 bolivianos (un indicador internacional que toma como referencia para medir si los ingresos permiten cubrir las necesidades básicas de alimentación).
En el ámbito urbano, un tercio de los ocupados gana menos del salario mínimo nacional. Entre los obreros y empleados una cuarta parte está por debajo de ese tope referencial. Un reciente estudio revela que en el municipio de La Paz, casi la mitad de los jóvenes de entre 15 y 24 años percibe salarios por debajo de la mitad de un mínimo nacional (por debajo de 720 bolivianos mensuales).
Para el sector privado, los crecientes costos laborales desincentivan la generación de empleo.
Cerca del 80% de las personas ocupadas en el sector informal y que trabajan por cuenta propia, como independientes o asalariados, no cuenta con seguridad social.
Otro indicador de precariedad laboral es que, del 56% de la población ocupada que está en condición de asalariado, menos del 20% accede o tiene condiciones como para ejercer sus derechos laborales, a pesar de una profusa legislación laboral. Esto muestra que, en la práctica, los derechos laborales son objeto de permanente conculcación. En el primer cuatrimestre del año, 32 sectores laborales han visto vulnerados sus derechos laborales.
La precariedad del empleo se advierte sobre todo en el sector del comercio informal, en la actividad de la construcción, las cooperativas mineras. Estos dos últimos sectores que atraviesan por un ciclo favorable (sea por el boom de la actividad o por mejores precios) disimulan su situación con ingresos un poco más elevados.
Desempleo
La tasa de desempleo es una constante pugna entre las cifras oficiales y las del CEDLA. El INE asegura que el desempleo asciende a 3.2%, mientras que el CEDLA calcula que el desempleo abierto urbano asciende al 7.9% (2011).
Los segmentos más golpeados con el desempleo son las mujeres (10.5%), los jóvenes (14.5%), los pobres (10.5%) y las personas con mayores niveles educativos con un 12.5% de desempleo. Todos ellos presentan tasas muy superiores a las de desempleo urbano (7.9%).
Como ejemplo de lo alarmante de la situación, una reciente investigación en el municipio de La Paz, señala que la tasa de desempleo de los jóvenes paceños en 2014 alcanzaba al 22,4%, muy similar a la de los países europeos en crisis como España, Portugal o Grecia. En el municipio de La Paz el desempleo “ilustrado” se sitúa en 24.55%.
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