La Razón • La demanda salarial
Gustavo Luna
Qué inicio de mes tan prolífico en conflictos. Algunos podrían interpretar esto como una suerte de cortocircuito en el romance Evo/movimientos sociales. Cuestiones de apariencia. Su convivencia siempre fue problemática, sólo que hubo habilidad para retocar y maquillar, ya sea utilizando efectos retóricos —indigenismo mediante— o, más efectivamente, practicando el real politik del clientelismo y la cooptación de dirigencias sociales.
En el quinto año de gobierno, luego de sendos triunfos electorales durante el 2008 y el 2009, se asomaron las amarguras del poder; es que ahora se lo tiene que ejercer con un poco más de “sinceridad”, para decirlo elegantemente. Y así, en medio de todo, aparecen los ministros de marras (un repentino flashback) señalando que se tiene que cuidar la estabilidad macroeconómica, pues en ella se mecen cómodamente los intereses de quienes hacen buenos negocios y no tanto de los que trabajan para ellos.
Los motivos para la movilización de los trabajadores en torno al incremento salarial no son irracionales frente a una realidad dada, respecto de los medios que permitirían satisfacer sus demandas. La legitimidad de esa solicitud, está fuera de discusión.
Una investigación del CEDLA esclareció que el incremento anual promedio del salario mínimo nacional real —es decir, de su capacidad de compra— no superó el 1,8% durante el periodo del gobierno del MAS, frente al incremento anual promedio del producto interno bruto real —en valores constantes— que fue del 4,7%. La conclusión es directa: mientras en el país se produjo mayor valor, se lo hizo a través del incremento de la explotación del trabajo. Y a ello responden las condiciones de trabajo de la mayor parte de la fuerza de trabajo, cuya precariedad es funcional al proceso de acumulación en una sociedad capitalista.
De la misma manera, el CEDLA reveló que el salario mínimo nacional equivale a menos de la mitad de una canasta normativa alimentaria (46%) y a menos de una quinta parte (18,1%) de una canasta básica familiar. Aún con el incremento del 5% estipulado para este año, lo que queda claro es que lo que legalmente el Estado reconoce como salario mínimo no alcanza ni para reponer la energía gastada por los trabajadores en el proceso de producción.
En este contexto, el aumento salarial aparece como una piedra en el zapato para la gestión de Evo Morales, pues se trata de un problema que supera el manejo de las altas dirigencias sindicales y revela las condiciones en que se reproduce la fuerza de trabajo. Esa realidad ya no se puede maquillar con discursos, aunque, al parecer, sí se puede atenuar con estrategias que dividen y desmovilicen a las organizaciones sindicales en conflicto (la oferta de modificar la Ley de Pensiones jugó ese papel). Esto resulta algo así como ocultar la basura debajo de la alfombra.
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