Expansión.com • ¿Por qué a los estadounidenses no les importa pagar impuestos? • 24/05/2017
LOS ESTADOUNIDENSES SE QUEJAN DE LOS IMPUESTOS. PERO SÓLO AL 8% LES MOLESTA LO QUE PAGAN; EL 67% CREE QUE OTRAS PERSONAS Y ENTIDADES -LOS RICOS, LOS POBRES, LAS EMPRESAS- NO PAGAN LO QUE DEBERÍAN, COMO DICE VANESSA WILLIAMSON EN EL LIBRO READ MY LIPS: WHY AMERICANS ARE PROUD TO PAY TAXES (ESCUCHEN: ¿POR QUÉ LOS ESTADOUNIDENSES ESTÁN ORGULLOSOS DE PAGAR IMPUESTOS?)
Esa idea de la opacidad y la injusticia, puesta de manifiesto por los Papeles de Panamá o por la reticencia del presidente Donald Trump a hacer pública su declaración de la renta, está relacionada con la hostilidad contra el «47%» más pobre de la población (un ejemplo son las críticas de Mitt Romney en 2012 a los estadounidenses pobres que no ganan lo suficiente para pagar el impuesto sobre la renta) o contra el 1% de la población que tiene su dinero a buen recaudo en las Islas Caimán.
El punto clave es que a los estadounidenses no les importa pagar impuestos; como muestra el estudio de Williamson, consideran que pagarlos es un deber cívico que les da derecho a «tener el respeto de los otros ciudadanos». Pero sí les preocupa que el sistema no sea justo ni eficiente.
Tienen razón. Hace unos días en el Congreso se inició un debate sobre la reforma tributaria que es probable que dure algún tiempo. Tanto los republicanos como los demócratas creen que hay que modificar el sistema. Pero desafortunadamente, el gobierno de Trump y los republicanos en el Congreso están proponiendo la misma vieja solución: reducir los impuestos a los ricos y a las empresas.
El argumento es que esta medida de alguna manera empezará a fomentar mágicamente el crecimiento, aunque no hay pruebas de que lo haya hecho en los últimos 20 años. Las reducciones de impuestos en 2001 y 2003 bajo el gobierno de George W. Bush no estimularon el crecimiento, como tampoco lo hicieron los recortes de la era Obama.
De hecho, el mayor aumento del crecimiento en las últimas décadas se produjo en la década de 1990 bajo la presidencia de Bill Clinton en la que se subieron los impuestos.
La idea de que bajar los impuestos a las personas ricas y a las empresas es la forma para reforzar el crecimiento económico subyacente es difícil de erradicar. Incluso los liberales que prefieren un sistema más progresista inadvertidamente se aferran a ese mito.
«No voy a votar a favor de una reforma fiscal que favorezca a la gente que está en el poder. Quiero que se vean beneficiadas las personas que están en el furgón de cola», dijo Bill Pascrell, un demócrata de Nueva Jersey, la semana pasada.
Lo sucedido en las últimas décadas demuestra que a medida que los ricos se enriquecen, no aumenta la tendencia al crecimiento de la economía en general. En la década de 1950 el tipo impositivo marginal máximo para las personas físicas era del 90% y el impuesto de sociedades era superior al 50%. Hoy en día, este último es de aproximadamente el 35% (la mayoría de las empresas pagan mucho menos) y el tipo máximo para las personas físicas es del 39,6%. Sin embargo, el PIB per cápita real crece ahora alrededor de la mitad que entonces. Por este motivo, algunos economistas y políticos están empezando a considerar una idea radical: no sólo los impuestos más altos no son perjudiciales para la economía, sino que incluso pueden ser buenos.
Como señala el Fondo Monetario Internacional en su último número del Global Economic Outlook, el alto nivel de desigualdad en los ingresos y el populismo que engendra son la principal amenaza para el crecimiento económico. No cabe duda de que la caída de los tipos impositivos en las últimas décadas ha incrementado la desigualdad en la riqueza; en Estados Unidos y el Reino Unido, donde se han reducido más los tipos impositivos máximos, también es donde más ha aumentado la desigualdad.
Lo que es interesante es que no hay pruebas que demuestren que bajar esos tipos fomentó la inversión, la parte clave del mito. Según un análisis del Instituto Roosevelt, las empresas estadounidenses invierten ahora sólo el 25% de los beneficios marginales y del dinero prestado de lo que lo hacían en la década de 1960. Teniendo en cuenta que entonces los tipos impositivos eran mucho más altos, los argumentos de grupos como la Business Roundtable o la Cámara de Comercio de Estados Unidos de que las empresas invertirían más en el país si los tipos impositivos fueran más bajos parecen absurdos.
Es probable que las empresas destinaran el dinero adicional proveniente de una bajada de impuestos a las repatriaciones de dinero en el extranjero a recomprar acciones. El impuesto sobre los dividendos aplicado en 2003 no aumentó la inversión, pero las exenciones de impuestos a las repatriaciones de dinero en 2004 incrementaron las recompras de acciones en un 21,5%. Eso desconecta a los mercados de la economía real y potencialmente aumenta el riesgo de una gran caída de las bolsas, algo que a los investigadores del Departamento del Tesoro de Estados Unidos les lleva preocupando desde hace algún tiempo.
También provoca que los sueldos de los ejecutivos y de las personas que más ganan aumenten más de lo que normalmente lo harían, según un estudio realizado por los economistas Emmanuel Saez y Thomas Piketty. Este factor es uno de los motivos de su argumento para imponer un tipo impositivo mucho más alto a las personas ricas.
Incluso usando un análisis económico clásico del tipo impositivo óptimo para los ricos (basado en el tipo máximo que se podría aplicar que no eliminara el incentivo para que los ricos trabajen más), el tipo impositivo optimo sería del 57%, mucho mayor que el actual. Pero Piketty y Saez tienen en cuenta más factores, como la propensión de los ejecutivos a invertir para conseguir una mayor rentabilidad cuando los impuestos son bajos y a no traspasar más riqueza a activos de capital menos gravados cuando son altos, y concluyen que el tipo impositivo optimo debería más alto, del 83%.
Nadie sugiere que los estadounidenses ricos o las empresas deban pagar ese nivel de impuestos. Pero es erróneo creer que los recortes de impuestos fomentan el crecimiento y que pagarlos es estúpido, diga lo que diga Trump. Como señala Williamson, es una de las pocas cosas que mantiene a la sociedad unida.
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