OPINIÓN: Avenida Brasil
LA REPÚBLICA – 18 de febrero 2014
Jonathan Malagón
Por estos días, la temperatura de los problemas económicos en Brasil parece estar incrementándose de manera peligrosa, a la par de las fuertes oleadas de calor que configuran uno de los veranos más intensos de los últimos años para el gigante suramericano.
Aunque los datos oficiales de Producto Interno Bruto en dicho país serán anunciados el próximo 27 de febrero por su autoridad estadística (Ibge), el Banco Central anticipó los resultados anuales del Índice de Actividad Económica, indicador líder del desempeño productivo del país. De acuerdo con el emisor brasilero, aunque el índice habría crecido 2,57% en todo 2013, presentaría contracciones de 0,21% y 0,17% en el tercer y cuarto trimestre. Estas cifras resultan inquietantes y prenden las alarmas sobre una eventual recesión técnica en la principal economía latinoamericana.
Lo preocupante de un mal resultado de Brasil en 2013 es su capacidad para menoscabar el optimismo en los consumidores e industriales de dicho país, afectando su desempeño en 2014. Un eventual revés de Brasil ratificaría la fragilidad de las otrora esplendorosas economías emergentes, estimulando el mayor apetito relativo por países desarrollados a nivel global. Los efectos serían, entre otros, una mayor devaluación en nuestras economías, el encarecimiento del crédito externo y el aplazamiento en la recuperación de nuestros mercados de renta variable.
El balance de riesgos y oportunidades para la economía brasilera en 2014 es complejo. En el lado positivo se encuentra la copa mundial de fútbol que, aunque inspiró fuertes protestas en 2013, ostenta un indiscutible efecto propulsor sobre el empleo, el turismo y el comercio. Así mismo, la reciente devaluación de los emergentes y la recuperación de las economías desarrolladas son buenas noticias para la economía brasilera, ya que por esta vía se presentarían mejoras en sus exportaciones. Sin embargo, el eventual desplome de Argentina impactará negativa e intensamente su cuenta corriente, toda vez que se trata de su tercer socio comercial más importante, luego de China y Estados Unidos. Adicionalmente, la posible adopción de medidas de política fiscal y monetaria que permitan controlar la inflación generaría un efecto contractivo que acercaría las tasas de crecimiento más a 1% anual que a 2% inicialmente previsto por los analistas.
En mi opinión, la situación de Brasil inspira un par de reflexiones para Colombia. La primera, es que, aunque no podemos hablar de una crisis de los emergentes, el desempeño de las principales economías en vía de desarrollo puede ser peor de lo previsto, acentuando los movimientos en los mercados financieros internacionales y los impactos que ya se evidencian sobre liquidez, tipo de cambio y valor de los activos. La segunda, es que la diferencia de Colombia frente a otros países de la región es que la turbulencia externa nos sorprende con niveles moderados de déficit fiscal, poco riesgo cambiario en nuestras finanzas públicas y una inflación plenamente contralada. Más nos vale en esta coyuntura electoral no perdamos de vista ni las amenazas que nos asechan ni el origen de nuestras fortalezas.
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Lo preocupante de un mal resultado de Brasil en 2013 es su capacidad para menoscabar el optimismo en los consumidores e industriales de dicho país, afectando su desempeño en 2014. Un eventual revés de Brasil ratificaría la fragilidad de las otrora esplendorosas economías emergentes, estimulando el mayor apetito relativo por países desarrollados a nivel global. Los efectos serían, entre otros, una mayor devaluación en nuestras economías, el encarecimiento del crédito externo y el aplazamiento en la recuperación de nuestros mercados de renta variable.
El balance de riesgos y oportunidades para la economía brasilera en 2014 es complejo. En el lado positivo se encuentra la copa mundial de fútbol que, aunque inspiró fuertes protestas en 2013, ostenta un indiscutible efecto propulsor sobre el empleo, el turismo y el comercio. Así mismo, la reciente devaluación de los emergentes y la recuperación de las economías desarrolladas son buenas noticias para la economía brasilera, ya que por esta vía se presentarían mejoras en sus exportaciones. Sin embargo, el eventual desplome de Argentina impactará negativa e intensamente su cuenta corriente, toda vez que se trata de su tercer socio comercial más importante, luego de China y Estados Unidos. Adicionalmente, la posible adopción de medidas de política fiscal y monetaria que permitan controlar la inflación generaría un efecto contractivo que acercaría las tasas de crecimiento más a 1% anual que a 2% inicialmente previsto por los analistas.
En mi opinión, la situación de Brasil inspira un par de reflexiones para Colombia. La primera, es que, aunque no podemos hablar de una crisis de los emergentes, el desempeño de las principales economías en vía de desarrollo puede ser peor de lo previsto, acentuando los movimientos en los mercados financieros internacionales y los impactos que ya se evidencian sobre liquidez, tipo de cambio y valor de los activos. La segunda, es que la diferencia de Colombia frente a otros países de la región es que la turbulencia externa nos sorprende con niveles moderados de déficit fiscal, poco riesgo cambiario en nuestras finanzas públicas y una inflación plenamente contralada. Más nos vale en esta coyuntura electoral no perdamos de vista ni las amenazas que nos asechan ni el origen de nuestras fortalezas.
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