¿Cuál es el significado de la próxima visita del presidente del Banco Mundial?

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¿Cuál es el significado de la próxima visita del presidente del Banco Mundial?

Por Carlos Arze / Investigador del CEDLA

El presidente del Banco Mundial (BM), Jim Yong Kim, está realizando esta semana una gira por Perú, Chile y Bolivia. De acuerdo a la prensa, el propósito de su viaje sería la firma de convenios con los gobiernos de estos países sobre temas de educación y producción agrícola. En el caso de Bolivia, donde llegará el 6 de julio, el objetivo de su visita sería la firma de un memorando de entendimiento sobre producción de quinua y otros alimentos de origen andino, coincidiendo con la reciente declaratoria del “Año Internacional de la Quinua” por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO).

Más allá de los objetivos específicos declarados por la institución financiera, la visita del máximo ejecutivo del BM a nuestro país cobra singular importancia debido a dos circunstancias especiales. La primera tiene que ver con el renovado dinamismo que esta institución está volviendo a tener y con el papel crucial que tiene en la implementación de políticas económicas por parte de los gobiernos de los países atrasados. Recordemos que en el pasado reciente, el BM fue uno de las principales responsables de la imposición de las reformas neoliberales en nuestros países -el denominado Consenso de Washington aplicado bajo la condicionalidad cruzada con otros organismos multilaterales-, que tuvieron como objetivo central la recomposición de las condiciones favorables para la acumulación capitalista a través de la privatización de las empresas estatales, la apertura total del comercio exterior y la flexibilización laboral, entre otras  medidas. Al respecto, el propio Plan Nacional de Desarrollo del actual gobierno recordaba en 2006 que el BM, junto al Banco de Interamericano de Desarrollo (BID), se encargó del financiamiento del programa de ajuste iniciado con el DS 21060 y que culminó privatizando el patrimonio nacional.

En la actualidad, después del desprestigio que significó para el BM y los otros organismos financieros que patrocinaron el “modelo neoliberal” el estallido de la actual crisis internacional, esas entidades hacen enormes esfuerzos para recuperar su preponderancia en la definición de las políticas económicas de los países atrasados, siempre en función de los intereses del gran capital que hoy, por la crisis, se encuentra en serios aprietos. En esa dirección, el G20 -principal foro económico de las potencias capitalistas- en sus cumbres de 2008 y 2009 resolvió relanzar al FMI y el BM, fortaleciéndoles financieramente e induciendo reformas en sus órganos de gobierno, para que consigan la legitimidad necesaria para cumplir su rol en la resolución de la crisis.

En nuestro país, después del ascenso del gobierno de Evo Morales, el BM continuó desarrollando programas que habían sido negociados con anteriores gobiernos. En los últimos años sus acciones se concentraron en el desarrollo rural, apoyando el financiamiento para la compra de tierras por parte de los campesinos, contradiciendo el discurso de “reconducción comunitaria de la reforma agraria” que en algún momento lanzó el gobierno, aunque no sus acciones concretas que, más bien, permiten el desarrollo del mercado de tierras y eluden la expropiación del latifundio; asimismo, continuó apuntalando la realización de agro-negocios que profundizan la mercantilización y la diferenciación social entre campesinos. En el ámbito del empleo, promovió planes de inserción laboral de jóvenes mediante la capacitación y el financiamiento de sus sueldos -subvencionando este costo para las empresas privadas que los contratan- reeditando una frustrada propuesta de flexibilización laboral de uno de los gobiernos neoliberales. También apoyó proyectos de mejora de la educación secundaria, remediación de efectos causados por desastres naturales y de mejora de infraestructura de servicios básicos en algunas ciudades. Además, mediante su filial, la Corporación Financiera Internacional, apoyó a empresas privadas del sector financiero, de los agro-negocios y de la industria forestal. El mismo proyecto de apoyo a la producción de quinua, que se menciona como el motivo de la visita de Yong Kim, se inscribirá, con seguridad, en el propósito de promover el mercado y convergerá con las expectativas gubernamentales de hacer de este producto el nuevo monocultivo comercial estrella, como sucediera en el pasado con la soya convertida en el paradigma de la agricultura capitalista de exportación, sin reparar en sus consecuencias en términos de concentración de la propiedad de la tierra y el abandono de otros cultivos destinados al mercado interno. En resumen, sus acciones promueven “soluciones” a partir del mercado, es decir, del desarrollo de relaciones mercantiles que posibilitan la acumulación capitalista, exactamente a contramano de lo que, supuestamente, buscaría la ideología oficial del Vivir Bien y el Socialismo Comunitario.

Como se puede advertir, lo que sigue guiando las acciones del BM es el propósito de garantizar el retorno pleno de la inversión privada y el libre mercado, como lo revela el documento de la Alianza Estratégica con el país para el Estado Plurinacional de Bolivia para el período 2012-2015 acordada entre el BM y el gobierno. En éste, al ponderar el crecimiento económico de los últimos años –alcanzado, dice, gracias a los elevados precios internacionales de las materias primas y al “manejo macroeconómico prudencial”-, enfatiza que el mismo fue posible por “las grandes inversiones” privadas de los años 90 en hidrocarburos y minería, es decir gracias a la “capitalización”. Luego señala que, pese a los logros económicos, Bolivia se enfrenta a la vulnerabilidad del crecimiento por la volatilidad de los precios internacionales, a la baja inversión privada y al retraso de la inversión pública en los sectores extractivos. En consecuencia, la presencia del BM no se justificaría precisamente porque vendría a cubrir, parcialmente, esas carencias con sus programas, sino porque reivindicaría la presencia de la inversión privada para garantizar la “continuidad del crecimiento”.

Una referencia que refuerza nuestras aseveraciones sobre el propósito de la gira del presidente del BM, es el discurso de su vicepresidente para América Latina y el Caribe en Lima hace una semana, quien sostuvo que los vientos favorables del mercado mundial para la región estarían pasando debido a la caída de las cotizaciones internacionales de las materias primas, la recesión europea y el retraimiento de la demanda china, a lo que se sumaría el riesgo que importa el anuncio de levantamiento de los estímulos a la demanda en EEUU. Por tanto, en el escenario internacional se estaría produciendo una peligrosa disminución del flujo de capitales hacia los países latinoamericanos, razón por la cual el BM plantea que los países latinoamericanos ensayen nuevas políticas que permitan estimular la llegada de capitales extranjeros -ante la evidente insuficiencia de ahorro interno- para aprovechar la transferencia de tecnología y mejorar el funcionamiento de los mercados.

Nos hallamos, entonces, ante el despliegue de una renovada campaña de ese organismo internacional por consolidar la presencia en nuestro país del capital extranjero que, por un tiempo, debido a la “inestabilidad política previa a la elección de Evo (en 2010) y la incertidumbre de la reforma constitucional”, se inhibió de invertir, pero que hoy en día podría estar viendo con agrado la renovada disposición gubernamental hacia la inversión extranjera. Y esa es precisamente la segunda circunstancia especial del momento en que ocurre la visita del mandamás del BM: la cada vez más patente priorización que hace el gobierno boliviano de los intereses del capital transnacional.

Esa predilección por contar con la inversión extranjera como actor principal en los sectores económicos más importantes se mostró en toda su dimensión en diciembre de 2010 en ocasión del frustrado “gasolinazo”, tuvo su continuidad en otras medidas como la ampliación de áreas para la exploración petrolera y se vislumbra en los anuncios sobre mayores incentivos, hechos por el vicepresidente en un reciente congreso petrolero realizado en Santa Cruz. Así también, su “desilusión” de la nacionalización, confesada durante los recientes enfrentamientos con los trabajadores, revela su intención de mantener y, por qué no, ampliar los derechos de explotación de las empresas transnacionales en el sector minero. Finalmente, los acuerdos alcanzados con los empresarios agroindustriales sobre la ampliación de la frontera agrícola eximiendo de culpa a los responsables de la deforestación de extensas áreas boscosas y la ampliación del plazo  para comprobar la Función Económica y Social de la propiedad agraria, son otras muestras de esa inclinación gubernamental por los intereses empresariales.

Podemos colegir, entonces, que la visita del presidente del Banco Mundial tiene el significado de una radicalización de la postura pro-empresarial, es decir pro-capitalista, del gobierno de Evo Morales -a despecho de la aureola de antiimperialismo que le han adjudicado los gobiernos populistas a raíz del reciente affaire aeronáutico- pues constituye una franca concesión al reposicionamiento de una institución paradigmática del poder imperialista, pues no en vano sus decisiones corresponden a los intereses de sus principales contribuyentes, en particular de los Estados Unidos. En ese sentido será, al mismo tiempo, una gira auspiciosa para el capitalismo en crisis y para el “socialismo comunitario”.

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