Es hora de calcular el financiamiento para el desarrollo de manera completa y universal

BM
A comienzos de 2016, las Naciones Unidas (ONU) presentará un nuevo conjunto de objetivos de desarrollo sostenible (denominados ODS) con el fin de impulsar las iniciativas de desarrollo en todo el mundo. Pero es necesario pensar aún en esta pregunta: ¿Cómo financiaremos estos nuevos objetivos?
Incluso hay más interrogantes relativas a esta pregunta más amplia acerca del financiamiento. ¿Qué países necesitan más recursos? ¿Qué tipos de recursos son los que más se necesitan? ¿Hacia dónde se dirige actualmente el financiamiento internacional, tanto público como privado? ¿Hacia dónde no se dirige? Para responder a todas estas interrogantes se requieren datos confiables y fáciles de comprender relacionados con todos los flujos financieros internacionales.
Cuando los Gobiernos se reúnan en julio en Addis Abeba, Etiopía, para acordar un marco para el financiamiento de la nueva agenda de desarrollo sostenible, (i) existirá una oportunidad clave de mejorar el enfoque irregular existente acerca de la recolección y presentación de los datos.
En cierto sentido, ya tenemos una cantidad de datos sin precedentes a nuestro alcance. No obstante, por ejemplo, si preguntáramos a los directivos de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial cuánto financiamiento reciben los países de ingreso bajo en un año determinado y cuáles son las fuentes, recibiríamos una respuesta muy distinta de cada uno. Esto sucede por varias razones.
La manera de definir el grupo. En primer lugar, nadie usa la misma definición de “países de ingreso bajo”. El Banco Mundial clasifica a 34 países en dicha categoría y el FMI, a 60 países. Por su parte, Naciones Unidas utiliza una definición totalmente distinta denominada países menos desarrollados, (i) los que en la actualidad son 48, según la ONU.
El nivel diverso de exactitud. En segundo lugar, cuando llega el momento de informar acerca de los flujos financieros internacionales, la precisión de los números por supuesto depende de la capacidad del país en cuestión de recolectar estos datos e informar sobre ellos. Los datos inexactos pueden ser especialmente problemáticos en el caso de los países de ingreso bajo.
El método de cálculo. En tercer lugar, cada organismo “cuenta” (o no lo hace) diversos flujos, y los computa de distintas maneras. Las diferentes metodologías, definiciones, mandatos institucionales, fuentes y superposiciones hacen que las comparaciones sean arduas y confusas. Por ejemplo, no existe una definición común de inversión extranjera directa (IED), que es básicamente la fuente más grande de financiamiento extranjero de origen privado para los países en desarrollo. El panorama es igualmente complicado en lo que se refiere a la ayuda para el desarrollo. Hay solo una definición de ayuda (asistencia oficial para el desarrollo, o AOD), (i) que es usada por los miembros del Comité de Asistencia para el Desarrollo (CAD) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE); el resto de los proveedores de recursos pueden definir “ayuda” como ellos elijan. Mientras tanto, los datos financieros de los países que no pertenecen al CAD (por ejemplo, Brasil, China o India) no fueron sometidos a seguimiento o informados de ninguna manera sistemática. El término “cooperación sur-sur” ha emergido para describir una mezcla heterogénea de programas de ayuda y de programas distintos a la ayuda que integran bajo la misma categoría las inversiones, el comercio, el financiamiento en condiciones concesionarias y en condiciones no concesionarias así como la asistencia técnica. Pero no hay definiciones o metodologías estandarizadas para calcular o entregar información sobre estos flujos, incluso cuando los datos están disponibles. A medida que el panorama de los donantes se amplíe más en el periodo posterior a 2015, estos desafíos se acentuarán. Para complicar aún más la situación, el Banco Mundial recolecta datos de la deuda externa de un préstamo basándose en el préstamo de los países receptores, excluyendo las donaciones, mientras que el FMI recoge los datos de la balanza de pagos.
​De manera similar, la información sobre la ayuda privada (por ejemplo, la filantropía) es parcial. La Iniciativa Internacional para la Transparencia de la Ayuda (IATI, por sus siglas en inglés) (i) intenta hacer más accesible y fácil de entender la información sobre cómo se gasta la asistencia pública y privada. Pero los proveedores de  ayuda, como los Gobiernos y las fundaciones, informan a la IATI de manera estrictamente voluntaria. Algunos de estos datos —que, de nuevo, se obtienen usando diferentes metodologías— también se superponen con aquellos que suministra la OCDE.​
La evolución de la sofisticación. Finalmente, los instrumentos de financiamiento se han vuelto más sofisticados en los últimos años y no hay actualmente una manera, por ejemplo, de estimar cuánto dinero es “aprovechado” para el desarrollo a través de las asociaciones público-privadas y de otros instrumentos financieros cada vez más comunes, muchos de los cuales se ampliarán más para apoyar los ODS. Hay un esfuerzo en curso en la OCDE de formular un nuevo concepto de la “Ayuda oficial total para el desarrollo sostenible”, (i) que apunta a superar algunos de estos desafíos. Esto será útil, pero los proveedores de financiamiento oficial que no pertenecen al CAD —quienes en definitiva no desarrollaron esta definición— podrían elegir no dar a conocer esta información.
Como ejemplo podemos mencionar que el Banco Mundial y el FMI informaron que la inversión extranjera directa para Afganistán en 2010 llegó a US$75 millones; la UNCTAD sostuvo que fue de US$211 millones. En el caso de Burkina Faso, el Banco Mundial dijo que este país recibió US$763 millones en donaciones en 2010, mientras que la OCDE señaló que dicho monto llegó a US$888 millones. Estas discrepancias se pueden resolver cuando se lee la “letra chica”. La primera cifra no incluye la cooperación técnica mientras que la segunda si la incorpora. Pero no debería ser necesario leer la letra chica, la cual puede conducir fácilmente a errores.
En resumen, diversas definiciones, metodologías, fuentes y superposiciones hacen que las comparaciones sean extremadamente difíciles.
Es arduo, si no imposible, conseguir un panorama completo y exacto de los flujos financieros internacionales con las modalidades que usan las instituciones en la actualidad.
Ahora, enfrentamos la así llamada revolución de los datos. (i) Tenemos más oportunidades que nunca antes de reunir y producir datos de alta calidad, proporcionando la información exacta acerca de las cosas correctas en el momento apropiado, y de maneras en que los datos sean accesibles para todos.
Para llevar a cabo con éxito los ODS, necesitamos que los tipos adecuados de financiamiento (internacional) lleguen a los lugares donde se  necesitan y en el tiempo oportuno. Para que esto ocurra, existe una clara necesidad de armonizar las definiciones de los datos, las metodologías y las fuentes y de publicar los datos en formatos comunes, abiertos y electrónicos. Se espera que en los próximos 15 años distintas fuentes públicas y privadas realicen enormes inversiones en los ODS, así como que se creen instrumentos financieros que generan deuda y que no generan deuda. Si queremos garantizar que el proceso de desarrollo sea inclusivo y sostenible (y que no sembramos las semillas de futuras crisis de deuda), las instituciones financieras internacionales y la ONU tienen que actuar para cerciorarse de que podemos calcular exactamente el financiamiento internacional y saber a dónde se dirige.
La Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo que se realizará en Addis Abeba ofrece una oportunidad de proponer no solo soluciones que pueden ayudar a financiar la nueva agenda del desarrollo, sino que además lograr un compromiso para armonizar los datos sobre los flujos financieros internacionales. Por lo menos, este debería ser un acuerdo fácil de alcanzar en Addis Abeba, y de implementarlo poco tiempo después.
​Nota del editor: Este blog fue publicado originalmente en el blog de Brookings llamado “Future Development: Economics to End Poverty”. (i)
Para ver la página de origen haga click aquí.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *