EL ECONOMISTA • ARGENTINA POPULISTA • 30/06/201

Por Eliana Scialabba y Leandro Moro
 
El cierre de listas para las elecciones legislativas de medio término arrojó evidencia sobre las preferencias del electorado argentino en materia de política económica.
 
Así, si bien políticamente el abanico parece mostrar cierta polarización y posturas bastante distantes entre sí, a la hora de hablar de las propuestas para el crecimiento y desarrollo económico, difícilmente se encuentren en el menú opciones de largo plazo, y menos aún, partidos que representen los ideales de la libertad.
 
De manera tal que, por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires, la principal candidata a legisladora por la oposición es quien finalizó su mandato presidencial en 2015 con un déficit fiscal insostenible de más de 4% del PIB, inflación por encima del 35% anual, control de precios y en el mercado de cambios, un BCRA diezmado, y un récord en materia de presión impositiva, lo que nos llevó a ubicarnos en el primer puesto a nivel mundial. Factores que dieron como resultado un ratio de inversión/PIB por debajo del 20%, que nos condenó a ser catalogado como país de frontera, con un tercio de la población bajo la línea de la pobreza.
 
En el otro extremo, el oficialismo ofrece un esquema con apenas pequeñas diferencias. Si bien se unificó el mercado cambiario y se liberaron los movimientos de capitales, el déficit fiscal llegó a máximos históricos (+5% del PIB en lo que va del año), producto de una intervención estatal que en ningún momento cedió espacio. Asimismo, se mantuvieron los controles de precios, la liberalización del comercio exterior fue apenas perceptible (salvo por la bajas de retenciones al agro y la quita de aranceles a las computadoras, notebooks y tablets), y el avance de los precios presionó sobre el tipo de cambio real, apreciándolo a niveles de 2015 (momento de la unificación cambiaria), que dispara las importaciones y dificulta la competencia en el exterior de los productos locales (acumulado a mayo, el déficit comercial se incrementó 12,4% interanual). De esta forma, el gradualismo extremo aplicado por la gestión de Cambiemos, dificultó ver las diferencias en materia de política económica respecto de la gestión anterior.
 
En la zona central del abanico las diferencias son aun menos perceptibles, partiendo de la base de que en más de un caso, los candidatos son gestores de las políticas económicas pasadas, las cuales ya han mostrado evidencia de su fracaso.
 
La candidatura de otro expresidente, como el caso de Carlos Menem, que gobernó con un plan económico basado en el tipo de cambio fijo (atrasado desde los inicios del plan) y el financiamiento del déficit fiscal vía privatización de empresas públicas y endeudamiento externo (que finalizó en default), arruinó la competitividad de las empresas locales, llevó el desempleo a niveles récord (+25% de la PEA) y la pobreza y la indigencia a tasas africanas. Eso nos da muestras de las preferencias del electorado (no debemos olvidar que Menem salió primero en las elecciones de 2003, batiendo a Néstor Kirchner).
 
En lo referente al Frente Renovador, las propuestas no tienen nada de renovadoras. El cierre a las importaciones, como la baja selectiva de impuestos al consumo, configura un esquema que poco parece responder a la teoría económica: más distorsión en los precios relativos y menor posibilidad de asignar los recursos de manera eficiente. La propuesta se encuentra en consonancia con el peronismo tradicional, el cual pregona el modelo de sustitución de importaciones, y el incremento de impuestos y gasto público, con el controvertido objetivo redistributivo.
 
Por último, lo que propone el Frente de Izquierda (FIT) casi no merece reflexión: la reducción de la jornada laboral a seis horas con igual salario nominal hace volar por los aires la teoría de formación de precios del mercado de trabajo, la cual indica que el salario nominal es el valor del producto marginal del trabajo (o la productividad), mientras que la propuesta de fijar un salario mínimo, vital y móvil (SMVM) superior al existente resulta irónica, ya que el actual SMVM ya deja a más de un tercio de los trabajadores fuera del sistema legal de contrataciones.
 
En este contexto, los postulados de la libertad quedan opacados y fuera de juego, postergando aún más la idea de crecimiento liderado por exportaciones de alto valor agregado y contenido tecnológico, con industrias nacionales que dependen fuertemente de insumos importados, y con un país récord en cuanto a restricciones al comercio exterior.
 
De esta manera, ninguna propuesta plantea una salida al esquema de déficit fiscal, que retroalimenta la inflación y, por lo tanto, la apreciación del tipo de cambio real, aunque el BCRA trate de mantener estable el valor de la moneda a través del endurecimiento monetario: dadas las preferencias del electorado, difícilmente se podrá romper el círculo vicioso del populismo para que Argentina pueda volver a crecer para recuperar el importante lugar en el mundo que llegó a tener cuando en el país se pregonaban las ideas de la libertad.
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