PIEB • CEDLA: Salarios en Bolivia limitan acceso a necesidades esenciales

Los salarios no sólo se han mantenido en un nivel bajo en los últimos años, sino que su deterioro afectó cada vez más la capacidad de compra de los trabajadores y limitó el acceso a bienes y servicios para satisfacer sus necesidades principales, según una investigación del CEDLA.

El estudio “Situación de los ingresos laborales en tiempos de cambio” fue elaborado por Silvia Escóbar de Pabón, investigadora del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), con datos recolectados sobre La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Potosí.

El documento profundiza en el análisis de los salarios e ingresos del trabajo y su vínculo con la desigualdad distributiva y la pobreza urbana.

Según la investigación, en la primera década del siglo XXI los salarios han sido la principal variable de ajuste en el mercado de trabajo en Bolivia. En tiempos de crisis económica, este mecanismo ha sido aplicado en sincronía con ajustes en el empleo, y en tiempos de reactivación económica se constituyó en el mecanismo privilegiado para aumentar el empleo con amplios márgenes de rentabilidad para el capital.

Esta tendencia se verificó en 2008, cuando el crecimiento económico superó el 6% anual y crecieron el empleo no calificado y eventual a expensas de los salarios.

Datos oficiales dan cuenta de que el salario mínimo tuvo una lenta evolución en el curso de los 2000 y su crecimiento real reciente fue negativo. A su vez, el poder adquisitivo del ingreso promedio en el área urbana se ha mantenido en un equilibrio muy precario, con una pérdida real cercana al 3% anual en los últimos dos años. Es decir, que los trabajadores bolivianos continuaron perdiendo su capacidad de compra hacia el 2008.

Los factores que determinan esta situación son la fijación del salario mínimo muy por debajo del valor de la fuerza de trabajo, a través del abaratamiento de los costos laborales directos e indirectos, y la extensión de las jornadas de trabajo, sin una remuneración equivalente, en el sector privado; el manejo salarial como una de las anclas de la inflación y la aplicación de escalas diferenciadas para los diferentes grupos institucionales en el sector público, y el impacto de la lenta expansión de la masa salarial sobre los ingresos de los trabajadores independientes, por la vía del mercado de bienes y servicios.

Existe una fuerte correlación entre la magnitud que alcanza el excedente de fuerza de trabajo y el comportamiento general de los ingresos, por cuanto una mayor competencia por empleos disponibles, crea las condiciones para deprimir los salarios.

La contención salarial ha tenido tal magnitud que, actualmente, el país está ubicado en el último lugar en la región en cuanto a salario mínimo e ingresos laborales promedio se refiere. Este comportamiento de los ingresos permite verificar la persistencia de una lógica estatal y empresarial que responde básicamente a los intereses del capital, antes que a la necesidad de asegurar la reproducción de la fuerza de trabajo y de la clase trabajadora como tal.

Una encuesta en las ciudades del eje y Potosí permite ratificar el bajo nivel de los ingresos promedio y su dispersión: más de dos tercios de los ocupados en todas las ciudades ganan por debajo del monto medio (1.472 bolivianos). Una cantidad similar obtiene un ingreso mensual insuficiente para cubrir, al menos, el costo de una Canasta Normativa Alimentaria (CNA), lo que expresa el grado de subvaloración del trabajo en Bolivia.

Dada la baja productividad con que opera la mayor parte de las actividades económicas urbanas y la falta de inversión en la mejora tecnológica y de los procesos de trabajo, claramente la rentabilidad todavía se asienta en los bajos salarios, incluso cuando se trata de los puestos de trabajo que requieren calificaciones más elevadas para su desempeño.

Los trabajadores que mayoritariamente obtienen ingresos por debajo del costo de una CNA (70% y más), además de los ocupados en el servicio doméstico, son los trabajadores por cuenta propia y los obreros en todas las ramas, en particular en la manufactura y la construcción.

En las estructuras salariales de los sectores empresarial y semiempresarial, seis de cada diez ocupados ganan por debajo del costo de una CNA. El estudio ha constatado que los ingresos por hora para los hombres y mujeres en el sector empresarial son similares en promedio a los de sus pares en el sector semiempresarial, es decir que desde la perspectiva de los ingresos del trabajo el sector privado está cada vez menos segmentado, la subvaloración del trabajo y las formas de explotación, propias de las empresas con menor desarrollo capitalista, se han extendido al sector típicamente empresarial.

Otro rasgo relevante que se desprende de la investigación es la brecha de ingresos por sexo en todas las ciudades, con independencia del nivel educativo. Este es el resultado de la persistente desigualdad de trato o discriminación salarial, de la segregación ocupacional y del acceso diferenciado a recursos productivos de las mujeres, en cuya base se encuentran concepciones de género asociadas con la división sexual del trabajo. Las mujeres obtienen un ingreso promedio que equivale solamente al 62% del que reciben los hombres.

De esta manera, en el 2008, la capacidad de gasto de los hogares se explica más por el impacto de las remesas de los bolivianos en el exterior, que por el comportamiento de los ingresos del trabajo. Sin embargo, este colchón que aminora la pérdida de la calidad de vida de las familias y permite un cierto crecimiento de la demanda interna ya no parece ser sostenible en el mediano plazo, debido a los efectos de la crisis internacional sobre el empleo y los salarios en los principales países de destino de la migración (España, Estados Unidos, Argentina y Brasil, principalmente).

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