Página Siete • Industria y empleo • 12/08/2014

Industria y empleo

Por Rodolfo Eróstegui T.

La Feria Internacional del Libro, además de mostrar una nueva edificación que acogerá a otros eventos, trae publicaciones interesantes que abordan la temática laboral.  Una de ellas es la que presenta el Centro de Estudios para el  Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), referente a la industrialización y al empleo digno.

Parten del análisis de un supuesto básico: «país sin industrias, país con empleos precarios”, análisis desarrollado por Silvia Escóbar, Bruno Rojas y Carlos Arze. En otras palabras: sin industria no hay empleo de calidad. Esta es una verdad compartida a nivel intelectual y a nivel de la sociedad, por ello una de las demandas intuitivas de los actores sociales es la creación de nuevas empresas industriales.

Inician – los investigadores del CEDLA- el análisis de la relación de la industria con el empleo afirmando que «cada vez es más evidente que la bonanza macroeconómica, impulsada por la demanda externa, y en particular por el crecimiento de los precios de las materias primas, no ha sido suficientemente aprovechada para estimular la economía real, diversificar la producción y elevar la productividad como medio para crear   más empleos, elevar los salarios e ingresos y mejorar las condiciones laborales en general”.

Esta situación, al parecer,  se debe a la conformación del PIB no agropecuario de las ciudades, porque éstas dependen del crecimiento de actividades terciarias (comercio, transporte público, banca y servicios empresariales, servicios sociales y personales), que no contribuyen a la acumulación de capital, aunque crean condiciones para que esto ocurra.
En definitiva, nos dicen que son un conjunto heterogéneo de actividades cuya dinámica depende «del nivel de gasto corriente e inversión pública (servicios sociales y comunales) de la inserción de la fuerza laboral en actividades mercantiles simples (gran parte del comercio, el transporte y los servicios personales diversos) y, en menor grado, de la demanda por servicios empresariales.

Por lo general, estas actividades no contribuyen a generar incrementos del producto mediante su articulación con el sector real y se concentran en aquellas de bajo contenido tecnológico y productividad, lo que señala que no hubo un avance cualitativo de la economía”.

Como no pretendo  contarles a ustedes el libro, pues la idea es que lo lean,  debo señalar que la idea que me transfirió el texto es que si la economía sigue creciendo basada en la dinámica de los sectores que demandan trabajo simple, es decir, trabajo sin capacitación como  el que demandan las actividades terciarias (construcción, comercio, restaurantes y hoteles, transportes y comunicaciones, establecimientos financieros y servicios empresariales) y no la industria manufacturera, seguiremos sumidos en una espiral de reproducción económica y social basada en la pobreza y en las bajas productividades que registra históricamente nuestra economía.

Hay periodos en que la demanda externa de nuestros recursos naturales sube y de esa manera se mejoran los ingresos nacionales, así como el de las personas, pero esa sensación  térmica de que ingresamos en un proceso de desarrollo y de progreso social,  se desvanece cuando los precios de las materias primas caen.

Al parecer -y esa es la propuesta del CEDLA- para romper con el espejismo que provoca el crecimiento de los precios de las materias primas, se debe iniciar un proceso de industrialización que demande mano de obra calificada y de mayor productividad. Con ello se elevarían los salarios, que permitirán a los trabajadores mejorar su calidad de vida.  Lo del CEDLA no es sólo una buena propuesta para los economistas y operadores de la política económica y social del país, sino una obligación leerla.

Rodolfo Eróstegui T.

es experto en temas laborales

Para romper con  el espejismo que provoca el crecimiento de los precios de las materias primas se debe iniciar un proceso de industrialización.

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