Página Siete • El disimulado desempleo en Bolivia • 9/11/2012

Editorial

El disimulado desempleo en Bolivia

La Paz, 9 de noviembre de 2012.- No cabe la menor duda de que el desempleo en Bolivia ha descendido en los últimos años. Sea quien sea que lo mida, ése es un hecho incontrastable. Los flujos de grandes recursos que ingresan al país no podrían reflejarse de otra manera. Aunque las cifras oficiales de desempleo que presenta el INE son distintas a las que ofrece el CEDLA, por ejemplo, que da porcentajes más elevados. Para 2011 el INE publicó un porcentaje de 5,5% como tasa de desempleo y el CEDLA presentó una de 7,9%. Sin embargo, desde la tasa más elevada registrada por el CEDLA de 12,3% para 2003, ésta no ha cesado en descender, excepto en 2008 y 2009, que subieron para volver a retomar la tendencia predominante a la caída. Lo propio ha ocurrido con las cifras del INE, que en 2004 llegaron a un máximo de 9,3% y con un breve ascenso en 2009 continuaron su descenso. Hoy está en niveles inferiores a 4%.

Sin embargo, las formas tradicionales de medir el desempleo no revelan las condiciones en las que se presenta el empleo. En países como Bolivia se encubre una realidad que debería preocupar muy seriamente a los gobernantes. Es la realidad que generalmente se conoce como informalidad y que abarca a una cantidad muy elevada de la población económicamente activa (PEA). Los datos al respecto no se conocen con certeza y varían desde un 70% hasta un 87%.

La periódica observación que se realiza del desempleo debería acompañarse con datos más precisos de lo que significa esta condición que envuelve a millones de personas. Son personas que realizan trabajos muy precarios, de muy baja o nula productividad y que les genera un ingreso de subsistencia. Son, por ejemplo, miles de vendedores ambulantes que compran un producto de un mayorista a precio más bajo del que lo venden al por menor.

Visualizar esta situación con cifras más precisas también permitiría que se tomen medidas para hacer que el empleo se dignifique con labores efectivamente productivas. Así también estos empleos comandarían salarios más equitativos.

La informalidad, particularmente la que prevalece en el sector urbano, ha sido referida también como “desempleo disfrazado” y es que, en realidad, no aporta nuevo valor a la producción. En apariencia la persona está haciendo algo pero sin transformarlo y sin generar mayor riqueza. Éste es el verdadero problema de empleo que enfrenta el país y debe ser objeto de mayor atención por parte de las autoridades.

Por ello se necesita “formalizar” la economía, pero para eso no ayudan las políticas laborales inflexibles, las trabas a la creación de nuevas empresas y en general un ambiente de inestabilidad social y política.

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