Página Siete • Desaceleración económica y empleo • 13/05/2017

Desaceleración económica y empleo

La dinámica del crecimiento económico latinoamericano al inicio de esta década siguió asociada a factores externos como el aumento de la demanda y los precios de los productos de exportación, la disponibilidad de liquidez y financiamiento, y a factores internos, como la expansión del consumo privado sostenido por el aumento del gasto público, el aumento del empleo, los salarios y la expansión del crédito al sector privado. Sin embargo, estos

determinantes comenzaron a deteriorarse a causa de la desaceleración de la economía china y del bajo crecimiento de los países del norte, provocando una importante caída de los precios de los bienes primarios, y la creciente volatilidad en los mercados financieros (Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe, CEPAL: Santiago de Chile, 2015).

En Bolivia, estos mismos factores llevaron a la expansión del Producto Interno Bruto (PIB) hasta el 6,8% en 2013. Desde entonces, los menores ingresos por la exportación de materias primas con escaso valor agregado -principalmente gas, minerales y derivados de soya- y el aumento de las importaciones baratas desde China y los países limítrofes repercutieron en desequilibrios macroeconómicos (déficit fiscal, comercial y de la cuenta de capital), que amenazan la sostenibilidad del crecimiento alcanzado.

La desaceleración y sus efectos en el empleo

Hacia 2015, el crecimiento económico disminuyó en dos puntos porcentuales (4,8%), con un cambio trascendente en su composición. Por segundo año se redujo la incidencia de los sectores productivos -hidrocarburos, minería, industria manufacturera y agropecuaria- en la variación del PIB (1,4%), mientras que los sectores de servicios -administración pública, financieros, empresariales, transporte, comunicaciones y servicios básicos- pasaron a liderar el crecimiento con un aporte del 2,5% al incremento anual. Esto revela el carácter discursivo de las políticas y planes gubernamentales sobre los procesos de diversificación de la matriz productiva e industrialización en la última década.

La recomposición del crecimiento tiene efectos directos e indirectos sobre el empleo, pues con una misma unidad porcentual del PIB en actividades de servicios o productivas pueden lograrse impactos diferentes en el mercado laboral. Por su naturaleza, los servicios tienen límites en la generación de nuevos empleos, en particular cuando mantienen poca relación con actividades de apoyo a la producción y se concentran en los servicios al consumidor final, en los cuales la productividad crece lentamente o no crece y la demanda laboral se estanca, como sucede en el país.

En cambio las actividades productivas tienen mayor potencial de generación de empleo por su eslabonamiento con el resto de la economía para la provisión de materia prima y la circulación de bienes, incluso en contextos caracterizados por un débil tejido industrial y caída de la dinámica productiva como el nuestro. Al parecer, los factores que explicaban el crecimiento económico no provenían básicamente de la demanda interna, como se venía sosteniendo desde el discurso oficial, sino de la demanda y los precios internacionales de las materias primas. De otro modo, la desaceleración productiva reciente habría sido más atenuada.

Se estima que por cada décima de punto porcentual que no crece la región se deja de generar unos 100 mil empleos (Coyuntura laboral en América Latina y el Caribe. Mejoras recientes y brechas persistentes en el empleo. OIT/CEPAL: Santiago de Chile, 2016). En el país se han perdido algunos puntos y eso afecta al mercado de trabajo. Los datos oficiales muestran un retroceso en los indicadores laborales, pero las evidencias cotidianas superan las cifras y se manifiestan en las declaraciones empresariales, en los conflictos laborales y en los testimonios sobre los despidos, la insuficiencia de los salarios frente al costo de vida o las condiciones precarias del trabajo, que reflejan los medios de comunicación ( Alerta Laboral No.75, CEDLA: La Paz, mayo 2015; OBESS-www.cedla.org, 2016).

Un contexto difícil para los trabajadores: desempleo y precariedad laboral
En las principales ciudades del país, la tasa de ocupación disminuye rápidamente, mientras que la tasa de desempleo aumenta en forma constante (ver gráfico). Se puede afirmar que la desocupación real es mucho mayor de lo que sugieren las estadísticas oficiales (4,7%), tanto por el llamado efecto desaliento que lleva a que muchas personas desistan de buscar empleo por las dificultades que tienen para encontrar uno, como por el autoempleo en actividades ocasionales mal remuneradas que sólo encubren la falta de alternativas de trabajo.

Mientras no se logra frenar la desaceleración económica con el gasto público siguen creciendo el desempleo y la informalidad, sobre todo entre las mujeres, los jóvenes y los profesionales en general. Estudios de demanda laboral realizados por el Cedla en empresas con cinco y más ocupados muestran que al optimismo expresado por los empleadores sobre la perspectiva de sus actividades, pronto le siguió la incertidumbre; en 2015 la mayoría ya no apostaba por un mejor desempeño empresarial ni por la posibilidad de mantener el tamaño de su personal.

En el nuevo contexto global, la escasa incorporación de tecnología y/o modernización de los procesos de trabajo que caracteriza a gran parte de las empresas en el país les pasó la factura; con pocas excepciones, la pérdida creciente de competitividad frena su dinámica con efectos negativos en el empleo. Además, la desaceleración y recomposición del PIB centrado en los servicios, hace que la posibilidad de generar más y mejores empleos sea cada vez más lejana.

Esto ocurre en ausencia de políticas públicas para impulsar la diversificación y producción de bienes con mayor valor agregado, una situación que no va a cambiar porque los planes de inversión pública hasta el 2020 siguen priorizando sectores extractivos intensivos en capital (hidrocarburos, energía, minerales), con megaproyectos de lenta maduración financiados con nueva deuda externa. Se viene reproduciendo un modelo económico que ha dejado atrás el imperativo de generación de empleos y la mejora de su calidad; cuando no hay buena siembra hay poco que cosechar, y las consecuencias siempre recaen sobre las espaldas de los trabajadores.

La respuesta estatal: plan para generar “empleo urgente”

Considerando los problemas estructurales que afectan al mercado de trabajo, es cuando menos ilusorio tratar de disminuir la desocupación con planes de empleo temporal en obras públicas municipales, programas basados en subsidios empresariales o en la entrega de fondos semilla para nuevos emprendimientos -cuando otros se van cerrando por miles- como ha sido ampliamente demostrado en los últimos 30 años. En lugar de promover verdaderas transformaciones económicas y sociales para generar empleos productivos, el Gobierno repite la vieja práctica de aplicar planes públicos de bajo presupuesto, un camino que sólo lleva al desempleo persistente y a la mayor precariedad laboral, con el consiguiente deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores, y sus familias.

Silvia Escóbar es investigadora del Cedla.

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