JLSaavedra/Pag7•Pobreza y economía: las mentiras de Linera
El régimen se concentra sólo en algunos indicadores, parciales y arbitrarios, relegando al olvido impune la dimensión socio ambiental .
José Luis Saavedra Profesor de Teoría y Política Poscolonial
Comenzamos el presente artículo rindiendo un homenaje de respeto y admiración al excelente y lúcido libro de Diego Ayo, Ilusiones del proceso de cambio y mentiras de Evo Morales (La Paz, 2019), cuya presentación, en la Cinemateca, ha sido autoritariamente prohibida por el ministrillo Quintana (el nuevo Arce Gómez), y retomando el interesante título del referido libro para discurrir en torno a una de las recientes intervenciones del vicepresidente García Linera sobre la supuesta disminución de la pobreza en Bolivia.
En la intrépida (por hacerlo en las gradas de la Cinemateca) presentación de dicho libro, el pasado 25 de julio, Diego Ayo refirió que los gobernantes MASistas “son mentirosos, nos hablan de la Pachamama y van destruyendo absolutamente todo; nos hablan de la pobreza y lucran a costa de los pobres. Esta (la del MAS) es una revolución de las palabras, pero no de los contenidos; es una revolución sin sustancia; es una revolución engañosa; de gente que se dice progresista, pero es oprobiosa y alevosamente mentirosa, carente de todo sentido ético”.
La perspicaz alocución de Ayo nos exime de contextualizar la polémica alrededor de la presumida reducción de la pobreza en Bolivia, cuyo punto de partida es el estudio del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), que establece fehacientemente que el índice de pobreza en Bolivia es del 61%, es decir que el 61% de los bolivianos se encuentra en una situación de “pobreza multidimensional” (cfr. Escobar de Pabón, Silvia; Arteaga Aguilar, Walter; Hurtado Aponte, Giovanna, Desigualdades y pobreza en Bolivia: una perspectiva multidimensional, La Paz, mayo de 2019).
Este dato ha sido replicado por Carlos Mesa en un tuit, por ello que García Linera reaccionó visceralmente e indicó que el país redujo la extrema pobreza ¡de 39% a 15%!
Y además García Linera cuestionó las fuentes de Mesa afirmando que “una persona seria ve las cifras oficiales a nivel mundial, de Naciones Unidas, Cepal”. Veamos pues qué dice la Cepal, sustancialmente que Bolivia es el país que menos redujo la pobreza en la región, apenas 0,1 punto porcentual entre 2016 y 2017 (cfr. “Bolivia, el país que menos bajó la pobreza, según Cepal”, Página Siete, 16 enero 2019). Ergo, el vicepresidente –como siempre– nos miente y nos tima impunemente.
Los datos de la Cepal revelan que en 2015 el indicador de pobreza se situaba en un 35%, al año siguiente en un 35,3% y en 2017 alcanzó una tasa del 35,2%. Eso significa por tanto una disminución de sólo el 0,1%. Mientras que la extrema pobreza, de acuerdo con el mismo reporte de la Cepal, en 2015 se situó en 14,7%, en 2016 subió a 16,7% y en 2017 bajó levemente a 16,4%. Es decir, que entre 2016 y 2017 la reducción fue de 0,3 puntos.
No hay en consecuencia reducción alguna de la pobreza, menos en el marco global del sistema mundo moderno colonial y capitalista. Con todo, el problema mayor no es sólo la persistencia de los altos índices de pobreza en el país (Bolivia es el país más pobre de la región), sino también la continuidad y continuación (valga el pleonasmo) del modelo capitalista (eufemísticamente designado como “economía plural”) en su fase más salvaje y depredadora: extractivista.
Consecuentemente, hay que cuestionar la validez de los indicadores económicos, por cuanto y aún aceptando los registros oficiales, es decir que se habrían reducido los índices de pobreza, estos indicadores –esto es gravísimo– no miden los costos ambientales del crecimiento económico (supuesto puntal de la reducción de la pobreza).
Peor aún, el régimen MASista se concentra sólo en algunos indicadores y además parciales y arbitrarios, relegando al olvido impune la dimensión socio ambiental (además de las graves deficiencias e insuficiencias metodológicas del INE, no sólo por ocultar información, sino también por distorsionarla adrede), pero que es donde se generan los principales problemas del país (qué puede haber más grave que los daños ambientales) y que no se han podido superar y más bien se han profundizado en estos 13 últimos años.
Por razones de espacio, vamos a limitarnos a referir sólo un par de (muchas otras) insuficiencias epistémicas de los indicadores económicos.
De acuerdo con Fernanda Wanderley y Cecilia Requena, de quienes recogemos sus principales percepciones expuestas en el programa Cabildeo Digital, en el ámbito económico es muy importante ir más allá del crecimiento (más o menos) coyuntural y entender que nuestra economía, como las demás economías de América latina, todavía está y continúa (desde hace 500 años) entrampada en un patrón de crecimiento asentado en la mera extracción y exportación de materias primas.
¿Qué problemas nos genera la persistencia de la dependencia neocolonial del país?, innumerables para exponerlos en un artículo de opinión, pero veamos los más relevantes. Consideramos que lo más importante es que nuestro crecimiento sigue sustentado en las actividades que no son sostenibles en el tiempo porque está basado en la mera extracción –en el extractivismo depredador– de recursos naturales: minería, hidrocarburos o agroindustria (monocultivos y transgénicos).
El problema sustancial es por tanto que no se ha diversificado la economía y tampoco se ha mejorado la calidad del empleo.
Por ende, no hay fortalecimiento de las capacidades productivas, no se cuidan las fuentes de agua, no hay transiciones energéticas (o por energías limpias), no se tienen ambientes saludables; para el colmo, aquí están los más altos índices de subalimentación, subnutrición y desnutrición (cfr., v.g., “Niños padecen subalimentación crónica en Bolivia”, Página Siete, 8 noviembre 2018).
¡Hay pues una urgente necesidad de reconstruir nuestra economía, nuestra sociedad y nuestro Estado! Y esto sólo lo podemos lograr con un gobierno radicalmente distinto del corrupto régimen MASista.
¡Jallalla Bolivia!