ElDeber•Este no es un día para festejar

Editorial El Deber Hace 1 día

Muchos hombres protestan porque hay un Día Internacional de la Mujer y otro Día Nacional. Y ellos piensan que es un privilegio de ellas. Otros tantos creen que en esta jornada hay que celebrar o hacer un regalo. En realidad, todos ellos están equivocados, porque si la ONU fijó un día del año para abordar la temática femenina es porque a las mujeres les cuesta más, mucho más, acceder a condiciones de vida que para el resto de la población son ‘naturales’.

De lo que se trata es de ver, de tomar conciencia para cambiar esta dura realidad, dura en el mundo y particularmente en Bolivia. En solo dos meses, 27 vidas fueron arrebatadas solo porque eran mujeres. Y en esta cifra no solo está la culpa de los que ejecutaron el crimen, sino también del entorno social que fue cómplice. O qué se puede decir de familiares, vecinos y amigos que ven maltratos (burlas, gritos y golpes) sin hacer nada para evitarlos o denunciarlos. Peor aún, qué se puede decir de policías, fiscales y médicos (muchas veces denunciados) que tratan mal a las mujeres que buscan ayuda para denunciar agresiones en el hogar, que las devuelven a su casa, que no ven las situaciones de peligro y pasan el día en una rutina espeluznante hasta que se conoce de la próxima agresión y feminicidio.

En 2013 un policía mató a su pareja a puñaladas. Ella era periodista y el caso fue sonado. Como entretenimiento para tontos, el Gobierno de entonces (y sus integrantes mujeres) se apresuró a promulgar una ley “contra todo tipo de violencia a la mujer”. Una norma rimbombante que no cambia nada, porque en realidad no se cumple. Y es tan patética la realidad que entre los legisladores hubo también agresores. El entonces presidente Evo Morales nunca se olvidó de hacer chistes sexistas, de denigrar a las mujeres, mientras sus correligionarias aplaudían sus ‘ocurrencias’. Ese es el estado de situación.

Según la Cepal, los feminicidios en Bolivia son preocupantes. La tasa de este país ocupa el tercer lugar de América y está en 2,3 por cada 100.000 habitantes. Aunque no es determinante, las mujeres pobres son las que sienten mayor sensación de inseguridad en su entorno, porque la violencia no solo son los golpes o los insultos, también tiene que ver con la desigualdad. El Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla) detalla que la pobreza multidimensional tiene rostro femenino. Ocho de cada diez mujeres no está afiliada al sistema de pensiones, por tanto, no tendrá una renta de jubilación; nueve de cada diez tiene ingresos económicos menores a los de los hombres; la mayoría de ellas carece de seguridad social y sus oportunidades de educación son radicalmente inferiores.

Un estudio de Plan Internacional encontró que más de 30.000 niñas menores a 15 años se unieron en pareja en 2016, unas veces por huir de su hogar, otras porque se embarazaron las forzaron a casarse e incluso hay situaciones en Bolivia en que las hijas son cambiadas por casas, animales u otros bienes. ¡Eso también pasa en este país!

Es por eso que hay que exigir que se acabe la impostura de quienes creen que con discursos se lucha contra la violencia, que con una mano firman leyes y con otra agarran el mazo que sigue sometiendo a la mitad de la población.

Los policías, fiscales y forenses que están a cargo de atender situaciones de violencia intrafamiliar deben ser evaluados permanentemente y ser sancionados si se sigue comprobando la indolencia de muchos sobre este problema. Más allá de declarar un ‘año contra la violencia’, hay que exigir un cambio en la educación para acabar con las generaciones que piensan que la mujer nació para servir y obedecer.

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