La Razón • Producción académica • 25/02/2015
Rolando Morales Anaya
En el mundo entero, las universidades adquieren prestigio por las publicaciones de sus profesores.
Con ribetes de escándalo, el periódico La Razón en fecha 28 de enero de 2015 publicó una denuncia en primera página sobre los libros que elaboran los profesores de la Universidad Mayor de San Andrés y que los venden a los estudiantes. Un día después, la noticia fue objeto de un subeditorial, y el día siguiente, de una nota confirmando la noticia. La denuncia sugiere que los profesores hacen ganancias ilícitas extorsionando a los estudiantes.
La comunidad académica se encuentra aturdida con dicha información por tres razones. Primero, todo autor de un libro sabe que su publicación no reditúa ingreso alguno; por el contrario, genera pérdidas. Los que no escriben libros piensan que es un buen negocio hacerlo, pero se equivocan. Segundo, si no se escriben libros en Bolivia, hay que comprarlos del exterior. Para ello, hay dos posibilidades: comprar libros de excelente calidad a un precio que fluctúa entre $us 50 y $us 200 pidiéndolos por Amazon, o comprar empastados de fotocopias que vienen del Perú de libros obsoletos y de mala calidad, a un precio que fluctúa entre Bs 20 y Bs 100; es decir al mismo precio que los libros que escriben autores bolivianos, que son de mejor calidad y adecuados para nuestro medio. Los que no compran libros no conocen esta realidad. Tercero, es importante que los estudiantes se acostumbren a leer libros y artículos científicos y que no se limiten a repasar solo las notas de clases. Quizás los que no han pasado por las aulas universitarias piensan que los libros no son necesarios en la formación de un estudiante.
En el mundo entero, las universidades adquieren prestigio por las publicaciones de sus profesores. En la mayor parte de ellas se obliga a los docentes a escribir por lo menos un libro o un artículo científico por año, so pena de ser retirados del cargo. Esta obligación viene con el apoyo de la universidad, o en algunos países, del Estado. Las publicaciones son el resultado de investigaciones inéditas o textos de estudio al servicio de los estudiantes. En Estados Unidos, por ejemplo, el National Bureau of Economic Reasearch (NBER) financia investigaciones en economía con fondos federales. Suiza y Canadá, al igual que muchos otros países, tienen fondos con similares propósitos. El problema en Bolivia es que ni las universidades ni el Estado financian publicaciones académicas. Incluso es difícil encontrar en nuestras bibliotecas libros escritos por docentes. Algunas ONG han suplido a estas instituciones, pero en la mayor parte de los casos son iniciativas individuales asumidas por los profesores.
Algunos centros de investigación privados ponen a disposición de los interesados y, en particular, de los estudiantes sus trabajos de investigación gratuitamente.
Entre éstos, vale la pena mencionar al CEDLA; Milenio, Ciess-Econométrica, el CERES; Prisma y otros más. Las universidades están ausentes, con excepción de la Universidad Católica Boliviana. Muchas veces estos trabajos son financiados con el esfuerzo propio de sus investigadores. Un reciente intercambio de cartas entre el autor de esta nota y el rector de la Universidad Mayor de San Andrés promete abrir nuevos derroteros en este dominio.
NdD. En las notas de prensa y en el subeditorial mencionados no se cuestiona la venta de libros escritos por los docentes a los universitarios en general, sino concretamente la venta “obligada” de textos académicos, con amenazas de aplazar a quienes no adquieran los libros, lo que pone en figurillas a no pocos estudiantes de escasos recursos; una práctica ciertamente diferente a la que se comenta en la nota anterior.
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