Latinoamérica: Reformas estructurales ante un cambio de ciclo económico

30/04/2015-

América Latina vive en estos momentos mucho más que un cambio de ciclo, atraviesa por un cambio de época. La “Década Dorada” (2003-2013) trajo un tiempo de bonanza exportadora para la región apoyada en unos planteamientos ortodoxos en materia macroeconómica y en unas reformas previas, llevadas a cabo en los 80 y 90, que otorgaron racionalidad económica a la región en cuanto a control de la inflación, disminución de los déficits fiscales y comerciales así como el redimensionamiento del aparato el Estado. Esa época ya es historia y ahora nuevos retos asoman para unas economías latinoamericanas que deben encarar un tiempo nuevo de reformas estructurales para adaptarse a un mundo más competitivo y con niveles de crecimiento menores y más volátiles y donde las commodities no van a ser las únicas ni las principales locomotoras del crecimiento.

Como señalaba en una entrevista el director del FMI para la región, Alejandro Werner: “América Latina entra en 2015 en un periodo de cambio de ciclo. Muy posiblemente de cambio de ciclo político, pero con toda seguridad cambio de nuevo ciclo económico. El 1,3% de crecimiento es bastante bajo. Veníamos de niveles del 4%. Es el reflejo del ajuste en América Latina a la caída del precio de las commodities, los minerales y productos agropecuarios, después de un periodo de crecimiento sostenido; del efecto negativo de la caída del petróleo; y del fin del impulso de las reformas que se hicieron en los noventa. Ese impulso no se ha sostenido y su efecto se agota. Hay que anticipar las dificultades por el lado de la economía internacional en el entorno de materias primas, acelerar la reforma estructural en educación, seguir con la agenda tan importante de infraestructura que se ha estado implementando, y continuar desarrollando el sector en materias primas”.

Se acabó, por lo tanto el viento de cola que marcó la Década Dorada (2003-2013) y las señales de transformación del contexto económico internacional ya evidentes en 2014 se han hecho en 2015 muy palpables.

El modelo de crecimiento de América Latina desde 2003 se ha basado en la exportación de materias primas a unos precios históricamente muy altos. Sin embargo, desde octubre de 2014, el precio internacional del petróleo (principal exportación de México, Venezuela y Ecuador) ha caído desde los 90 dólares el barril hasta los 54. En el caso de la soja, su precio ronda los 250 dólares la tonelada, muy lejos de los más de 600 por tonelada que alcanzó en el 2008 y que explicó la bonanza económica de la Argentina kirchnerista. El cobre, principal exportación de Chile y Perú, se ha situado en 2,89 dólares la libra y registra su menor valor desde el 1 de julio de 2010.

El FMI asegura que los precios elevados de las commodities son ya historia para los próximos 2 ó 3 años, lo cual tiene unas serias consecuencias para los países latinoamericanos y sus ingresos fiscales. El experto en hidrocarburos, Carlos Miranda Pacheco, para el caso boliviano, lo expresaba muy claramente en el diario Página Siete: “Petróleo a mitad de su precio anterior significa que en 2015 percibiremos también la mitad de los ingresos por exportación de gas que este año, sólo serán  3.200 millones de dólares en vez de  6.500 millones de dólares”.

El nuevo ciclo de reformas al que está abocada la región se caracteriza por su carácter integral y global. No son solo pequeñas reformas o parches sino una apuesta por cambiar el modelo económico de la región. Debe nacer, en primer lugar, de un amplio consenso y compromiso político (consensuar que esas reformas tengan carácter de políticas de Estado con continuidad en el tiempo). En segundo lugar, se trata de un cambio de mentalidad y por lo tanto costoso. Se trata de reformas que deben buscar hacer más competitivas e innovadoras a las economías de estos países fomentando la productividad. Y para ello resulta clave la inversión en capital humano (en educación) y en infraestructuras.

Existe un consenso generalizado en la literatura académica referido a que la inversión en educación e infraestructura es vital para conseguir mejoras en los niveles de competitividad y productividad. En ese sentido,  tal y como señala la Corporación Andina de Fomento (CAF), en general, una mejor infraestructura eleva la calidad de vida de la población, aumenta el crecimiento de la economía, facilita la integración regional y diversifica el sistema productivo. A lo cual añade el Banco Interamericano de Desarrollo que el rápido crecimiento de la economía de la región y del comercio exterior en los dos últimos lustros ha evidenciado las serias deficiencias de la región en términos de infraestructura eléctrica, de transportes (carreteras, ferrocarriles y puertos) etc. Este déficit se debe a que el esfuerzo inversor ha sido, en todos estos años, insuficiente tanto en lo referido al sector público como al privado.

Fuente: Info Latam

http://www.cesla.com/detalle-noticias-de-latinoamerica.php?fecha=2015&Id=17365

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